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Tribuna
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¿Dónde está nuestra diáspora emprendedora?

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Las diásporas han sido clave para el desarrollo de las startups de Israel e India, dos países que aparecen en el radar internacional cuando hablamos de innovación y tecnología. Israel cuenta con más de 4.000 startups, todas ellas ampliamente conectadas con los fondos de capital riesgo, en particular de EE UU. Lo mismo ha ocurrido con India. Una de cada cuatro startups en Silicon Valley ha sido o es creada por indios. Estos mismos han sido claves en el desarrollo de las empresas tecnológicas de su país, estrechando vínculos entre Bombay y Palo Alto.

España carece de esta densidad de conexiones: no hay, por ejemplo, ningún español presente en los fondos de capital riesgo californianos y apenas un puñado en startups californianas, cantidades ínfimas si se comparan con las diásporas israelíes, indias o incluso de otros países europeos como Reino Unido, Francia, Finlandia o Suiza, todas mejor organizadas en Silicon Valley. Sobre todo, la cultura del emprendimiento, del capital riesgo y de las startups están infradesarrollados en el país. Como apuntaba un reciente informe elaborado por McKinsey y la Fundación Entrecanales, España es el país con menor capacidad de innovación, dado su nivel de renta per cápita: solo Kuwait y Grecia muestran desempeños peores para niveles de renta similares. En 23 de los 31 indicadores que utiliza la Comisión Europea para evaluar la capacidad de innovación de un país, España se encuentra por debajo de la media europea, en particular en todo lo relativo al emprendimiento y startups tecnológicas.

España no tiene una diáspora de argonautas tecnológicos significativa en EE UU. El talento existe, sin embargo, como lo muestran los recientes éxitos de algunas startups españolas como BuyVip, Tuenti, Privalia, eDreams, Antevenio, Budgetplaces, Anboto o Idealista. Todas ellas apuntan también a un ingrediente importante: la conexión con la cultura emprendedora estadounidense. Los fundadores de eDreams pasaron todos por Stanford y trabajaron luego varios años en tecnológicas americanas; uno de los impulsores de Tuenti, Zaryn Dentzel, es un californiano. Conocedor de la red Facebook, vino asentarse en Madrid e impulsó la mayor red social española; el fundador y consejero delegado de Antevenio, la única startup española cotizada en el Nasdaq francés, es un emprendedor de Nueva York, Joshua Novick; los fundadores de Privalia, José Manuel Villanueva y Lucas Carne, estudiaron ambos en EE UU y trabajaron luego para Bain; Jesús Encinar se graduó en la escuela de negocios de Harvard y creó Idealista.com, otro gran éxito del Internet español. Otros, como Gustavo García, se conectaron directamente con las tecnológicas estadounidenses, vendiendo BuyVip a Amazon por 70 millones de euros.

Un caso paradigmático es el de Budgetplaces, una startup creada por John Erceg, un estadounidense que creció en San Francisco y se asentó en 1994 en España para hacer su MBA (en IESE) y luego trabajar en HP. Al dejar la multinacional se lanzó como emprendedor, creando en 2003 lo que sería Budgetplaces, una startup nacida en Barcelona y que ahora está operando en varias ciudades y continentes, objeto de atención por parte de la universidad de Stanford y el Foro Económico de Davos en su informe sobre startups y emprendedores destacables.

Estos ejemplos muestran, si fuera necesario, que conviene (re)pensar la cuestión de la fuga de cerebros cuando hablamos de España. Los cerebros van y vienen si existen oportunidades y facilidades (o se levantan los frenos al emprendimiento). Los que se han ido volverán. La mayor fuga de cerebros es la de los informáticos y programadores que se quedan en el país e intentan sobrevivir con oficios que no son los suyos, o que se quedan en la casa familiar esperando que pase la tormenta y perdiendo año tras año conocimientos y habilidades al no ejercerlas. Estos ejemplos muestran igualmente que los países que mejor lo hacen son los que no solo retienen el talento, sino que lo atraen. De ahí, la importancia de (re)pensar cómo no solo retener el talento español, sino también cómo atraer el talento emprendedor de otros países y al mismo tiempo hacer circular a los emprendedores nacionales.

Deberíamos (re)pensar cómo retener el talento español y atraer al talento extranjero

Un estudio reciente de la National Venture Capital Association de EE UU muestra la importancia de los emprendedores extranjeros a la hora de levantar imperios y multinacionales en EE UU. En los últimos 15 años, el 25% de las empresas creadas y apoyadas por fondos de capital riesgo lo fueron por emprendedores extranjeros (de hecho, la propia industria del capital riesgo tiene como padre a Georges Doriot, un estadounidense nacido en Francia que fundaría también la escuela de negocios INSEAD). La capitalización bursátil de estas empresas impulsadas por emprendedores extranjeros supera los 500.000 millones de dólares, y el número de empleados, los 400.000. Multinacionales de la talla de Intel, Sun Microsystems, eBay, Yahoo o Google fueron fundadas o cofundadas por extranjeros: Andy Grove, de origen húngaro, fue uno de los cofundadores de Intel; el indio Vinod Khosla cofundó con un alemán Sun Microsystems; el también hindú Pradeep Sindhu creó Juniper Networks, principal competidor de Cisco; Jerry Yang, cofundador de Yahoo!, llegó a EE UU de adolescente; los fundadores de eBay, el francés Pierre Omydiar, y el de Google, el ruso Sergey Brin, llegaron de niños a EE UU.

Podríamos alargar la lista. En todos los sectores más punteros —semiconductores, biotecnología, Internet y software— abundan los emprendedores extranjeros, en particular procedentes de India, Francia, Reino Unido, Irán y ahora China. La diáspora india es la que más empresas ha creado en las analizadas por el estudio (32, es decir, el 22%), por delante de Israel (17 empresas, el 12% del total), Taiwan (16 empresas), Canadá, Francia, Reino Unido, Alemania, Australia, China e Irán. La capacidad de atracción de talento emprendedor va más allá, sin embargo, de las empresas fundadas por extranjeros: muchos de los consejeros delegados de multinacionales estadounidenses son extranjeros, los decanos de las escuelas de negocios de Chicago o Harvard son de India, y el presidente del mayor bufete de abogados de EE UU, Baker & McKenzie, es brasileño. Mucho de este talento entra al país a través de sus estudios en MIT, Stanford o Harvard, siendo auténticas canteras de emprendedores extranjeros que buscan luego asentarse en EE UU.

España no carece de atractivos para emprendedores extranjeros. De hecho, sus escuelas de negocios atraen cada vez más talento, por asomar cada vez más entre las mejores del mundo, en particular IESE, ESADE o el Instituto de Empresa. Muchos crean startups aquí, como el sueco Niklas Gustafson (fundador de conzumo.com), el noruego Christian Nyborg (cofundador de Másmovil), el austriaco Bernhard Niesner (fundador de Busuu.com), el belga Francois Derbaix (emprendedor en serie, cofundador de Toprural), el alemán Michael Kleindl (otro emprendedor e inversor), el mexicano Mauricio Prieto (cofundador de eDreams), el colombiano-estadounidense Steven Posner (otro emprendedor e inversor en serie) y muchos más. A estos había que sumarles los emprendedores en serie procedentes de América Latina, como el argentino Martin Varsavsky. Muchos como él se han convertido además en business angels, invirtiendo su patrimonio en otras startups, al igual que el francés Alexis Bonte. Otros, como el americano Gary Stewart, impulsan incubadoras como el IE Venture Lab y ahora en Wayra, la aceleradora para startups de Telefónica. El eslovaco Marek Fodor, por su parte, dirige ahora Seed Rocket, una incubadora basada en Barcelona, ciudad donde también se ubica Didac Lee, un español de origen chino, consejero delegado de Inspirit e impulsor de muchas startups. Por si fuera poco, otros más como el indo-americano Allan Majotra, el francés Nicolás Goulet (junto con el venezolano Alberto Gómez) o el alemán Chris Pommerening cofundaron algunos de los fondos de capital riesgo más activos del país: Axon, Adara, y Active, respectivamente. A este grupo habría que añadir otros, como el mexicano José Marin, fundador de IG Expansión, uno de los inversores más activos en Internet, asentado en Madrid.

Desde EE UU hasta Chile, pasando por el Reino Unido, se están multiplicando los programas startup. España debería impulsar uno que busque reformar la ley de quiebras para los emprendedores nacionales, facilitar visados de entrada para emprendedores extranjeros, y reducir trabas burocráticas y ofrecer una fiscalidad atractiva. De la misma manera que inventamos el Spain, everything under the sun para vender sol y playa, toca ahora proyectar creatividad e innovación, ofrecerse al mundo como un país que tiene y atrae talento emprendedor.

Javier Santiso es profesor de Economía de Esade Business School y fundador de Start up Spain.

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