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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Quién será el próximo?

La recesión es el principal enemigo del déficit público y de la solvencia del sistema bancario

José Carlos Díez

La eurozona sufre una crisis cambiaria, una patología económica tan antigua como el dinero. Al ser una unión monetaria, es algo particular, pero los fundamentos son los mismos que en la crisis de países emergentes tan habituales en las últimas décadas. Cuando los inversores anticipan que el tipo de cambio fijo no es permanente salen del país para protegerse de la posible devaluación que les provocaría fuertes pérdidas en su inversión.

Hasta 2009, los inversores no cuestionaron el euro, pero la Gran Recesión y la tragedia griega han abierto la caja de Pandora. Grecia es el 2% del PIB y de la población de la eurozona, pero su salida sentaría un precedente que llevará a los inversores a preguntarse si habrá efecto dominó. Y aquí entra España.

La pregunta desde España debe ser: ¿por qué, de 16 países, nosotros somos de los más afectados junto con Portugal, Irlanda e Italia? Hasta hace unos meses, yo mismo contaba que nuestro problema era de deuda privada por el elevado endeudamiento de nuestras empresas y familias, pero la recesión ha cambiado el cuento. Ahora, nuestras proyecciones de deuda pública a medio plazo se han deteriorado y las pérdidas del sistema bancario, también.

Las mayores dudas surgen sobre la solvencia de nuestro sistema bancario y de nuestras comunidades autónomas, pero el propio Gobierno anunció que no dejaría caer a ninguna

Las mayores dudas son sobre la solvencia de nuestro sistema bancario y de nuestras comunidades autónomas, pero el propio Gobierno anunció que no dejaría caer a ninguna. Además, la nacionalización de una de las mayores entidades financieras, con un tamaño del 30% del PIB, ha supuesto la socialización de la deuda privada y ha penalizado el diferencial de nuestra deuda pública. La socialización es un clásico en la literatura sobre crisis cambiarias.

La estrategia desde España debería haber sido de bajo perfil, intentando ceder el protagonismo a Italia y hacer lo imposible para que los inversores no nos asociaran con los países intervenidos. Esta fue la estrategia que siguió Mario Monti, catedrático de Economía, experto en teoría de juegos y gran conocedor de la política europea, y parece que le ha funcionado. A principios de año, el tipo de interés de la deuda pública italiana era más de 100 puntos superior al de la española. Ahora, lamentablemente para nosotros, la deuda española supera en 50 puntos a la italiana. Esto permite que nadie cuestione la política económica italiana y que sea España la que ocupe todas las portadas de medios internacionales y la agenda de Bruselas y Fráncfort como la principal amenaza sistémica.

Solo esta evidencia ya justificaría cambiar nuestra política económica, y especialmente la forma de comunicarla, pero la realidad puede superar a la ficción. Según la contabilidad nacional, en el primer trimestre se perdieron 304.000 empleos asalariados, frente a los 238.000 del trimestre anterior. Esto supone una caída del empleo próxima al 8% anualizada, que confirma que la economía española ha entrado en barrena. El empleo asalariado en las administraciones públicas, educación y sanidad disminuyó en 22.000 personas, el 7,5% de la destrucción de empleo, en el pasado trimestre. Hay 3,6 millones trabajando en el sector público o sanitario y educación, un 25% de asalariados. Esto significa que el sector privado está destruyendo empleo como una trituradora de carne picada, por lo que el efecto adicional del recorte en sanidad y en educación aprobado meterá a España en una depresión en el segundo semestre, como les ha sucedido a los países intervenidos. Hasta el verano, la demanda externa nos permitía crecer, pero se desplomó en el cuarto trimestre y también en el primero, arrastrada por el turismo.

Hasta el verano, la demanda externa nos permitía crecer, pero se desplomó en el cuarto trimestre y también en el primero, arrastrada por el turismo

La recesión es el principal enemigo del déficit público, de la solvencia del sistema bancario y de la capacidad de pago de un país. Lejos de cambiar de política económica, se anuncian más planes de ajuste. Se fuerza a las comunidades autónomas a nuevos recortes en inversión, cuando hasta Merkel habla ya de estimularla. Se reconocen pérdidas en nuestro sistema bancario, pero no se inyecta inmediatamente capital para evitar espantar a los bonistas. Tras el fracaso estrepitoso de los tests de estrés del pasado verano, y al igual que los irlandeses en 2010, seguimos los consejos suicidas de la troika y contratamos a dos astronautas que no conocen nada de las peculiaridades del negocio bancario en España para que valoren las carteras de crédito de todas nuestras entidades, sin distinción, etcétera.

Los inversores se mueven por impulsos animales y en rebaño, y los responsables de la política económica, en vez de poner criterio, como los pastores, se unen al rebaño. Tras las subastas a tres años, el BCE se lava las manos, y los fariseos de Bruselas creen que el Euro no está en crisis y que crucificar al ladrón malo griego será depurador y ejemplarizante, como sucedió con la quiebra de Lehman. O esta paranoia cambia rápidamente, o el cuento de nuestra querida España no tendrá final feliz.

José Carlos Díez es economista jefe de Intermoney

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