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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

También hay buenas noticias

Las exportaciones de mercancías han pasado de representar alrededor de un 18% de nuestro PIB en la pasada década a un 22%

José Luis Leal

Inmersos, como estamos, en una profunda recesión económica con un constante goteo de malas noticias que, a veces, se transforma en alud, merece la pena recordar que también hay sectores de nuestra economía, y no pequeños, que van bien y a los que conviene cuidar. Me refiero a las exportaciones.

Las cifras de estos últimos años son espectaculares. Las exportaciones de mercancías han pasado de representar alrededor de un 18% de nuestro PIB en la pasada década a un 22% en la primera mitad de este año. Los servicios, por su parte, han aumentado un punto del 8% al 9% actual. En conjunto, el sector exterior ha ganado, en los últimos años, unos cinco puntos de participación en el PIB. La economía española parece adentrarse por el camino de la reconversión del ladrillo hacia la exportación.

Si se mantuviera esta tendencia, podríamos decir que avanzamos hacia el crecimiento sostenible de la economía. Es interesante comparar nuestra situación con la de Francia e Italia: en estos dos países las exportaciones de mercancías representaban en 2010 un 23% de su PIB, lo que significa que estamos ya muy cerca en lo que se refiere a las exportaciones de mercancías. Ahora bien, como exportamos más servicios que ellos ya hemos conseguido, en conjunto, superarlos. No es de extrañar por ello que la OCDE vaticine para este año un excedente de la balanza de mercancías y servicios para España de 23.357 millones de euros, frente a un déficit de 17.128 millones para Italia y otro de 59.172 millones para Francia. Es un cambio radical si pensamos que en 2008 el déficit de la balanza de bienes y servicios fue de 60.000 millones de euros, aunque la caída de las importaciones haya contribuido, y mucho, a este resultado.

Los resultados actuales se han obtenido en parte por el impacto de la propia crisis que reduce las importaciones y empuja a las empresas a exportar

Cabe preguntarse si la comparación con Francia e Italia es adecuada. Hay un ingrediente en la apertura de los países: cuanto más grandes, menos abiertos. El promedio de las importaciones y exportaciones de bienes y servicios, que es una buena medida de la apertura al comercio internacional de un país, va del sorprendente y excepcional 160% del PIB de Luxemburgo al 13% de Estados Unidos, pasando por el 80% de Bélgica o el 28% de Italia. Dado que nuestra economía es de menor talla que la italiana o la francesa, nos toca ahora consolidar lo que ya hemos conseguido.

Los resultados actuales se han obtenido en parte por el impacto de la propia crisis que reduce las importaciones y empuja a las empresas a exportar porque no encuentran mercados en el interior de nuestro país. Es cierto que tenemos planteado un problema de sostenibilidad, pero no es menos cierto que la nueva estructura es mucho más sólida que la anterior de la burbuja. La principal cuestión que ahora se plantea consiste en saber si seremos capaces de mantener, o incluso de aumentar, el peso de las exportaciones en un escenario de crecimiento de la demanda interna.

Una razón de peso para tener una cierta confianza en que podemos lograrlo se encuentra en lo sucedido durante los años de la burbuja en los que, a pesar de la intensa presión de la demanda interna, las exportaciones de mercancías y servicios consiguieron mantener su cuota en el comercio mundial, al contrario de lo sucedido en los países vecinos. Pero este argumento general no puede bastar por sí solo.

Entre los años 1999 y 2008, España logró mantener el porcentaje de bienes de alta tecnología exportados, al contrario de lo sucedido en los principales países europeos

En un interesante estudio realizado a petición del anterior presidente del Gobierno titulado Informe económico del presidente del Gobierno, 2010, en el que, aparentemente, se pretendía emular el informe que anualmente publica el presidente de Estados Unidos, figura un apartado relativo a las exportaciones en el que se exponen datos relativamente optimistas sobre el contenido tecnológico de las mismas. Entre los años 1999 y 2008, España logró mantener el porcentaje de bienes de alta tecnología exportados, al contrario de lo sucedido en los principales países europeos, si bien nuestra cuota, un 10,2%, era bastante menor que la del promedio de esos países, un 19,2%. El porcentaje de bienes de baja tecnología que exportamos en 2008 era un poco más alto que la de aquellos países, un 21,6% frente a un 18,1%. La participación del resto, es decir, de los bienes de tecnología media-alta y media-baja era más o menos la misma. Es razonable concluir que aunque nos quede mucho camino por recorrer, el punto de partida no es tan desfavorable como el que a veces se piensa.

Desde esta perspectiva, algunas de las medidas adoptadas por el Gobierno en los últimos meses están bien orientadas. Es necesario flexibilizar los mercados y todo lo que vaya en esa dirección será bueno para el futuro de la economía. Pero hay algunos aspectos discutibles en lo que se ha hecho como, por ejemplo, recortar los gastos en investigación que constituyen un elemento esencial a la hora de incorporar tecnología a nuestros productos para hacerlos más competitivos. Y hay otras medidas que no se han tomado como, por ejemplo, reducir las trabas administrativas a los empresarios, exporten o no, mediante algo tan simple como la generalización del silencio administrativo positivo, o la reducción del amplio desfase existente entre la producción científica española y el registro de patentes, o los incentivos a la fusión de empresas como método para incrementar su tamaño. Existe una correlación positiva entre el tamaño de las empresas y sus exportaciones. Hay también otras medidas, algunas sin coste o con un coste muy reducido, que podrían ayudar a mantener y desarrollar el comercio exterior sin caer en el proteccionismo.

El aumento de las exportaciones es lo único que nos permitirá reducir, al ritmo que sea posible, el fuerte endeudamiento neto de nuestro país

El aumento de las exportaciones es lo único que nos permitirá reducir, al ritmo que sea posible, el fuerte endeudamiento neto de nuestro país. Debemos más del 90% del PIB como resultado, esencialmente, de la acumulación de fuertes déficits en la balanza por cuenta corriente a lo largo de la pasada década y ahora, para devolver el ahorro prestado, tendremos que registrar excedentes. Por el momento estamos en el buen camino, a pesar de que el excedente en bienes y servicios que alcanzaremos este año no llegará a compensar el déficit de la balanza de rentas, consecuencia de nuestro fuerte endeudamiento exterior. Las empresas están realizando un esfuerzo notable en los mercados internacionales. Es de esperar que ese esfuerzo se mantenga, pues es una condición indispensable para conseguir un crecimiento equilibrado que permita la creación de empleo.

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