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Francia prepara nuevos recortes bajo la amenaza de sanciones desde Bruselas

Hollande estudia cómo incumplir el objetivo de déficit sin ser castigado por la UE Fabius vuelve a restar protagonismo a Moscovici y revisa a la baja la previsión de crecimiento

Hollande y el primer ministro griego Samaras, al inicio de la visita del presidente francés a Atenas.
Hollande y el primer ministro griego Samaras, al inicio de la visita del presidente francés a Atenas.BERTRAND LANGLOIS (AFP)

La parálisis económica europea ha golpeado de lleno a Francia y los nervios empiezan a hacer mella en el Gobierno socialista. Varios pesos pesados del Ejecutivo salieron al ágora el martes para hablar sobre austeridad, y las contradicciones fueron palmarias. Lo que está claro es que París no va a poder cumplir este año con el 3% de déficit prometido y comprometido. Bruselas lo daba por hecho desde hace meses y tiene lista una flexibilización del objetivo, en paralelo a otros países como España. La duda estriba en saber cómo gestionará François Hollande el incumplimiento, dada su gélida relación con Berlín y Bruselas, ante la presión creciente del ala izquierdista de su partido.

Muchos diputados socialistas temen que, a cambio de un año de margen para cumplir el déficit, la Comisión Europea exija el viernes nuevos ajustes a París. Algunos ni siquiera descartan la hipótesis de que Francia sea sancionada por el desvío del objetivo, si no asume nuevas reformas y recortes del gasto público que según las voces que llegan de Bruselas podrían afectar a las pensiones y la política familiar. Aunque eso podría provocar un choque de trenes entre Bruselas y el Elíseo.

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Tras dos años de reducción paulatina de las cifras de déficit, en 2012 Francia empezó a toparse con dificultades para seguir con el ritmo de ajuste, como les ha ocurrido a otros socios europeos: por el deterioro de la situación económica en toda Europa, causado precisamente por la sobredosis de austeridad. Francia invoca tanto los efectos secundarios de esa receta alemana como la fortaleza del euro (que perjudica las exportaciones) para justificar el incumplimiento seguro. Y pese a que en principio la Comisión se muestra comprensiva, la prueba de que las sanciones están sobre la mesa la dio el Grupo Socialista del Parlamento Europeo, que emitió una nota rayana en la indignación que afirma que sería un desastre obligar a Francia a hacer nuevos ajustes en plena recesión. No sería la primera vez que eso ocurre con un país centroeuropeo: a finales de 2011, Bruselas ya exigió a Bélgica recortes adicionales para cumplir lo pactado, pese a que las fuentes consultadas destacan que el peso político de París hace pensar en un desenlace muy distinto.

Tras pactar en 2012 la reforma laboral con la patronal y algunas centrales sindicales, y aprobar un ajuste fiscal de 33.000 millones para 2013 y un plan -del gusto de Alemania- para mejorar la competitividad, París intenta minimizar el impacto de una nueva ronda de austeridad.

El presidente Hollande trata de ganar tiempo para preparar al país a los nuevos sacrificios

El primer ministro, Jean-Marc Ayrault, trató de tranquilizar a los cada vez más inquietos diputados de la mayoría, y los citó para pasar un mensaje que resultó ambiguo y poco esperanzador: “No he venido a anunciar un nuevo plan de ajustes para 2013. La política familiar no está en riesgo. El objetivo es el mismo, lograr el equilibrio de las cuentas al final del mandato”, dijo. Pero no porque otros nos obligarán a hacerlo. Sino porque Francia quiere reencontrar sus márgenes de maniobra para no dejar la factura a las generaciones futuras”.

Hollande, de visita solidaria en Atenas, confirmó que la previsión de crecimiento -y por tanto la de déficit- definitivamente no podrá ser cumplida este año, y de paso criticó a “una Europa que condena a los países a una austeridad sin fin”. “El saneamiento de las finanzas públicas”, añadió, “es necesario pero no suficiente”.

Laurent Fabius, ministro de Exteriores y exprimer ministro, intervino en el debate y señaló que Francia crecerá probablemente un 0,2% o un 0,3% este año, frente al 0,8% previsto, y reivindicó nuevos ahorros ya que, apuntó, “la izquierda debe ser justa y también seria”. Fabius afirmó que Francia necesita “gastar menos, no en inversiones sino en el funcionamiento del Estado, las colectividades locales y la seguridad social”.

A la espera de las previsiones europeas

En plena disonancia gubernamental, Pierre Moscovici, ministro de Economía, salió al paso de las opiniones de su colega, recordó que la nueva previsión de crecimiento para 2013 no está ultimada, y señaló que el protocolo a seguir será “el de cada año”. Primero se escucharán las previsiones de la Comisión Europea, y “a mediados de abril” París comunicará a Bruselas su programa de estabilidad.

El problema para el Gobierno de la segunda economía del euro es peliagudo; la locomotora europea está parada, los sindicatos y la izquierda de la izquierda han empezado a salir a la calle para protestar contra la austeridad y la sangría de despidos que sufre la industria, y si Bruselas aplica a rajatabla la doctrina de la canciller Angela Merkel y reclama a París más ricino para concederle un año de gracia en el desvío del déficit, las horcas caudinas de Bruselas redoblarán sin duda la presencia de banderas rojas en las calles.

Hollande está siendo tan prudente como suele, y parece tratar de ganar tiempo para preparar al país a nuevos sacrificios. El Tribunal de Cuentas ya ha adelantado que el Estado necesita nuevos recortes para cuadrar sus déficits y no seguir engordando su deuda, que roza el 90% del PIB.

Hace unos días, una fuente del Elíseo aseguraba en Le Monde que París no había pedido más tiempo a Bruselas para cumplir el déficit, aunque el comisario Olli Rehn lleva desde diciembre abriendo la puerta a esa posibilidad y ha vuelto a hacerlo en las últimas horas recordando que se abrirá la mano a cambio de mayores esfuerzos. La escena de los prolegómenos se parece mucho a la vivida antes en Grecia, Italia, España o Portugal. Y el final ya se conoce.

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