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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Un año para ponerse guapos

La evaluación de la salud de los bancos a cargo del BCE no tendrá credibilidad sin ‘suspensos’

Santiago Carbó Valverde

Se esperaba con gran expectación la publicación de los criterios que guiarán el desarrollo de las pruebas de evaluación de calidad de los activos bancarios que conducirá el Banco Central Europeo. Se trata de un ejercicio en el que es tan importante el proceso como el resultado. Estas pruebas, de hecho, se consideran la primera prueba de la credibilidad del proyecto de unión bancaria europea. El que está a ser llamado el gran supervisor del área euro, el BCE, pretende realizar un primer análisis de la salud de los bancos del área monetaria y alejarse lo más posible de las anteriores pruebas, conducidas por la Autoridad Bancaria Europea (ABE) y que tuvieron una credibilidad y capacidad de predicción bastante limitadas. Tanto quiere desmarcarse el BCE de aquellos fallidos intentos que, de hecho, se contempla una prueba de estrés paralela —coordinada, pero debidamente separada— de la ABE.

Los mercados miran con lupa el proceso. Durante estos años de crisis, gran parte de las dudas sobre la capacidad de recuperación de las economías de la Eurozona radicaba en la incertidumbre sobre la solvencia de sus bancos. En algunos de los países periféricos, mediante diversos programas de intervención, ha sido curiosamente donde esa incertidumbre se ha despejado en mayor medida —sin eliminarse del todo— porque se les ha exigido ejercicios de transparencia aún inéditos en otros Estados miembros. España parece el caso más claro. Las pruebas del BCE quieren convertirse en esa referencia generalizada, para todos, de la salud del sector bancario europeo. La cobertura de esas pruebas alcanzará al 85% de la industria bancaria de la eurozona en función de activos y es bastante más amplia que la de anteriores test de la ABE. Eso sí, ya hay un hándicap de partida, fruto de las ásperas negociaciones sobre la supervisión única, y es que buena parte de las entidades de menor tamaño, pero de considerable importancia sistémica en algunos casos (un buen número de instituciones financieras alemanas, por ejemplo) escapa a estas pruebas.

Aun así, la cobertura no es, mientras se define el proceso, el mayor problema. Tal vez la mayor dificultad, hoy por hoy, es que realizar un ejercicio de esta envergadura requiere tiempo. Más aún al ser la primera vez que se realiza. Y el plazo fijado para la publicación de los resultados (noviembre de 2014) deja entrever que esa peligrosa incertidumbre aún perdurará, suponiendo que las pruebas sean un éxito, durante un año. Un año de estrés, porque se va a hablar de estas pruebas largo y tendido. Un año en el que habrá rumores y desavenencias pero en el que, al fin y al cabo, todas esas fricciones serán un precio a pagar aceptable si el resultado final es creíble.

Los resultados no se publicarán hasta dentro de un año, lleno de rumores e incertidumbres

La credibilidad depende del resultado. La evaluación de la calidad de los balances comprende tres grandes aspectos, según ha anunciado el BCE. El primero, la evaluación del riesgo a efectos de supervisión, incluyendo el de liquidez, el de apalancamiento y el de financiación. En segundo, el análisis en sí de la calidad de los balances con “la adecuación de la valoración de los activos y las garantías, así como de las provisiones relacionadas”. El tercero, la prueba de resistencia del balance bancario en escenarios de tensión. Teniendo en cuenta estos tres elementos, analistas y mercados dan algo por seguro: el test no tendrá credibilidad si no hay suspensos. Y esto hará que 2014 sea un año también de quinielas sobre quiénes pasarán y quiénes no este examen. Bien es cierto que es probable que se haga un giro lingüístico y no se hable de suspensos, sino de entidades que precisan capital en escenarios extremos. Juego de palabras, pero con el mismo reto de fondo.

Con todo, lo interesante del caso es que el que haya todo un año de por medio va a dar lugar a estrategias anticipativas y adaptativas de las entidades financieras, lo cual puede ser beneficioso. En particular, aquellos bancos que anticipen que el resultado no será favorable adoptarán medidas de forma adelantada. No es de extrañar que se estime que durante los próximos 12 meses podría haber ampliaciones de capital en la banca de la eurozona en torno a los 20.000 a los 50.000 millones de euros. Esto permitirá a algunos bancos decir: “Salí feo en la foto, pero ya me he arreglado”. Estos ejercicios de saneamiento anticipativo serán más factibles allí donde ya se ha hecho y se está haciendo un importante esfuerzo y donde los resultados del sector comienzan a mejorar (el caso de España, por ejemplo) y en los que la macroeconomía es más favorable y se convierte en el mejor maquillaje para entidades que aún pasan por una importante resaca (como algunas entidades financieras en Alemania, por ejemplo). Será más complicado, sin embargo, en países donde ni una cosa ni la otra han estado presentes (como podría ser el caso de Italia).

Pareciera por tanto que el resultado es importante, pero que casi lo es más que la foto sea tan buena que obligue a cada cual a asumir su realidad, lo haga de forma anticipativa o no. En este punto, a algunos podrían no gustarles algunos criterios que ya se han ido adelantando, como el de la morosidad, que habrá que declarar en toda su crudeza, al margen de las provisiones que se hayan dotado para la misma. Esto va a hacer que se conozca, por ejemplo, parte de la realidad hasta ahora relativamente oculta del deterioro de activos en países como Alemania o Austria. Al fin y al cabo, el BCE quiere conducir un análisis de la “calidad de gestión de activos” (balance sheet management) que refleje las capacidades bancarias en toda la eurozona. El éxito dependerá de en qué medida la metodología pueda mostrar esa calidad abstrayendo las condiciones macroeconómicas y aspectos tan controvertidos en los últimos años como la forma en que se ha entendido en cada país la ponderación de riesgo otorgada a cada activo o las garantías implícitas (el apoyo público esperado en caso de problemas) concedidas a las entidades de crédito.

Muchos de estos criterios, en términos comparativos, no han sido favorables a España. Se juega mucho el BCE con ello, porque si este análisis tiene éxito comenzará de forma inmejorable su andadura como supervisor. Si no, tendrá que superar un importante escollo. Al final, los mercados evalúan tanto el proceso como el resultado. Si en Estados Unidos los test de esfuerzo de 2009 fueron un éxito no fue porque fueran metodológicamente superiores, sino por la cantidad de dinero que finalmente se puso para sanear el sector.

En definitiva, para que las pruebas de noviembre de 2014 tengan éxito y para lidiar con todo un año de debate sobre la calidad de los activos, un número de entidades financieras que hasta ahora no se habían acercado mucho al objetivo de la cámara tendrán que reconocer que, hoy por hoy, no son fotogénicas. Todo ello para que cuando se publique la foto puedan explicar que han hecho para estar más guapos. En España llevamos ya varios años de sesiones de fotos continuas. Aún no somos probablemente los más guapos y seguimos tratando de mejorar, pero nuestro proceso ya se conoce y el camino está ya marcado. También puede ayudar a la banca española la credibilidad recuperada con el proceso de reestructuración y el probable cierre del programa de ayuda europea a fin de año.

Santiago Carbó Valverde es catedrático de Economía de la Bangor Business School (Reino Unido) y de la Universidad de Granada e investigador de Funcas.

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