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Compartir es un buen negocio

Los espacios compartidos de trabajo o 'coworking' son una tendencia en auge por ser una opción productiva, creativa y barata España es el tercer país con más oficinas compartidas, solo superado por EE UU y Alemania

Belén Hernández
Un grupo de emprendedores, en The Shed Coworking (Madrid).
Un grupo de emprendedores, en The Shed Coworking (Madrid).SAMUEL SÁNCHEZ

La filosofía del coworking o de los espacios compartidos de trabajo se ha convertido en el punto de partida para muchos profesionales en proceso de reciclaje y para emprendedores, que lo ven como una opción productiva y creativa, además de rentable y barata. Estas incubadoras de ideas, con gastos compartidos, son ese lugar de encuentro a mitad de camino entre trabajar en casa y la aventura de hacerlo en solitario en una oficina demasiado grande y demasiado cara para una inversión inicial. El alquiler, las facturas de luz, agua, teléfono e Internet y los servicios extras -talleres de formación, charlas sobre distintas disciplinas- se comparten al mismo nivel que se comparten las ideas, la experiencia profesional y los consejos.

Un usuario de una oficina compartida tiene un gasto mensual que oscila entre los 250 euros en centros ubicados en las grandes capitales, como Madrid y Barcelona, y los 70 euros que ofrecen algunos lugares en ciudades más pequeñas. Una diferencia grande con respecto a lo que costaría montar una oficina propia. Que los precios sean más competitivos y haya una mayor oferta es gracias a la proliferación del coworking, un concepto que nació en Estados Unidos y que hoy es una tendencia en pleno auge en el mundo laboral también en España, convertido en el tercer país del mundo en número de espacios compartidos después de Estados Unidos y Alemania, según el último informe de Deskwanted.com.

Pablo Gavilán, Blanca Arregui y Vicent Rosso, en Impact Hub Madrid (De izquierda a derecha).
Pablo Gavilán, Blanca Arregui y Vicent Rosso, en Impact Hub Madrid (De izquierda a derecha).SAMUEL SÁNCHEZ

“Uno de los aspecto más positivos es el ahorro. Es un riesgo comprometerte con un alquiler de 800 euros por una oficina enorme cuando estás solo o tu equipo es pequeño. Así el desgaste financiero es menor”. Para Vincent Rosso, el fundador de Blablacar en España, “la disciplina y la interacción humana”, además de acudir al Impact Hub Madrid “3 o 4 días a la semana” fueron fundamentales para poner en marcha su proyecto: “Tener un objetivo y venir aquí te ayuda a que salga bien. Rodearte de gente que tiene otras ideas y que te critican positiva y negativamente tu proyecto te hace sentirte arropado”.

“Muchas veces se nos anima a emprender como si fuera algo divertido y sexy, y montar una empresa es algo bastante serio. Aconsejaría tener un colchón económico porque es difícil que tu proyecto dé un gran resultado en 3 o 6 meses. Hay ideas que igual no funcionan a corto plazo y sí a largo plazo, pero la vida te aprieta y dejas el proyecto porque no puedes mantenerlo”. Alberto González Ronda, director de Inca medio, se unió a la experiencia del coworking porque resultaba más económico expandir desde ahí su proyecto, ubicado inicialmente en Valladolid, que en “una oficina con cuatro paredes” en Madrid. Y acabó quedándose por motivos intangibles: “Encuentras a gente muy interesante, con mucha luz y muy optimista. Es un espacio bonito e inspirador y este entorno laboral me cambió la vida”. En la sala central del Impact Hub Madrid, ubicado en pleno barrio de las Letras, la luz del otoño incipiente se cuela desde el techo.

Por razones parecidas llegó Blanca Arregui, consultora en social media y management, hasta este mismo centro de trabajo, aunque por distinto camino: “Cuando decidí dar el salto y empecé a investigar cómo poner en marcha mi propio plan de negocio aún trabajaba por cuenta ajena. Al final, aquel plan de negocio no era viable, pero decidí seguir y reinventarme. Estudié un postgrado en redes sociales y aquí conseguí mis primeros clientes”. Los compañeros con los que compartía las mesas de trabajo e intercambiaba ideas se convirtieron en sus amigos: “La parte social del emprendedor es muy positiva y necesaria. Vengo aquí y soy feliz”.

Cadena de favores, sinergias y serendipia

En coworking no solo hay una recompensa y un ahorro económico, sino también de tiempo. “Es una realidad que en un lugar así puedes estar trabajando en tu proyecto en una hora”, explica Manuel Zea, fundador de Coworkingspain, el mayor directorio español de espacios de trabajo compartido. El autor del libro Living Coworking, que define estos lugares como “centros de negocios con alma”, entiende esta disciplina como “una filosofía y una nueva forma de trabajar” y la traduce en la expresión que ingenió él mismo, plug&play, que no es otra cosa que “trabajar en cualquier parte del mundo enchufado a Internet”, explica Zea.

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Esa relación inmediatez/productividad de la que habla Manuel Zea la hace suya Sandra Cámara, coworker en SpiralStartups (Granada), periodista y community manager: “Me di cuenta, desde que empecé a trabajar en un espacio compartido de trabajo, la facilidad con la que podías hacer contactos nuevos de distintas disciplinas, además de grandes compañeros”, asegura Cámara, que ha visto que “es imprescindible estar en movimiento para que se generen sinergias”.

Moverse y “estar ahí para que pasen las casualidades” es una de las razones por las que Pablo Gavilán, fundador de Entrelectores.com y uno de los primeros miembros del Impact Hub Madrid, cree fundamental la convivencia en este ecosistema laboral: “No puedes quedarte en casa y esperar que pasen las cosas; es como si quieres ligar: tienes que salir a la calle a encontrarte con alguien. Lo que ocurre es que vivimos en ciudades grandes donde se han visto reducidos los lugares públicos donde la gente se reúne. Hay que generar una plaza de encuentro y estos espacios cumplen esa función”.

Carlos Llerena y Gonzalo Navarro, de The Shed Coworking.
Carlos Llerena y Gonzalo Navarro, de The Shed Coworking.SAMUEL SÁNCHEZ

Lugares que también tienen que identificarse con la evolución, los cambios y la renovación que el mundo laboral está viviendo. Como el desmogue que viven cada año los ciervos, por primavera, al mudar su cornamenta. De esa idea nació el logo de The Shed Coworking (Calle Hermosilla, 48), diseñado por la arquitecta Elena González Torres, uno de los últimos espacios de trabajo compartido que ha abierto sus puertas en Madrid: “En las empresas heredas un entorno adquirido, aquí eliges con quien quieres hacer un proyecto y con quien quieres trabajar y es una forma super positiva de relacionarte”, reflexiona Carlos Llerena, cofundador de este espacio junto a Gonzalo Navarro, ingeniero informático y economista respectivamente.

La llamada serendipia (una idea que surge inesperadamente mientras se busca algo distinto) y la cadena de favores que se generan entre los distintos profesionales bajo el paraguas de un mismo ecosistema laboral son esas otras recompensas intangibles que van más allá del dinero y el tiempo. Antonio Juárez, y su hermano Javier, dueños de un recién estrenado espacio de coworking en Granada, han vivido como estas sinergias y esta “unión de contactos y cartera de clientes” se han convertido en una realidad.

Una filosofía de largo recorrido

“El crecimiento del coworking ha sido exponencial y muy alto: hemos pasado de no saber cómo denominar esta nueva filosofía de trabajo, allá por 2007, a estar en la actualidad dando clases sobre coworking con la colaboración del ayuntamiento de Barcelona”, explica Cristina Martínez-Sandoval, la fundadora de Gracia Work Center, uno de los primeros centros que abrió en España.

“Abrir una oficina ahora mismo supone unos costes difíciles de mantener. Algunos profesionales se han dado cuenta de que ésta es una vía sólida por la que seguir y dar continuidad a su proyecto ya que hay otros profesionales que te pueden ayudar desde estos espacios, mucho más que si te aíslas en tu propia oficina”, prosigue Martínez-Sandoval. Su primer contacto con el concepto fue en San Francisco, el mismo punto geográfico donde arranca el documental que prepara sobre el tema, titulado De San Francisco a Barcelona. Buscando el origen del coworking, y que se estrenará en las jornadas de CoworkingEurope el próximo noviembre.

De estos encuentros anuales e internacionales nació la Asociación de Espacios Coworking (AEC), que se encuentra en pleno proceso de creación de una junta de Gobierno y cuya misión es asentar las bases y diferenciar lo qué es coworking de lo qué no es: “En definitiva, Coworking no es otra cosa que adaptar el modo de trabajo a los nuevos cambios tecnológicos”, explica Gregorio Alonso, uno de los artífices de los estatutos de la organización.

Decálogo del buen ‘coworker’

1. “Ser alguien abierto que quiera conocer otros proyectos que también le puedan enriquecer y aportar algo nuevo” (Blanca Arregui)

2. “Hay que estar dispuesto a ofrecer ayuda o consejo sin esperar recibir nada a cambio” (Manuel Zea)

3. Ser proactivo y aportar ideas a otros miembros del coworking que lo sean menos” (Pablo Gavilán)

4. “Tener actitud de equipo y sentirte parte de él” (Sandra Cámara)

5. “No estar solo. Si se puede, asociarse con alguien, y si es número impar, mucho mejor, se agilizan las decisiones” (Alberto González Ronda)

6. “Tener una mente abierta a estar en continua evolución” (Cristina Martínez-Sandoval).

7. “Cooperar y ofrecerse a ayudar o colaborar con los otros, siempre con respeto” (Carlos Llerena).

8. “Cumplir la cadena de favores entre compañeros” (Gonzalo Navarro).

9. “Es trabajo entre iguales, luego estar dispuesto a compartirlo todo” (Gregorio Alonso).

10. “Respetar cada proyecto, que tiene su esencia y debe tener su reconocimiento” (Vicent Rosso).

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Sobre la firma

Belén Hernández
Redactora de Estilo de Vida, ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS, donde escribe sobre cultura y tendencias, pero también sobre infancia, medio ambiente y pobreza en países en desarrollo. Antes trabajó en El Mundo y Granada Hoy. Es granadina, licenciada en Periodismo por la Universidad de Málaga y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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