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Draghi mete más presión para el rescate

El consejo del BCE estudia hoy retomar la compra de deuda de España e Italia, pero antes quiere que los países pidan ayuda con condiciones a sus socios europeos

Claudi Pérez
Draghi, durante una conferencia de prensa en julio.
Draghi, durante una conferencia de prensa en julio.REUTERS

Entre la lasaña de complejidades en la que se ha convertido la crisis nadie tiene un papel más delicado que el Banco Central Europeo (BCE). El Sur —con España a la cabeza— tiene depositada toda su fe en el Eurobanco, con la esperanza de que se saque de la manga una varita mágica para resolver el desaguisado; el Norte vigila amenazante cualquier providencia que le obligue a rascarse la cartera. De esa boloñesa, que empieza a tomar un cariz de dramatismo por las expectativas generadas, emergerá hoy el presidente Mario Draghi para decepcionar a la mayoría. Y sobre todo para presionar aún más a España.

Habrá algún detalle sobre la futura compra de bonos: he ahí la varita mágica, que sin embargo el BCE nunca usará hasta que Madrid y Roma soliciten ayuda al fondo de rescate europeo, con sus correspondientes y humillantes condiciones (de ahí la presión sobre España, que no deja de aumentar). Habrá también alguna medida extraordinaria adicional para tratar de que la tensión en los mercados no sea asfixiante. Y en apariencia poco más: la esperada reunión del Consejo de Gobierno del BCE en Fráncfort y la posterior rueda de prensa de Draghi defraudarán, según las fuentes consultadas, a quienes esperen que se desvelen todos los flecos de la adquisición de deuda pública destinada a rebajar las primas de riesgo, y a quienes prevean que el Eurobanco active esa medida de inmediato.

El banco se plantea renunciar a su carácter de acreedor preferente

Aunque eso es solo en apariencia. Porque los detalles no se conocerán hoy, pero la reunión es crucial: en ella se acabará de diseñar el tan traído y llevado programa de compra de deuda, en el marco de un encuentro de alto voltaje por la oposición del Bundesbank alemán, que sin embargo ha perdido fuerza al carecer del apoyo de la canciller Angela Merkel. El presidente del Eurogrupo, Jean-Claude Juncker, y el vicepresidente de la Comisión Europea, Olli Rehn, no faltarán a la cita para informar posteriormente a los ministros de Finanzas europeos, y en particular al español Luis de Guindos. Draghi ha dado ya claras pistas de por dónde van los tiros: comprará títulos a plazos de hasta tres años, de forma ilimitada —“del tamaño adecuado para lograr los objetivos”, según el dialecto que suele usar el banquero central— y eliminará, al menos de boquilla, la prelación de cobro del BCE respecto a otros acreedores, uno de los aspectos que más asustan a los inversores para animarse a volver a comprar deuda de países periféricos ante el riesgo de una eventual suspensión de pagos a la griega.

La agencia estadounidense Bloomberg citaba ayer dos fuentes oficiales que aseguran que el BCE esterilizará esas compras (es decir, retirará liquidez o venderá otros activos para que el efecto en el balance del Eurobanco sea neutro, tal y como quieren Alemania y los halcones del BCE, los consejeros más ortodoxos). Pero la agencia británica Reuters afirmaba que esa posibilidad está en el aire, citando otras dos fuentes oficiales. Nadie espera, además, que el BCE imponga un listón a las primas de riesgo, a partir del cual se vea obligado a intervenir. Eso supondría dar demasiadas pistas a los mercados para que los inversores exploren los límites a los que está dispuesto a llegar Draghi con aquel “haré todo lo necesario para salvar el euro; y créanme, será suficiente” que pronunció a finales de julio y con el que abrió un paréntesis de relativa calma.

La mayoría de expertos dejan la rebaja de tipos para el mes próximo

Casi todos esos detalles, que se darán a conocer en la comparecencia de Draghi, no son en el fondo más que tecnicismos: pinceladas dentro de un cuadro mayor, más complejo. Importantes y significativos, sobre todo para el cortoplacismo de los mercados, pero no fundamentales. Lo normal es que se concreten algunas cosas, “pero no se aclaren todas las dudas”, según Dirk Schumacher, de Goldman Sachs. Draghi no desvelará en público todo su plan. Y sin embargo, España sí conocerá ya si el BCE está dispuesto o no a poner toda la carne en el asador, y en qué condiciones. A partir de ahí, le toca mover ficha a Rajoy. Si la jugada le convence, debe solicitar un segundo rescate (de nuevo parcial, no completo como el de Grecia, Irlanda o Portugal) para evitar que a España se le cierren los mercados definitivamente. El presidente español está casi obligado a dar ese paso: la única incógnita, a partir de hoy, es el cuándo. En cuanto lo haga, el fondo europeo podrá comprar deuda en el mercado primario (esto es, en las emisiones del Tesoro), y el BCE en el de segunda mano.

Aunque las apuestas están divididas, la mayoría de los expertos no esperan una rebaja de los tipos de interés oficiales, situados en el 0,75%, hasta el próximo mes. Pero sí que Draghi anuncie nuevas medidas extraordinarias: incrementar los activos que las entidades financieras pueden dejar en la ventanilla del BCE como aval, y reducir el descuento que el Eurobanco les aplica. Eso daría aire a las entidades bancarias, muy castigadas por el cierre de los mercados, la recesión y, en definitiva, la larguísima crisis, que se encamina hacia el cuarto aniversario de la caída de Lehman Brothers. Además, el BCE podría anunciar un programa de compra de activos (como cédulas hipotecarias). Pero el meollo de la cita es otro: Draghi busca soluciones para España e Italia que no desaten la ira de Alemania y sus satélites; eso pasa en primer término por presionar a Madrid para que pida ayuda. Y es fundamental, esencial, la forma que elija hoy para deletrear ese mensaje, de forma que se alcance ese precario equilibrio del que depende el euro.

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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