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Lucha por el poder en el BSCH

Botín y Amusátegui se plantean acelerar la unión de las oficinas para acabar con la crisis interna

Miguel Ángel Noceda

Guarda el anecdotario santanderino una perla para no olvidar. Cuentan que un buen día al ver Emilio Botín padre una colilla en el ascensor privado que le conducía a su despacho en la sede del Banco Santander del paseo de Pereda, le preguntó al ascensorista:

-¿De quién es esa colilla?

-De usted, señor Botín, que la vio primero.

Nunca se supo si Botín, ante la rapidez de reflejos de aquel empleado, pensó en elevar al ascensorista a director de la oficina principal o en relegarle a los archivos.

Eran otros tiempos. El Santander, pese a que ya se abría hueco entre los grandes bancos de España, era una empresa familiar, acostumbrada a que el poder pasara de padres a hijos casi desde su fundación en 1857. Hoy el BSCH es una multinacional presente en 42 países, en la que están juntos el Santander, Central, Hispano y Banesto. Cuatro de los gigantes de entonces, en uno. Un banco que aún tiene pendiente cerrar la fusión anunciada el 15 de enero de 1999.

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Anécdotas como la del ascensorista son difíciles de imaginar ahora. Pero igual de difícil resulta desarraigar ese concepto de poder, pese a los esfuerzos que haga Emilio Botín hijo, presidente del BSCH junto a José María Amusátegui. La familia tiene a cuatro representantes en el consejo de administración: Emilio, su hermano Jaime y sus hijos Emilio y Ana Patricia, candidata, para algunos, al sillón de la presidencia en un futuro.

Quizá sea esa circunstancia el caballo de batalla que cabalga desbocado desde hace meses y que puede explicar la crisis interna por el reparto de papeles. Una crisis que se observa con atención desde el Gobierno. De un lado, el sanedrín de Aznar tiene interés en que se despejen las incógnitas sobre quien tendrá el control del banco en el futuro. Y de otro, está preocupado por el rumbo que ha tomado una de las dos grandes entidades financieras del país, que cuenta con importantes participaciones industriales.

Integración de marcas

Desde su anuncio hace casi dos años y medio, la fusión entre el Santander y el BCH ha logrado muchos de los avances previstos en los pactos escritos. Pero queda uno que se considera fundamental para culminarla: la integración de las marcas. Se estableció que las enseñas siguieran por separado (Santander, BCH y Banesto) hasta después de la junta de 2002. Asimismo, se decidió una presidencia bicéfala (Emilio Botín y José María Amusátegui), un vicepresidente primero-consejero delegado (Ángel Corcóstegui), procedente del BCH, y otro vicepresidente (Matías Rodríguez Inciarte), del Santander. Los cuatro fueron los artífices de una fusión que se hizo en pocos meses y con el máximo sigilo. Ellos forman el G-4, el puente de mando bajo el que está la comisión directiva (el G-14).

Ahí es, en esos dos puntos, donde ha estallado la crisis. El equilibrado reparto de poder, diseñado para que la transición fuera digerible, se ha desdibujado y la separación de marcas no ha resultado tan positiva como se pensó. El proceso de fusión, que debiera culminar tras la junta de 2002, el próximo marzo, con Botín como único presidente tras la jubilación de Amusátegui, se ha quebrado por las relaciones humanas y el reparto de poder.

Ahora, en el banco se apresuran a buscar la solución. El diagnóstico está claro. La prescripción pasa por adelantar la unión de las marcas, algo que podría empezar en julio, y por reorganizar la cúpula 'concediendo al consejero delegado las funciones plenas de su cargo', según fuentes bancarias. Su ejecución, es otro cantar. Los dos presidentes parecen convencidos de que hay que apretar el acelerador.

El primer escollo se encuentra en la concepción de la gestión que tiene Emilio Botín, el llamado estilo Botín, caracterizado por no respetar las jerarquías a la hora de consultar problemas y volcarse en el día a día del negocio, usurpando labores propias del consejero delegado. Son habituales los desayunos con Alfredo Sáenz para hablar de Banesto. Es frecuente también que despache con sus antiguos colaboradores del Santander y que, incluso, les convoque los domingos por la tarde, en Castellana 42, la antigua sede del Banco Santander en Madrid. En estas reuniones se comenta la situación de los bancos latinoamericanos, enconmendada a Francisco Luzón, pero que Botín sigue con lupa. Estos encuentros han generado desasogiego en el resto del G-4. 'Ellos se limitan a cumplir lo que dice el presidente Botín, como haría cualquiera en su puesto. Tienen suficiente experiencia como para ser escuchados por el copresidente', subrayan algunos directivos de ese entorno. En resumen, comenta otra fuente, 'al principio se respetaban los protocolos de fusión y hoy ya no se hace así'.

Esos directivos niegan que existan conflictos entre Luzón y Sáenz con Corcóstegui, quien también busca momentos para entrevistarse en privado con ellos, al margen de la reunión de los lunes por la tarde del G-14. Luzón y Sáenz fueron, en algún momento, superiores de Corcóstegui en el antiguo Vizcaya. Los tres eran jóvenes leones de Pedro Toledo y salieron del BBV tras la fusión con el Bilbao.

Amusátegui también ha sentido la presión y, como respuesta, ha decidido afrontar el problema de cara y coger las riendas. Las relaciones entre Amusátegui y Botín han estado presididas por la cordialidad. En la entidad, se asegura que el banquero cántabro tiene muy en cuenta las opiniones del gaditano, dos años mayor que él; pero los acontecimientos han superado las relaciones personales. Dentro del banco se asegura que el entorno de Botín le hizo llegar a Amusátegui la posibilidad de que adelantase su marcha, con una remuneración estratosférica. Hay quien sostiene que fue el propio Amusátegui el que se ofreció a marcharse si, con ese movimiento, conseguía apaciguar las aguas y dejar en mejor situación a los ejecutivos del BCH. Lo que está claro es que, ahora, Amusátegui quiere mantenerse hasta marzo de 2002, presidir su última junta con 70 años y buscar la paz.

Mientras llega ese momento, Amusátegui y Botín tienen que facilitar una sucesión tranquila. Primero será la marcha de aquél. Después, será la del propio Botín. La cuestión, entonces, es quién ocupará la presidencia. Un candidato es Corcóstegui, el actual primer ejecutivo, un hombre bien relacionado con el poder y que además tendrá que reestructurar la cúpula y hacer un planteamiento de futuro para la entidad, con algunas reformas como la edad de jubilación. Esta alternativa supondría que, por primera vez, no sea un Botín el presidente del banco. Sin embargo, otros insisten en que Ana Patricia Botín sigue siendo candidata.

Orden jerárquico

Y es que el desorden interno ha ido macerándose con el tiempo. La solución pasa, y todos parecen convencidos de ello, por 'reponer al consejero delegado en sus funciones'. Es decir, restablecer el orden jerárquico: 'dejar claro que no hace falta un consejero delegado de América Latina', en clara alusión a las funciones de Luzón, dicen ejecutivos del banco.

Otro aspecto clave es reorganizar la cúpula, y eso llevará consigo adelgazar el G-14. Algunos apuntan la posibilidad de un supercomité de grupo con los presidentes, el consejero delegado y cinco directores generales: Alfredo Sáenz, Francisco Luzón, Matías Rodríguez Inciarte, Rodrigo Echenique, consejero y miembro de la comisión ejecutiva, con el responsable de la red.

La indefinición en la cúpula se refleja entre los directores generales. Muchos de los procedentes del BCH se sienten 'desamparados', mientras que los del Santander sufren el efecto espejo, 'es decir, hacen como Botín y se saltan las jerarquías en el día a día' comenta un ejecutivo procedente del BCH.

Una válvula de escape para solucionar este conflicto de poderes es abordar cuanto antes la unificación de las marcas comerciales, lo que, además, acabaría con la guerra por captar clientes que se hacen las oficinas de Santander y BCH. Dentro del banco se da por seguro que se abordará en julio. Sin más demoras. La incógnita es si entra Banesto en la partida, aunque se da como improbable, entre otras cosas, porque Botín se comprometió a mantener su independencia.

La multimarca tuvo sentido tras la fusión, pero ahora los analistas coinciden en que la unión de redes 'sería una fuente de ahorro y un relanzamiento comercial'. La señal de alarma que indicó que la multimarca flojeaba fueron las cuotas de mercado, tanto en créditos -han perdido 0,4 puntos porcentuales- como en depósitos, con una caída de 0,8 puntos.

Prueba de fuego

El banco cuenta con varios estudios. Según expertos, serán necesarios seis meses para la confluencia de los sistemas informáticos de Santander y BCH. Otros departamentos, como los servicios centrales, marketing, central de compras y recursos humanos, ya están bastante conjuntados, cuando no unificados totalmente. Según un informe de la consultora McKinsey, la integración de marcas ahorraría entre 30.000 y 40.000 millones de pesetas. Si se añadiera Banesto, el recorte de costes subiría hasta 80.000 o 100.000 millones. La unificación de la red supondrá crear una nueva marca (se debate entre BSCH y Santander) con 3.476 oficinas, una cifra inferior a las 3.864 sucursales que tiene ahora el BBVA.

La reducción de costes -obsesión confesa de Botín- lleva aparejado el cierre de oficinas. En el grupo están convencidos de que le sobran casi 2.000 sucursales, ya que tienen una cuota de mercado en créditos similar al BBVA, a pesar de que su competidor cuenta con 1.600 oficinas menos, si sumamos las de Banesto.

La unión de marcas será una prueba de fuego para comprobar cómo van las relaciones entre Botín y Corcóstegui. Se nombrará un sólo director general, ya que ahora hay uno para el BCH y otro para el Santander. La elección no será fácil, ya que los dos responsables están presentando resultados positivos. También puede producirse otro relevo en la dirección general de Medios y Costes. Ahora su responsable es Baldomero Falcones, elegido vicepresidente de la fusión entre las emisoras internacionales de tarjetas Europay y Mastercard.

En primer plano, Emilio Botín y José María Amusátegui. Detrás, Ángel Corcóstegui con Matías R. Inciarte, el día de la fusión.
En primer plano, Emilio Botín y José María Amusátegui. Detrás, Ángel Corcóstegui con Matías R. Inciarte, el día de la fusión.GORKA LEJARCEGI

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Sobre la firma

Miguel Ángel Noceda
Corresponsal económico de EL PAÍS, en el que cumple ya 32 años y fue redactor-jefe de Economía durante 13. Es autor de los libros Radiografía del Empresariado Español y La Economía de la Democracia, este junto a los exministros Solchaga, Solbes y De Guindos. Recibió el premio de Periodismo Económico de la Asociación de Periodistas Europeos.

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