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Columna
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Blablá, blablá...

Los efectos que el hombre produce en el cambio del clima se relegan por la lucha contra la crisis

Joaquín Estefanía

Vencidas las dos cumbres globales que se han celebrado la pasada semana, el balance de las mismas es diferente. Suspendamos una valoración rotunda del G-20 de México hasta que veamos si sus llamadas a una estrategia de crecimiento tienen efecto, sobre todo en la zona más retrasada de la recuperación económica: Europa. En cuanto a la Conferencia de las Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible (Río+20), el resumen no puede ser más decepcionante: inacción política, ausencia de un salto adelante, conflicto de intereses cuyo vector dominante ha sido la pasividad. Blablá, blablá...

Dos décadas después de la Cumbre de la Tierra, celebrada en 1992 también en Brasil, es difícil encontrar algo concreto en la declaración de Río+20, más allá de los pronunciamientos propagandísticos de algunos de las decenas de jefes de Estado y de Gobierno presentes (entre los cuales, por ejemplo, no se encontraba Obama, lo que es muy representativo del momento que vive el desarrollo sostenible). Quizá una de sus principales características sea el desplazamiento de la atención de las convenciones firmadas en 1992 sobre biodiversidad y cambio climático (CC) hacia la pobreza, como si no hubiera una interdependencia directa entre lo económico, lo social y lo ambiental.

Coincidiendo con Río+20, la ONU ha iniciado una campaña, titulada “Y tú sin enterarte”, que ocupa vallas publicitarias de muchas ciudades, en la que pretende poner al día los Objetivos de Desarrollo del Milenio, que han de cumplirse, según lo comprometido, para el año 2015. En ellos se pretendía reducir a la mitad las personas que viven con menos de un dólar al día, garantizar un empleo decente y reducir a la mitad las personas que pasan hambre. Cuando faltan tres años para ese horizonte se han reducido (según el propio balance de la ONU) en 400 millones las personas que viven con menos de 1,25 dólares diarios, pero 1.000 millones siguen pasando hambre en el mundo.

¿Y el CC? Las dudas, contradicciones y pasos atrás conducen a situaciones más graves, en algunos casos, que las de hace dos décadas. Prosiguen los aumentos de temperatura, del nivel del mar, hay fenómenos meteorológicos extremos más frecuentes, reducción de la superficie de los glaciares, pérdida de biodiversidad, aumento de la probabilidad de enfermedades infecciosas y de las migraciones.

Pero del mismo modo que en el seno de la economía se distingue entre lo urgente y lo importante, también se hace entre la economía y el resto: la naturaleza del CC, que parece tener efectos solo a medio y largo plazo, hace que en situaciones de coyuntura adversa, el gasto tienda hacia la cobertura de las necesidades más inmediatas. Se da así una asignación de recursos muy difícil de combatir por quienes llaman la atención sobre los riesgos causados por la acción del hombre en los sistemas naturales y en las costumbres y comportamientos sociales.

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