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El apocalipsis griego (otra vez)

El BCE se une a las instituciones europeas que amenazan a Grecia con dejarla fuera del euro Bruselas ofrecerá a Atenas inversiones y menos rigor si cumple

Claudi Pérez
El ministro de Economía español, Luis de Guindos, y su homólogo griego, Filippos Sachinidis.
El ministro de Economía español, Luis de Guindos, y su homólogo griego, Filippos Sachinidis.OLIVIER HOSLET (EFE)

Las tablas de la ley europeas tenían, al parecer, tres mandamientos grabados a fuego. Uno: nada de salvar a ningún socio del euro. Dos: nada de quiebras, prohibido suspender pagos a los países. Tres: nada de echar a nadie del club. Pero el engranaje narrativo de las grandes crisis, y esta sin duda lo es, permite saltarse las reglas. Los tratados siempre son lo suficientemente maleables, y el contrato de matrimonio de los europeos necesitaba suficientes equívocos como para que cada cual lo interpretara a su manera. Durante dos décadas esa ambigüedad ha sido útil. Hasta que llegó la crisis y las tablas de la ley saltaron por los aires: Grecia lleva dos paquetes de rescate, a los que hay que sumar Portugal e Irlanda. Grecia quebró en enero, en esa suspensión de pagos voluntaria, tan sui géneris como lo es toda la endiablada crisis. Y Grecia, siempre Grecia, va camino de acabar con el último tabú, el más político, el más espinoso, el más oscuro de los tabúes: que Atenas salga del euro, un evento de consecuencias potencialmente devastadoras pero del que ya hablan abiertamente Fráncfort y Bruselas.

El apocalipsis casi siempre defrauda a sus profetas. La posibilidad de que Grecia salga del euro ha provocado una tormenta en los mercados, pero forma parte “de una negociación”, indican fuentes diplomáticas. El argumento tan retorcido como relativamente sencillo: los partidos griegos son incapaces de formar Gobierno y el favorito en las encuestas en caso de repetir elecciones quiere renegociar los términos del plan de rescate ante la sobredosis de austeridad que asfixia la economía. Ningún partido quiere inmolarse a la vista de que los griegos han mostrado a las claras su desagrado con los planes de la UE y el FMI. La reacción europea era previsible: amenazas. La Comisión, en uno de sus habituales retruécanos, reiteró ayer que si algún miembro del euro no respeta las reglas “es mejor que deje el club”. Pero lo novedoso —y lo realmente preocupante— es el papel del BCE en la escalada de provocaciones.

El gobernador del Banco de Bélgica sugiere un posible “divorcio amistoso”

Varios consejeros del Eurobanco han planteado abiertamente la posibilidad de que Grecia salga del euro. El irlandés Patrick Honohan explicó que esa posibilidad “no sería necesariamente fatal”. El belga Luc Coene habló ayer en el Financial Times de la posibilidad de “un divorcio amistoso”. Y Jens Weidmann, del Bundesbank alemán, dijo hace unos días que las consecuencias de esa salida serían peores para Grecia que para la eurozona. Varios ministros europeos secundan esa idea, pero la jugada tiene riesgos: “Se trataba de asustar a los griegos, pero son los mercados quienes empiezan a atemorizarse”, indican fuentes financieras.

Una ruptura del euro toparía con una miríada de obstáculos. Jurídicos: los tratados incluyen una cláusula de salida voluntaria de la Unión, pero no de salida del euro o de expulsión (y sin embargo en su día tampoco estaba previsto que Irlanda abandonara la libra, y así fue). Técnicos: no sería fácil imprimir billetes de dracma a toda prisa sin provocar un caos. Económicos: la devaluación en Grecia sería rotunda; la inflación asociada se traduciría en un empobrecimiento masivo; el sobreajuste sería morrocotudo, y el contagio al resto de Europa muy destructivo. Y financieros: las deudas seguirían siendo en euros (y por lo tanto impagables), y la salida de capitales inmediata y difícil de detener. La combinación de esos obstáculos “no supone un muro infranqueable, pero el coste económico y social sería extraordinariamente elevado: el guion de una salida liberadora y jubilosa que algunos pintan no es realista”, advierte el director de Bruegel, Jean Pisani-Ferry, en El despertar de los demonios.

Una ruptura del euro toparía con una miríada de obstáculos: jurídicos, técnicos, económicos y financieros

“Nadie desea ese brutal escenario”, explican fuentes europeas. La Comisión espera la resolución del sudoku político en Grecia, y tiene preparado el caramelo: dar más plazo a Atenas (y a algún otro país) para el ajuste fiscal, y dirigir hacia Grecia el Pacto por el Crecimiento que empezarán a cocinar Merkel y Hollande esta semana. Una vez más, el palo y la zanahoria: Bruselas amenaza con congelar las ayudas a Grecia y amaga con esa eventual salida del euro (lo que supondría una especie de Lehman Brothers europeo) si Atenas insiste en renegociar las ayudas. A cambio, ofrece crecimiento y metas fiscales más relajadas. Pero en esa mano de póquer han aparecido daños colaterales: los mercados han entrado en la partida como un vendaval. Solo el BCE tiene munición para devolver cierta calma al continente, pero mientras eso no ocurra y la crisis política griega no amaine, la niebla se espesa. Y en Bruselas sigue sin haber una sola declaración creíble que indique que alguien está al mando y conoce el camino. “No hay salida fácil para Grecia”, acertó a decir el ministro alemán Wolfgang Schäuble, en una declaración que suena a que algo está pasando aquí.

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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