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Devaluaciones en el Cono Sur

Brasil y Argentina luchan de forma opuesta contra las oscilaciones del dólar

Alejandro Rebossio
Clausura de uno de los locales que vendían dólares ilegalmente.
Clausura de uno de los locales que vendían dólares ilegalmente.

Si usted aterriza en Buenos Aires y se encuentra con perros de las razas golden retriever y labrador, tenga en cuenta que huelen billetes. Nadie puede sacar o entrar en Argentina más de 10.000 dólares (7.944 euros) en efectivo. Es uno de los controles que ha impuesto el Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner para vigilar el mercado de cambios en un tiempo en el que los dólares del superávit comercial ya no le sobran como antes y le son necesarios para pagar la deuda externa y evitar una devaluación que dispare la ya elevada inflación y dañe la desacelerada actividad económica. Tanta restricción de acceso al dólar —la moneda en la que los argentinos ahorran tras varias depreciaciones del peso en los últimos 40 años— ha llevado a que se creara un mercado negro llamado blue (azul) en jerga financiera.

Brasil también sufre la presión para devaluar su moneda, en este caso impulsada por el Gobierno de Dilma Rousseff después de años de una excesiva apreciación que ha debilitado su industria.

El real se ha depreciado 7,4% en lo que va de 2012. El dólar llegó esta semana a cotizar a 2,10 reales y después bajó a 2,02. El abaratamiento de la moneda de Brasil y de sus productos ha provocado temor en países vecinos.

En el caso del peso argentino, la divisa ha perdido el 4,2% de su valor en lo que va del año, pero en el mercado paralelo se devaluó el 18,8%. El dólar oficial está a 4,49 pesos, mientras el blue llegó a cotizar a 6,12 pesos, un nivel considerado exagerado para los economistas y que fue solo fruto de la prohibición de facto de comprar divisas en la plaza regulada. Después bajó a 5,93.

En Argentina, la restricción oficial de acceso al dólar ha generado un importante mercado negro

De hecho, tanto en Brasil como en Argentina hay factores externos que debilitan el valor del real y del peso. La posibilidad de que Grecia abandone la Eurozona y de que la banca española necesite de un rescate ha acrecentado la aversión al riesgo de los inversores en el mundo, que se han refugiado en el dólar. Pero, a diferencia de lo que sucede en otros países de la región, su depreciación resulta mayor por motivos internos. En Brasil, el ajuste fiscal, los altos tipos de interés y la apreciación del real que impulsaban el Gobierno de Rousseff y el Banco Central para combatir la inflación han estancado la economía y por eso las autoridades han comenzado a finales de 2011 a revertirlos. El impuesto al ingreso de capitales especulativos desalentó la entrada de dólares y colaboró a depreciar el real. El contexto externo devaluó tanto el real esta semana, que el Banco Central intervino para contenerlo.

Algunos analistas temen por la inflación, pero el gobernador del Banco Central de Brasil, Alexandre Tombini, ha dicho que el impacto en los precios será moderado y prometió que seguiría bajando los tipos si fuese necesario para reactivar la economía. Economistas de la entidad esperan que Brasil se expanda un 3% este año, es decir, que revierta el crecimiento cero del primer trimestre. El mayor millonario de Brasil, y séptimo del mundo, Eike Batista, está “feliz” porque mejorarán las exportaciones, como las suyas de minerales y petróleo. Lo mismo opina el ministro de Desarrollo brasileño, Fernando Pimentel, que también vaticina un perjuicio para las importaciones.

A diferencia de los argentinos, una devaluación no impulsa a los brasileños a comprar dólares. Un informe del Departamento del Tesoro de Estados Unidos indica que, fuera de ese país, en Argentina es donde más billetes de dólar hay por habitante, unos 1.300 dólares per capita, frente a seis en Brasil. “Los brasileños no tienen el trastorno obsesivo compulsivo por el dólar”, aprecia Marina Dal Poggetto, analista del estudio Bein. Pero añade que existen motivos racionales para su conducta: en Brasil, los tipos de interés, que sirven de referencia para los depósitos a plazo en reales, duplican la inflación, mientras que en Argentina suponen la mitad que el índice de precios al consumidor.

El real brasileño alto sirvió para frenar la inflación pero ha mermado la actividad de la industria

La obsesión argentina por el dólar tampoco es generalizada: en 2011 solo el 12% de la población adulta compró esa divisa, según fuentes oficiales. Claro que a todos les impactaría en su bolsillo si el peso se devaluase. Ante ese riesgo, el Gobierno de Fernández estableció en noviembre pasado que solo los que tuvieran justificados sus ingresos en Hacienda podrían comprar dólares. Una persona iba al banco o a la casa de cambio y allí el empleado controlaba por Internet que Hacienda le autorizara a adquirir divisas. A partir de entonces creció el mercado paralelo, que igualmente suponía solo el 2,5% de las operaciones en aquel momento.

Este mercado tiene dos vertientes: una legal y otra ilegal, que está penada hasta con ocho años de prisión. La legal es la compra de bonos o acciones que también cotizan en el exterior, para después venderlas a inversores foráneos y cobrarlas en el extranjero. La ilegal consiste en ir a las llamadas cuevas. Algunas son casas de cambio legales con una puerta que comunica con la trastienda, donde se cambian divisas en forma clandestina. También hay operadores bursátiles con doble fachada. Además, existen cuevas que operan solo en el mercado ilegal, instaladas en pisos o que distribuyen billetes a domicilio.

La nacionalización de YPF elevó la demanda de dólares, según Felipe Hernández, analista del Royal Bank of Scotland. La popular medida disgustó al mercado. El Gobierno reaccionó bloqueando todas las autorizaciones que daba por Internet. Fue así que en las últimas tres semanas creció el mercado paralelo, que ahora supone el 15% del oficial, según el exgobernador del Banco Central Martín Redrado.

En los últimos días, Hacienda ha desplegado controles para detectar cuevas y arbolitos, personas que ofrecen en voz baja el dólar negro en el centro de Buenos Aires. También ha comenzado a realizar controles para perseguir a quienes habían comprado dólares en el mercado oficial y los venden en el blue para hacerse con un beneficio de más del 30%. Pero la compra de dólares para ahorro supone solo el 11% de las operaciones del mercado de cambio: el 89% lo mueven las también restringidas importaciones y giros de beneficios y regalías de multinacionales a sus casas matrices.

La restricción del dólar en el mercado oficial y su encarecimiento en el paralelo han derribado las ventas de inmuebles, que se hacen en moneda estadounidense. Por ahora, la devaluación del peso en el sector informal no ha tenido impacto en la inflación, pero sí lo tiene la limitación de importaciones, que restringe la oferta. Los controles de cambio se parecen en algo a los de Venezuela, pero el analista Sebastián Vargas, de Barclays, considera que se asemejan más a los de la Argentina de los años setenta y ochenta. Caracas tiene acceso directo a los dólares por su petrolera PDVSA, mientras que Buenos Aires depende de que los exportadores de soja liquiden sus divisas. Venezuela tiene criterios bien claros sobre cuántos dólares pueden comprar los ciudadanos y con qué fin (por ejemplo, 5.000 para los viajeros y nada para los ahorradores), mientras que Argentina no transparenta la regla por la que autoriza o rechaza la adquisición de divisas, sino que se guía de acuerdo con sus propias necesidades de dólares.

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