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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Economía española: tareas pendientes

En su diagnóstico sobre la economía española, a comienzos de 2012, sostenía el Círculo Cívico de Opinión que el problema más urgente era alcanzar el ajuste entre gasto y renta. Era imprescindible conseguir que el gasto de cada año no superase a la renta para dejar de necesitar financiación adicional del exterior, como ocurría desde 1999. Solo así se transmitiría a los inversores internacionales confianza para lograr la refinanciación, a tipos de interés razonables, de la enorme deuda acumulada. Solo en un escenario de solvencia podría el sistema financiero ofrecer a las empresas crédito para el crecimiento.

¿Cambio de tendencia?

Avanzado el otoño de 2012 hay indicios ciertos, aunque leves, de que se están produciendo cambios positivos en el panorama de la economía española. Algunos son llamativos, como la facilidad con la que el Tesoro ha colocado sus emisiones. Pero lo más importante, aunque menos vistoso, es que el esfuerzo de los agentes privados por reconducir la situación empieza a dar frutos.

En 2010 el sector privado generó ahorro suficiente para no necesitar financiación exterior y contribuyó a financiar parte del déficit público. En 2012 ha redoblado su esfuerzo hasta asomar a la economía española al equilibrio exterior. En junio, por primera vez desde la entrada en el euro, España ha tenido capacidad de financiación frente al resto del mundo, a pesar del déficit de las Administraciones públicas. No es un resultado anecdótico, sino la culminación de una tendencia, con un importante salto cualitativo a partir del segundo trimestre. Los datos del tercero son mejores, con superávit en la balanza por cuenta corriente en julio y agosto, otro hecho inédito desde antes de la entrada en el euro.

España está haciendo la devaluación interna más rápido que la media de los países en dificultades

La clave última de los nuevos datos está en una mejora continuada de la productividad desde que comenzó la crisis. Unida a la moderación salarial de los últimos tiempos, ha hecho posible una reducción significativa del coste laboral unitario, es decir, una importante ganancia de competitividad. España está haciendo la difícil devaluación interna con más intensidad y rapidez que el promedio de los países del euro en dificultades. La economía española tiene una solidez de fondo, y al tiempo una flexibilidad, que están muy por encima de la imagen de precariedad transmitida por las turbulencias financieras.

Esto no significa que la situación económica esté despejada o que el momento carezca de riesgos. El esfuerzo del ajuste ha dejado exhaustas a las familias, cuyo ahorro disminuye sin que pueda a cambio aumentar el consumo. Con el consumo en mínimos, cierto exceso de capacidad y ajustes pendientes en la vivienda, la demanda interna apenas estimula a la economía, que depende casi en exclusiva de las exportaciones. Y Europa, nuestro principal cliente, sigue sembrando incertidumbres.

Tampoco en el ámbito financiero la mejoría es suficiente. El Tesoro paga por su financiación más de lo que corresponde al verdadero estado de la economía, como ha reconocido el Fondo Monetario Internacional. Los bancos apenas encuentran más financiación que la ofrecida por el Banco Central Europeo, lo que dificulta el ajuste de su balance y la oferta de crédito. Las empresas privadas tienen serias dificultades para financiarse, aunque sus condiciones objetivas sean mejores que las de sus competidores extranjeros.

Por ello, el crecimiento no retornará en el corto plazo y el empleo seguirá deteriorándose; revertir una situación grave exige tiempo y constancia. Restaurar el equilibrio externo era el primer y obligado paso para abrir una oportunidad de encauzar la situación. Pero los deberes han de hacerse y con diligencia; no cabe confiar en el paso del tiempo.

Tareas pendientes

Dos dimensiones tienen las tareas pendientes. Una es estrictamente española, porque aún no están hechos todos los deberes propios. La otra es la europea, que exige impulsar desde España —en la medida de nuestras fuerzas— una progresiva rectificación de su política.

En cuanto a España, el sector privado ha hecho ya su ajuste, de manera que a las Administraciones toca hacer el esfuerzo pendiente. Es imprescindible una reducción significativa del déficit público, pero la vía del aumento de impuestos, en la que insiste el Proyecto de Presupuestos, no es la mejor solución y falta acometer con más decisión, y al tiempo finura, el recorte del gasto. Es necesario actuar sobre las grandes partidas y abandonar los recortes lineales, insuficientes y obstáculo en muchos casos del crecimiento presente y futuro. La reducción del tamaño de las Administraciones públicas, la racionalización del Estado de bienestar y la disminución de la capacidad excedentaria en infraestructuras públicas son imprescindibles.

Reducir el tamaño de las Administraciones públicas es acaso lo más urgente, porque tiene ventajas que no solo son económicas. Por una parte, disminuirá el coste soportado por los demás agentes económicos y mejorará la competitividad. Contiene también un factor de ejemplaridad, necesario para que los ciudadanos recuperen la confianza perdida en las instituciones y los políticos, si prescinden de pompa y asesores. Es además una oportunidad para racionalizar la distribución de competencias entre Administraciones y poner límites a su tendencia compulsiva a expandirse, interfiriendo la buena marcha de los agentes privados. Dada la crisis del modelo territorial español, debería aprovecharse la ocasión para solucionar simultáneamente lo económico y lo político.

El sector privado ha hecho ya su ajuste, de manera que a las Administraciones toca hacer el esfuerzo

El ajuste es importante, pero el crecimiento necesita que el ahorro conseguido se canalice hacia la actividad productiva a través del sistema bancario. Sin embargo, la situación del sistema financiero español es delicada tras una sucesión de errores de política gruesos. La despreocupación por la sostenibilidad del creciente endeudamiento externo y la dejación en las funciones de supervisión en años de crecimiento fueron el combustible de la crisis. La equivocada obsesión por el tamaño y la indecisión para abordar problemas de solvencia de ciertas entidades han sido letales después. Solo ahora, con enorme retraso, se ha puesto el rumbo adecuado, al situar en primer plano la solvencia y separar entidades sanas y enfermas.

Respecto a Europa, en nuestra opinión, España debe procurar el avance hacia una verdadera moneda común, con una disciplina férrea, pero también mecanismos de compensación más flexibles y automáticos que el denominado rescate. En cuanto a este, parece prudente por ahora la actitud del Gobierno de no solicitarlo mientras no estén especificadas las condiciones y consiga obtener financiación en los mercados, como ha ocurrido este año. Sin embargo, tal postura no se puede mantener indefinidamente, pues el coste de pagar un precio elevado por la financiación, como el marcado por la prima de riesgo, no es sostenible en el medio plazo. Además, la dificultad que tienen bancos y empresas en el acceso al crédito, por la competencia del Tesoro y el cierre de los mercados internacionales, está ralentizando seriamente el crecimiento.

Es urgente salir de esta situación de bloqueo con la creación de instrumentos más flexibles que los rescates hasta ahora aplicados a países pequeños para que sea posible recibir asistencia financiera, condicionada pero menos aparatosa. Las ayudas específicas, al estilo de la empleada para la reconversión financiera, y la compra de deuda en mercados secundarios por el Banco Central Europeo —si se pone en práctica sin el dramatismo de que por el momento parece aureolada— son el tipo de actuaciones más convenientes para todos. Pero si el bloqueo continúa habrá que replantearse la adopción de decisiones difíciles, porque la economía española necesita, para reemprender en serio el crecimiento, una holgura financiera de la que hoy carece.

La sociedad española se encuentra en una encrucijada decisiva. El Círculo Cívico de Opinión insta al Gobierno a liderar esta oportunidad propiciando grandes acuerdos nacionales donde sea necesario y anima a los demás agentes a esforzarse por dar cuerpo a los primeros indicios de un cambio de tendencia en la economía española. Una mejora de la economía será, además, un bálsamo para otros problemas serios que urge encauzar.

José María Serrano Sanz y José Luis García Delgado escriben en representación del Círculo Cívico de Opinión.

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