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Caja Castilla-La Mancha, el aviso de una crisis que nadie quiso oír

CCM, que fue la primera entidad en caer, era un mapa de los peligros para el sector El mal control del riesgo y el exceso de crédito al ladrillo acabaron con la caja EL PAÍS abre con este artículo una serie sobre el hundimiento de las cajas de ahorros

El expresidente de CCM, Hernández Moltó, en marzo de 2009.
El expresidente de CCM, Hernández Moltó, en marzo de 2009.A. M. (EFE)

La muerte de Caja Castilla-La Mancha (CCM) no fue rápida ni casual. Ocurrió el 29 de marzo de 2009. La víctima tenía enormes complicaciones por el sector inmobiliario. Percibió que su final estaba cerca, pidió socorro, buscó alianzas… pero nadie acudió a su rescate. Su reputación estaba muy tocada.

Así llegó el final de CCM, que fue la prueba palpable de que la crisis financiera había llegado a España. La entidad quedó en manos de Cajastur y se diluyó el sueño de que el sistema financiero saldría indemne de la crisis por sus fuertes provisiones anticíclicas. Por supuesto, los responsables políticos, económicos y el Banco de España, minimizaron la caída del gigante castellano, que agrupaba cinco cajas y era la duodécima del sector con 19.000 millones en activos.

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La radiografía de la crisis de CCM muestra todos los males que después han aquejado a las cajas que se han hundido: ineficaz y anticuado control del riesgo; exceso de inversión en el sector inmobiliario; una rápida expansión fuera de su región de origen, con destino principal en Levante y una excesiva financiación en los mercados mayoristas internacionales. La especialidad de CCM fue tener una enorme corporación industrial de la que sobresalían el ruinoso aeropuerto de Ciudad Real y el difuso proyecto del Reino de Don Quijote. CCM los financió impulsada por el Gobierno regional y en asociación con empresarios del ladrillo de la zona, cuando el ciclo inmobiliario se estaba agotando.

Para hacerse una idea de lo mal que estaba la entidad basta con mirar las cuentas de 2011. La morosidad es del 26,38%, que se reduce al 6% si se eliminan los créditos cubiertos por el Esquema de Protección de Activos (EPA). El año pasado el crédito cayó un 6,3% y los depósitos bajaron un 12,51%. El beneficio fue testimonial, 72.000 euros. En su balance tiene suelo por valor de 1.680 millones, una cifra muy elevada, pero menor que los 1.991 millones de 2010.

El presidente José Luis Rodríguez Zapatero fue el primero en restar importancia a la quiebra de la entidad presidida por el exdiputado socialista Juan Pedro Hernández Moltó. “Solo supone el 0,8% de los activos del sistema financiero”, afirmó Zapatero.

La caída de CCM alarmó a la prensa internacional, mientra el Gobierno del PSOE la minimizaba

Sin embargo, la caída de CCM alarmó a la opinión pública española y, sobre todo, a la prensa internacional, que ya decía que el subprime español estaba escondido en el ladrillo, como se demostró después. En parte, la preocupación llegó porque para preparar el cierre de CCM fue necesario convocar un Consejo de Ministros en domingo, algo insólito en democracia.

Pese a las declaraciones de Zapatero, pronto se vio que el buque insignia manchego iba a tener un final estruendoso. Cuando quiebra una entidad financiera existe el riesgo de que se genere un problema mucho mayor del que ha producido el fallo. Puede que cunda el miedo y los ahorradores traten de retirar su dinero en masa.

Esta locura colectiva ya había ocurrido en la entidad castellano manchega. El 21 de enero de 2009, en el municipio toledano de Los Yébenes llegó el pánico bancario semanas antes de la intervención. Oficialmente, el nerviosismo partió de un rumor y una confusión fatal. Una emisora local de Toledo, Radio Consuegra, informó de que una pequeña empresa de fabricación de puertas, ITM, había quebrado. Algún vecino entendió que era CCM. A partir de ahí, la noticia corrió como la pólvora por las calles del pueblo y los vecinos acudieron masivamente a retirar su dinero. Las colas frente a los sucursales de CCM en Los Yébenes crecieron y las oficinas centrales de Toledo tuvieron que mandar furgones con dinero.

Una quiebra sin indemnizaciones

• Juan Pedro Hernández Moltó, presidente desde 1999, cobraba 150.000 euros al año. Tras la intervención, no recibió indemnización ni tuvo derecho a paro.

• El expresidente fue multado con 155.000 euros por el Banco de España, que le inhabilitó por cinco años. Anticorrupción concluyó que no hubo enriquecimiento con el cargo. Tiene pendiente un juicio por una denuncia de administración desleal.

• Al director general, Ildefonso Ortega, colocado en el cargo por el PP, el Banco de España le abrió siete expedientes por siete faltas muy graves.

• Ortega fue multado con 150.000 euros y perdió la pensión por jubilación. Anticorrupción dijo que no se enriqueció en el ejercicio de su cargo.

Algunos exejecutivos de la entidad aseguran que no fue casual. En privado citan nombres de empresarios afines al PP de la zona, a los que culpan de alimentar el rumor. Lo que ocurrió en Los Yébenes fue un ensayo del verdadero final de la caja. CCM no quebró solo porque arrastraba un problema de solvencia por sus erróneas inversiones inmobiliarias, sino por falta de liquidez. Al cáncer del ladrillo se unió el infarto de la falta de dinero.

A lo largo de marzo de 2009 el PP de Castilla-La Mancha, capitaneado por María Dolores de Cospedal, alentó una campaña contra la solvencia de la entidad en una guerra en la que también atacó al Gobierno regional de José María Barreda. Empresarios afines al PP propiciaron la retirada de depósitos. Como posteriormente demostraron las estadísticas de la caja, en pocas semanas se sacaron unos 5.000 millones. Muchos millones de esos fueron inyectados por el Banco de España, hasta que vio que el agujero no tenía fin y dijo basta mediante la intervención.

“Fue una voladura desde dentro”, recuerda el expresidente Juan Pedro Hernández Moltó, que destaca que tres ex altos cargos de la caja, miembros del PP, no quisieron abandonarla en sus últimos días para fortalecer al consejo pese a que su partido les obligó a dimitir. Moltó no era presidente ejecutivo. El director general era Ildefonso Ortega, que ya estaba en la entidad cuando estuvo bajo el control del PP.

La campaña del PP de Cospedal contra CCM propició la fuga de 5.000 millones de depósitos

En 2008, Moltó percibió que se acercaba el final de CCM e intentó fusiones para evitar su caída. Contactó con tres entidades: la primera con Ibercaja, que no fructificó por un informe de PwC (auditora en la que ya trabajaba Luis de Guindos), que afirmó que el agujero era de unos 3.000 millones y después hubo conversaciones poco profundas con Cajastur.

Sin embargo, con quién más lejos se llegó fue con Unicaja, presidida por Braulio Medel, que pidió unos 2.000 millones en ayudas y garantías para créditos morosos. El Banco de España se negó a concederlos tras una partida de pócker en la que también jugó José Antonio Griñán, presidente de la Junta de Andalucía, que mantuvo un fuerte enfrentamiento con el gobernador, Miguel Fernández Ordóñez.

La legislación era obsoleta y retrasó enormemente el cambio de control. De hecho hasta septiembre de 2010 Cajastur no tomó las riendas de la entidad manchega. Todavía no existía el Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria y toda la cuenta la pagó el Fondo de Garantía de las Cajas, de Ahorros que perdió casi el 75% del patrimonio acumulado durante décadas.

La caja negoció con Ibercaja, Cajastur y Unicaja una fusión para evitar la intervención

Al final, la caída de CCM salió más cara que si se la hubiera quedado Unicaja: 2.475 millones en garantías para los créditos morosos que pudieran aparecer y 1.300 millones en capital.

Con este panorama, no es de extrañar que la palabra riesgo aparezca por todos sitios cuando se habla de objetivos de futuro del Banco CCM: mejorar la calidad de las inversiones, recuperar fallidos y aplicar costes racionales. Lo más llamativo de esta crisis es que pese a que en las ruinas de CCM estaba el mapa de los peligros del sector, ni el supervisor ni nadie tomaron medidas para paliar el derrumbe del sistema.

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Sobre la firma

Íñigo de Barrón
Es corresponsal financiero de EL PAÍS y lleva casi dos décadas cubriendo la evolución del sistema bancario y las crisis que lo han transformado. Es autor de El hundimiento de la banca y en su cuenta de Twitter afirma que "saber de economía hace más fuertes a los ciudadanos". Antes trabajó en Expansión, Actualidad Económica, Europa Press y Deia.

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