_
_
_
_
_
vida&artes

Los cables no son para el verano

En vacaciones nos desenchufamos, pero no nos desconectamos Crece el uso de móviles y tabletas Los adolescentes no apagan el teléfono ni cuando duermen

Los reflejos molestan al usar los dispositivos en la playa.
Los reflejos molestan al usar los dispositivos en la playa.tania castro

“Un Tom y Jerry, un Pingu y un Pepa Pig”. Es la ración de dibujos que Clara ha establecido para las vacaciones de sus hijas Adela, de cinco años, y Blanca, de dos. Ha llegado el verano y con él las largas vacaciones de los niños que, en plena crisis, se presentan más caseras que nunca. Los Ayuntamientos subvencionan menos campamentos, los privados son caros y la economía familiar no está para muchos extras.

Lo barato es quedarse en casa. La tele y la videoconsola solo gastan electricidad; el ADSL está pagado y también la tarifa plana del móvil. La tentación es que los hijos se queden enganchados… y los padres también. Desenchufarse del televisor es un reto, pero desconectarse de los aparatos móviles se convierte en misión casi imposible.

No para Clara. “Dos sesiones al día de tableta y YouTube de 15 minutos cada una”, explica. “Con la de dos años aún tengo la suerte de que se cree cuando le digo que Internet está cerrado. Con la mayor no cuela, pero está en esa edad en la que le gusta compartir secretos con los adultos”.

Los chicos de 10 años eligen el ordenador frente a la televisión

Desenchufarse en verano no es imposible. El calor anima a salir de casa desde la mañana a bien entrada la noche. El consumo televisivo, que en junio rondó los 270 minutos diarios, en el pasado agosto fue de 193, según la compañía medidora Barlovento. Y eso que los audímetros registran como tiempo de consumo al televisor esas imágenes de gimnasia rítmica que parsimoniosamente acunan el rorro de la siesta.

Otro aparato al que nos enchufamos durante el año, el teléfono fijo, también se relaja en el estío. Su tráfico de voz desciende un 30% respecto al invierno, según indican las operadoras, atentas a los cambios de hábitos de la población. La hora punta de llamadas salta de las siete de la tarde a las nueve de la noche, y en fin de semana, a partir de las once de la noche.

Los hilos no son para el verano, ni siquiera el ADSL que nos comunica con Internet y su mundo de posibilidades. “La gente lo tiene en su primera vivienda, pero no en la segunda”, explican en Telefónica. “Menos habitado el domicilio, el tráfico del ADSL baja un 15% en esta época”.

Sea fijo o móvil, la gente habla un 10% menos por el teléfono en el estío

Son tecnologías de cable y enchufe, cuyo consumo decae en julio y agosto, pues si lo más barato es quedarse en casa, la segunda alternativa más económica es pasar el día en la playa o al aire libre. Y ahí comienza un hábito creciente en los últimos años. Mayores y niños se desenchufan, pero no se desconectan.

Los móviles siguen destellando en mar y montaña. No son llamadas, que también disminuyen (un 10%) respecto a otros meses, según informa la operadora Vodafone; son los envíos, eso que se conoce como tráfico de datos, lo que crece en agosto (un 15%): los juegos, las aplicaciones, los vídeos, el envío de fotos, la llegada de mensajes, los relámpagos de whatsapp, el correo de la oficina…

Marsha Egan se gana la vida explicando cómo utilizar el correo. Hace 12 años creó Egan Group, una empresa de coaching, de animación del personal, para aprovechar el tiempo en el trabajo o fuera de él. Su especialidad, el correo electrónico; su lema, Desintoxica el buzón. Para Egan la mayor amenaza a la productividad laboral es la constante revisión del correo. Estima que cuesta cuatro minutos recuperar la atención después de una interrupción.

Ocho buenas prácticas para veranear en familia y en paz

  • 1. Olvídese el móvil de vez en cuando. No se puede pasar del todo a la nada, así que mejor empezar por abandonarlo a ratos. Comprobará que casi nunca pasa nada y que los problemas se resolvieron sin su socorro.
  • 2. Anule funciones del 'smartphone'. Anule la red 3G, aunque tenga tarifa plana (si va al extranjero, con mayor razón), y la conexión wifi. Aparte de alargar considerablemente la duración de la batería y, por tanto, dejar de estar pendiente del cargador, dejarán de saltar mensajes, whatsapps, anuncios o noticias.
  • 3. Apague los aparatos una hora antes de dormir. O su mente seguirá conectada. Y no coloque el móvil cerca de la cama. Olvídese, el whatsapp de la niña siempre dice lo mismo: "Llegaré un poco tarde, no me esperéis despiertos".
  • 4. Algo de programación. Pese a estar de vacaciones no viene de más un poco de autodisciplina. Para romper con la manía compulsiva de consultar el correo conviene establecer unas pautas. Por ejemplo: mirarlo cinco veces al día. A mitad de las vacaciones seguro que lo reduce a tres.
  • 5. Si no tiene nada que hacer, no haga nada. La tecnología ha traído una especie de actividad inactiva. Son vacaciones, no es imprescindible llevar el móvil en la mano ni mirarlo cada segundo para evitar conversar en el ascensor. Si hemos estado décadas mirándonos la punta de los pies, podemos seguir haciéndolo.
  • 6. Para el 'tocholibro', nada como el papel. Bajo el sol es más placentero ir marcando las páginas con rastros de crema solar o chips (patatas, no procesadores). Si no puede ser, lo más aproximado es el lector electrónico. El móvil, el portátil, y la tableta cansan la vista, aparte de que los reflejos convierten el placer en una tortura.
  • 7. Hable bajo, escuche bajo. La humanidad valorará que ponga al móvil y al iPod unos buenos auriculares.
  • 8. Regulación infantil de horarios y accesos. Si se regula el tiempo de los niños ante la tele, con mayor motivo, el de tabletas y móviles. A diferencia del televisor, que se autorregula de forma natural saliendo de casa, los aparatos móviles se arrastran al exterior, con lo que existe el riesgo de que los niños sigan sentados bajo la sombrilla.

Si se multiplica ese tiempo por la actualización del correo cada media hora, al final del día la pérdida de concentración supone una hora del horario laboral que, multiplicada por cada empleado de la plantilla, la adicción al correo electrónico le sale por un dineral al patrón. Remedio, contratar a Egan.

Su primera regla para desconectarse (de algo) es que tú pones las reglas. Cada persona debe decidir cuántas veces consulta el buzón y a qué horas del día. Su experiencia aconseja cinco veces: al comenzar el día, en el mediodía, entre medias de la mañana y de la tarde y al acabar la jornada laboral.

Sin embargo la aportación más interesante de Egan es la consideración del e-mail como un medio de comunicación no urgente; lo contrario obliga a la consulta constante. Esta coach de la productividad recomienda que para lo urgente se emplee el teléfono o la visita personal. “Nadie espera”, considera Egan, “una respuesta por correo electrónico en menos de 24 horas”. Por ese razonamiento, se elimina la ansiedad de tener que mirar el correo constantemente. Primera regla de estas vacaciones para adultos estresados, mirar el correo cinco veces al día (y en cada sesión dejar vacío el buzón. El para luego es un craso error).

Egan tiene trabajo asegurado porque la adicción no mengua, crece. Hay más pantallas y más servicios que chequear. Es un nuevo comportamiento compulsivo, impulsado por la popularización de los teléfonos inteligentes y, en este año, de las tabletas. Es el verano de la tableta.

Por norma, Yago no besa a nadie; a su madre, y de refilón. En sus seis años de vida, Yago hizo su primera excepción cuando vio la tableta de su tía. A cambio del beso le tenía que dejar echar carreras en Real Racing, una aplicación de 0,79 euros, que su tía ya considera una de las mejores inversiones de su vida junto a Kids Coloring Book (1,59 euros) para su sobrina Mar. Es bastante menos dinero de lo que cuesta una bolsa de chuches, y con mayor duración y efectividad para calmar a sus numerosos sobrinos. Sus viejunos Juegos Reunidos Geyper se llaman hoy aplicaciones.

El Foro de Generaciones Interactivas (el nombre ya dice mucho) ha planteado a los niños la siguiente cuestión: ¿Con qué pantalla te quedarías: la televisión o Internet? A partir de los 10 años de edad no había dudas, ni en niñas ni en niños: Internet. El estudio fue realizado en 2010, cuando aún no existía la tableta, que, sin duda, ha acentuado la tendencia.

Mar, la hermana de Yago, de tres años de edad, prefiere Dora, exploradora y Bob Esponja, que ve en la tableta con la aplicación gratuita de RTVE. Cuando se acaban, sabe que tocando el logo de YouTube sigue la juerga. “El peligro es”, advierte la madre de otras dos niñas, Adela y Blanca, “que mientras te das la vuelta para calentar la leche, ya se han acabado los dibujos elegidos y YouTube te ofrece la versión porno de Schrek”.

“En la sociedad actual ¿De qué valen leyes como el horario protegido de la televisión?”, reflexiona el experto Rodrigo Ron. “No tienen sentido, porque no existe una única pantalla. Cualquier chaval puede consumir contenidos infantiles —o no— a cualquier hora y en cualquier sitio, con sus padres o solos”. Ron es el director del Festival El Chupete, que se ha celebrado hace unas semanas en Madrid. En su octava edición no se habló de chupetes, sino, adivínenlo, de smartphones y tabletas.

Programación de una madre: al día dos sesiones de 15 minutos de iPad

Allí se presentó Superpaquito. No es un superhéroe, tampoco un nuevo helado. Es una tableta y no de empresa tecnológica, sino de la juguetera Imaginarium. “Las tabletas son estupendas para el desarrollo de los niños, ya que nos permiten a los padres introducir contenidos que les ayudan en su educación y, además, les divierten”, explicó en su presentación Natalia Chueca, directora de mercadotecnia de la empresa. En 2006 lanzaron el M01, un móvil para niños de 6 años (69 euros, tarjeta de prepago, y con teclas para que saliera directamente el móvil de los padres).

Como luchar contra la desconexión va ser imposible, al menos controlémosla. “Hay que establecer una normas de comportamiento y que los aparatos tengan unos contenidos adecuados a la edad de los usuarios”, aconseja Imma Marín, directora de Marinva, consultora pedagógica especializada en la educación a través del juego. “La tableta es mucho más amable que la videoconsola porque pasa de mano en mano, de padres a hijos; el juego debe ser un estímulo para jugar toda la familia”.

Javier Monteagudo, profesor del colegio Manuel Bartolomé Cossío de Madrid, desaconseja utilizar la tableta como un recurso fácil, “como una consola” y dejar a los niños solos. La realidad es que lo están. Más de una cuarta parte de los niños entre 6 y 9 años dice tener el ordenador en su dormitorio, según la Encuesta de Generaciones Interactivas.

Si se suma la opción de los que lo tienen en la habitación del hermano resulta que casi la mitad de los niños está delante del ordenador sin supervisión. En el caso del teléfono móvil, el 80% lo emplea cuando está solo, según la operadora Orange.

Que no le hablen de supervisión al adolescente Jorge Izquierdo, ni de tutela de padres sobre los hijos en el uso de las tecnologías. “Yo creo que hay que darnos autonomía para ir aprendiendo por nosotros mismos. Hace tiempo que aprendí que un cuchillo puede ser peligroso. Pues aquí lo mismo”. Izquierdo tiene 15 años y lleva dos inventándose aplicaciones para los teléfonos iPhone, aunque no tenía tal móvil ni sus padres querían comprárselo.

La mayor amenaza al trabajo eficaz es la constante revisión del correo

Tras llegar varios días tarde al colegio por culpa de su padre, y ganándose él la bronca de los profesores, ideó uRlate (del inglés your late, tú tarde), una ingeniosa aplicación que, combinando fotos del atasco, ubicación del lugar, hora y fecha, demostraba en el colegio que a Jorge Izquierdo no se le habían pegado las sábanas.

“Mi segunda aplicación es A++genda”, explica el chaval. “Se acabaron las agendas de papel”, anuncia en la tienda App Store. “Una agenda desarrollada por un estudiante para estudiantes”. Es una agenda escolar que no funciona en la escuela, “porque nos prohíben encender los móviles en el colegio”.

Las aplicaciones son lo que, de momento, diferencian a smartphones y tabletas de la pantalla del televisor. Es el gancho continuo para su uso, pero también la esperanza de que padres y maestros puedan introducir en esos aparatos contenidos a medida de sus dueños.

“Los cuentos hablan, actúan en función de lo que diga o toque el niño. La tableta es un enriquecimiento para el niño”, alaba la pedagoga Marín que, sin embargo, advierte: “Es cierto que al ser la tableta tan atractiva, con un salto cualitativo tan grande para las posibilidades de los niños, aumenta el riesgo de aparcarlos ante una nueva pantalla”.

En el verano de 2012 parece que el problema no es tanto el desenchufe del televisor como la desconexión de los aparatos móviles. En la encuesta del pasado año de Orange, el 21% de los chicos de 15 y 16 años se declaraba adicto al móvil, entendiendo por tal la sensación de agobio cuando no tenían cerca el aparato.

Desenchufe y desconexión tienen que empezar por los adultos para que cuaje en los niños. “En nuestra casa no se ve la televisión y, por tanto, no hay discusión”, recuerda Clara, la madre de Adela y Blanca.

La pedagoga Marín apunta a la labor de los padres: “Somos una sociedad hipócrita porque nos quejamos de que los niños se apoltronan delante de las pantallas, pero nos molesta que griten o que corran cuando juegan en casa y les regañamos si vuelven sucios de la calle”.

Izquierdo, el chaval fabricante de aplicaciones, pronostica una batalla perdida: “El futuro es la conexión permanente, que la información nos venga a nosotros y no ir nosotros hacia ella. El futuro son las gafas de Google, siempre puestas para comunicarse en cualquier momento”. El futuro ya está aquí: el 38% de los adolescentes nunca apaga el móvil, ni para estudiar (solo desconecta el 25%) ni cuando duerme (solo el 20%) ni con la familia (solo el 10%). Este verano no se verá tanto la tele, pero ni hijos ni padres desconectarán de las otras pantallas.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_