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La mayor parte de los oligarcas rusos sacaron su dinero hace tiempo

La crisis de la isla cuestiona el modelo político y económico de Putin

Pilar Bonet
Marcha de la oposición pidiendo más democracia en Moscú,
Marcha de la oposición pidiendo más democracia en Moscú, ANDREY SMIRNOV (AFP)

Además de mermar el capital ruso, la crisis financiera en Chipre evidencia los problemas que aquejan la gestión de Vladímir Putin, atrapado entre la dependencia económica de Occidente, sus promesas populistas y sus dificultades para una verdadera modernización de Rusia que implique control independiente del gasto público y pluralismo democrático.

“El bandido ruso que depositaba su maleta repleta de billetes en un banco de Chipre es un personaje del siglo pasado”, según afirman expertos financieros en Moscú. No obstante, este estereotipo —rara vez identificado como un ser actual—, sigue vivo en los comentarios europeos sobre los lazos entre Rusia y el que ha sido su paraíso fiscal favorito.

Las relaciones financieras Rusia-Chipre tienen diversas componentes y funciones, que además han cambiado con el tiempo, entre ellas operaciones de pago internacionales ágiles y baratas. Sobre el lavado de dinero, los analistas ni dan cifras ni señalan con el dedo, pero subrayan que no es hoy la función principal de la isla. Rusia y Chipre tienen un convenio para evitar la doble imposición y las estimaciones sobre el capital ruso pillado en los bancos chipriotas varían, siendo la cifra de 20.000 millones de euros la más reiterada.

La presencia de Moscú en las finanzas chipriotas comenzó ya en época de la Unión Soviética, cuando aquel país de economía planificada necesitaba sedes exteriores para realizar operaciones financieras para las que su sistema estaba mal equipado. Al desaparecer la URSS en 1991, Chipre se convirtió en un buen destino para los que se llevaban el dinero de Rusia a sacos.

Pero, “cuando Chipre ingresó en la Unión Europea, los bandidos del saco eran menos y dejaron de ir a Chipre, porque para entonces tenían ya cuentas legales en Suiza o Luxemburgo”, dice Serguéi Afontsev, jefe del departamento de Economía del Instituto de Economía Mundial y Relaciones Internacionales (IMEMO).

Luego, “al producirse la crisis griega, las grandes empresas rusas con cuentas en Chipre comenzaron a llevarse su dinero de allí”, señalan medios bancarios. En la fuga, matizan, “las empresas privadas fueron más rápidas que las públicas, que por ser más burocráticas han reaccionado con más lentitud”. En lo que a Rusia se refiere, en Chipre quedan depósitos de ahorradores medios y “megamafiosos incorregibles”, que no supieron reciclarse en oligarcas, como los que hoy son “respetados” en Occidente, señalan.

Las empresas públicas y privadas rusas con sede en Chipre han realizado sus transaciones a partir de cuentas en la isla. Esa práctica ha servido al capital ruso para invertir en su propio país convertido en “extranjero”, una condición jurídica que incrementa su seguridad.

“En Moscú, un grupo de agentes del orden puede asaltar tu oficina, pedir a tus empleados que se echen al suelo y llevarse lo que quieran. Esa no es una forma de dirigir un país moderno”, escribe el economista Anders Aslund, refiriéndose a los peligros que acechan a las empresas rusas.

El porcentaje del capital procedente de Chipre en la inversión extranjera total en Rusia es bastante estable y en 2012 supuso un 21,2% en 2012 y con valor absoluto de más de 76.700 millones de dólares.

La crisis de Chipre ocurre cuando Vladímir Putin trata de afianzar su base de poder mediante fórmulas populistas basadas en la idea tradicional de “Rusia como fortaleza asediada y rodeada de pérfidos enemigos”. Putin llamó “incompetentes” a los responsables de la zona euro, pero, más allá de algunos airados comentarios del presidente y del jefe de Gobierno, Dmitri Medvédev, la propaganda para consumo interior no ha podido “encajar” el tema de Chipre en el esquema “todos contra nosotros” con el que bombardea desde la televisión.

Los responsables de uno los programas más ideológicos de la televisión estatal renunciaron por ese motivo a tratar a fondo el tema de Chipre. Uno de sus analistas reconocía: “Surgen demasiadas preguntas a las que no se quiere responder. Si hablamos de Chipre habría que explicar por qué Rusia no renuncia a los paraísos fiscales, tal como proclama Putin, explicar qué sucede con el lavado de dinero y si el Estado utiliza a Chipre para operaciones opacas”.

En el discurso sobre el Estado de la nación en 2012, Putin pidió al gobierno que se preparara a renunciar a los paraísos fiscales. Pero ahora, Medvédev ha propuesto estudiar la posibilidad de crear paraísos fiscales en los territorios del Lejano Oriente necesitados de inversión, como Sajalín y las Islas Kuriles. Volver a crear paraísos fiscales en Rusia supondría reconocer de hecho que el país no logra modernizar su sistema financiero.

Una de las discusiones provocadas por la crisis de Chipre versa sobre el retorno o no retorno del dinero ruso en aquel paraíso fiscal. Prevalecen los que opinan que el dinero no volverá, sino que se irá a otros paraísos fiscales y, a ser posible, en dólares. El viceministro de Desarrollo Económico, Andréi Klepach, pronostica incluso que la salida de capital de Rusia será mayor de lo previsto y en la Escuela Superior de Economía, augura un descenso de las inversiones directas desde el extranjero

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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