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La prensa planta cara a Google

Los grupos periodísticos presionan al buscador por el uso de sus contenidos

Trabajadores en la sede de Google en Berlín
Trabajadores en la sede de Google en BerlínBRITTA PEDERSEN (Efe)

Dicen que nunca deberías enfrentarte a gente que puede hacer que corran ríos de tinta, pero tus posibilidades son mayores cuando comercias con terabytes de datos. En Estados Unidos, Google y los grandes medios de comunicación estuvieron a la greña durante años por Google News, y Google hizo su agosto, llevándose directo al banco su argumento en favor de un Internet gratuito y abierto.

Resulta un poco contrario al sentido común, pero los periódicos importantes creían que Google les perjudicaba al crear una página de vínculos —con titulares y un resumen breve— para artículos que los periódicos habían pagado para crear. Las editoriales alegaban que lo que se suponía que era un índice de las noticias se había convertido en las noticias, y que disuadía a la gente de hacer clic hasta la fuente.

Los grupos editores estadounidenses decidieron finalmente que lo peor de que Google News te agregara era que no te agregara en absoluto, pero la lucha la han reanudado ahora en otros países los grupos de comunicación que sostienen que la gigantesca empresa de búsquedas estadounidense les vacía el bolsillo cada vez que crea vínculos para los artículos. En Brasil se ha puesto en marcha un boicot; las normativas sancionadoras están ganando fuerza en Alemania, y corren rumores de que en Francia está teniendo lugar una iniciativa similar.

No es esa la impresión que sacarían si hablasen con Eric Schmidt, el presidente ejecutivo de Google. Se toma en serio los desafíos a Google News —acaba de volver de Francia tras mantener conversaciones con el presidente François Hollande—, pero se mostraba optimista en una llamada de teléfono desde Chicago. “Las conversaciones han ido bien, y confío en que alcanzaremos algún tipo de acuerdo hacia finales de año”, señalaba.

No esperen que ese acuerdo reconozca el principio de los llamados derechos de autor complementarios, que se ha introducido en Alemania y en otros países, y que propone que Google y otras empresas paguen por ofrecer titulares y las primeras líneas de un artículo, mientras que Google afirma que eso constituye un uso justo. En Francia y Alemania, los editores han encontrado en sus Gobiernos a unos socios dispuestos a defenderles en su intento de apretarle las tuercas a Google. Probablemente no funcionará, con independencia de quién se encargue de apretarlas, porque aunque las palabras de Google son siempre cordiales, su postura siempre es firme. “Siempre que tratas con el Gobierno, quieres dejar claro lo que vas a hacer y lo que no vas a hacer”, decía Schmidt. “Y no queremos pagar por un contenido que no albergamos. Somos muy claros al respecto”.

El movimiento de resistencia se da sobre todo fuera de EE UU

Volviendo al hemisferio sur, más de 150 periódicos de Brasil decidieron en 2011 salirse unilateralmente de Google News, incluidos muchos de los periódicos más importantes del país. El debate se abrió otra vez en una conferencia en Brasil el mes pasado en la que representantes de Google y de los periódicos del país discutieron sobre lo justo que es el “uso justo”. Una vez más, Schmidt no estaba excesivamente preocupado. “Es una buena decisión”, comentaba. “Los editores son libres de hacer lo que les plazca, y hay mucha competencia por las noticias en ese país, de modo que no nos preocupa demasiado”.

Existen unas cuantas razones por las que Google mantiene la calma en medio de una tempestad de oposición. Según Google, su motor de búsqueda redirecciona 4.000 millones de clics al mes hacia los medios de comunicación, 1.000 millones de los cuales proceden de Google News. Eso es mucha palanca.

Las empresas periodísticas de otros lugares han seguido las tribulaciones de los diarios estadounidenses con mucho interés. La situación en Alemania y Brasil es buena —la de los periódicos franceses no lo es tanto— y siguen controlando sus clientes y sus modelos de negocio. Y les gustaría que siguiese siendo así.

“Los editores alemanes están en una posición mucho más fuerte que sus homólogos estadounidenses. Asistieron al declive de la industria editorial estadounidense, y están tratando de consolidar sus líneas de producto mientras todavía pueden”, explica Wolfgang Blau, el editor jefe de Zeit Online en Alemania, y añade que las empresas de prensa tradicionales preferirían cambiar de tema antes que de modelo de negocio. “En realidad es una batalla perdida, pero por ahora, Google es un objetivo fácil”.

Google juega la baza de millones de internautas

En un correo electrónico, Mathias Döpfner, el consejero delegado de Axel Springer, la casa editorial de algunos de los periódicos más importantes de Alemania, afirmaba que las compañías de prensa de todo el mundo tenían que protegerse para prosperar.

“Fomentamos la agregación en donde podemos”, escribía. “Pero no podemos aceptar la agregación comercial de nuestro contenido de forma gratuita”, indicaba. Y puntualizaba: “Incluso los extractos de historias perjudican a nuestro negocio porque la gente tiende a no hacer clic hasta los sitios originales si la visión general de las noticias agregadas se vuelve demasiado completa”. (Europa ha tenido tradicionalmente unas protecciones de los derechos de autor muy importantes, y la norma estadounidense del uso justo es menos normal allí).

Otras jurisdicciones también tienen una flexibilidad que las publicaciones estadounidenses no tienen. Si todos los editores estadounidenses se uniesen para parar a Google, como en Brasil, estarían en los tribunales más rápido de lo que ustedes podrían decir “la Ley Sherman”. Y aunque Washington se enfrentó a una protesta a través de Internet cuando trató de ayudar al sector del entretenimiento con una normativa antipiratería, los grupos periodísticos alemanes y franceses mantienen una relación mucho más estrecha —algunos dirían que simbiótica— con el Gobierno.

La oposición frente a Google es importante porque hay mucho en juego. Los sitios en inglés como The Financial Times, The Guardian y The New York Times pueden generar un público mundial, y quizá acaben prosperando en una era digital. Pero las noticias ofrecidas en portugués, francés y alemán tienen un horizonte mucho más limitado. Y como Google usó la flexibilidad de la Unión Europea para establecer una división en Irlanda, un entorno de impuestos bajos, los miles de millones gastados en anuncios en Francia y en Alemania no están siendo gravados por esas jurisdicciones.

Schmidt llamaba a eso “un tema muy diferente”, y dijo que Google “cumplía totalmente la letra y el espíritu de la ley. Nos está yendo muy bien en lo que se refiere a cuota de mercado, pero eso no significa que estemos haciendo algo indebido”. Y añadía: “Los periódicos tienen un problema muy real, y nos preocupa lo que les pasa. Pero tienen que rentabilizar los clics que les enviamos de una forma que les garantice el futuro”.

Para ser una empresa que se encuentra en medio de una guerra con muchos frentes, Google se siente confiada porque una gran parte del mundo está de su lado. Es un pedazo muy considerable de la Red que los usuarios creen que proporcionará un acceso sin fricciones a una gran parte de la información sobre el planeta.

Google, debido a su tamaño, se ha convertido en una piñata idónea, pero lo más seguro es que el molerla a palos no dé como resultado un filón de ingresos compartidos. A fin de cuentas, da igual lo que los grupos editores y sus aliados en el Gobierno piensen que es lo correcto.

“No hay forma de poder tratarlo como un producto que puedes proteger con las mismas restricciones que tenías en ecosistemas anteriores”, señalaba Rosental Alves, el ex director ejecutivo de Jornal do Brasil, que ahora es catedrático de periodismo en la Universidad de Tejas. “La información es líquida e imparable”.

© New York Times Service 2012

Traducción de News Clips

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