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Caja de Ingenieros, la cooperativa que ganó a la crisis financiera

El beneficio de la entidad crece un 140% desde 2008, mientras el del sector cae un 35%

Íñigo de Barrón
Joan Cavallé, director general de Caja de Ingenieros
Joan Cavallé, director general de Caja de IngenierosSamuel Sánchez

Como una paradoja del destino, la cooperativa Caja de Ingenieros ha abierto su última oficina en una céntrica calle de Madrid, en un local que antes ocuparon Caja Madrid y Bankia. Unos reducen tamaño y otros lo aumentan. Joan Cavallé, director general de la entidad, comenta: “La mayor parte de los nuevos clientes captados desde 2008 proceden de las antiguas cajas porque no veían con buenos ojos su conversión en bancos. Se sienten más cómodos en una entidad con otro modelo de banca, con valores cooperativos. Aquí no exprimimos al cliente, entre otras cosas, porque son los dueños de la entidad”, apostilla Cavallé.

Los números de esta caja son modestos. No tienen nada que ver con las grandes cifras de los reyes del sector, pero son crecientes: en 2014 ganó 10,52 millones, un 140% más que en 2008. En esos seis años, el sector financiero redujo sus resultados un 35%.

Un negocio con retorno social

La prioridad de Caja de Ingenieros es tener buenos ratios financieros. Pero aseguran que no se olvidan de que son una cooperativa “con un compromiso social claro”, según Joan Cavallé, director general.

Esa vocación se traduce en dos millones destinados a colaboraciones con proyectos, 105 becas y premios, cursos pagados a personas en paro, formación para los socios y premios de emprendimiento. “Creemos que el negocio debe tener retorno social”, apunta Cavallé.

Sin embargo, pese a que Caja Ingenieros ha superado el tsunami financiero que ha barrido a medio sector, sufre las secuelas del boom inmobiliario. El 82% de sus créditos están relacionados con las hipotecas, lo que desnivela el balance de la entidad. El director general lo admite: “Queremos reequilibrar la situación, reducir el peso de las hipotecas y que el 20% del negocio venga de las pymes, principalmente del negocio que generan los despachos de los profesionales que trabajan con nosotros”. Cavallé no oculta que eso provocará elevar el bajo ratio de morosidad, el 2,89% frente al 12,5% del sector, pero espera que se compense con mayores márgenes financieros.

Pese a la denominación de esta entidad, fundada en 1967 en Barcelona, no se exige ser ingeniero para ser cliente. Lo que sí pide es que se sea socio de alguna de las dos cooperativas que controla. Los clientes jóvenes suelen formar parte de la cooperativa de Usuarios de Caja de Ingenieros, que exige el pago de siete euros. Otros entran en la cooperativa Caja de Ingenieros, cuya participación cuesta 95 euros.

130.000 socios

Los dos son clientes con la misma categoría; la diferencia es que los socios de la caja pueden ir a la asamblea y ser elegidos como consejeros. La participación está remunerada a una media del 4% anual. Tiene 130.000 socios.

La entidad nunca estuvo gestionada por ingenieros, aunque la creó un grupo de ellos con un principio: “Si tienes poco dinero, la banca normal no retribuye bien tu dinero. Si tienes mucho, te cobra grandes cantidades”.

Pese a su buena salud (un ratio de capital de 14,39%, otro de liquidez del 120,7% y una rentabilidad del 8,35%) la caja no ha estado exenta de problemas en sus casi 50 años. En 2002, el director de una oficina creó una banca paralela. El escándalo explotó y la entidad tuvo que asumir seis millones de pérdidas. “Fue un golpe duro. Entonces la caja ganaba tres millones en cada ejercicio”, recuerda Cavallé. Pero asegura que sirvió para dar un revulsivo a la entidad y modernizarse en todos los niveles de la organización.

Uno de los aspectos que renovaron fue su apuesta por la tecnología. Caja de Ingenieros es pequeña entidad con 22 oficinas por toda España, por lo que el uso de la banca por Internet y la de los cajeros automáticos se ha fomentado con intensidad. Las sucursales están abiertas desde las 9.00 hasta las 19.30. “Muchos clientes trabajan con nosotros después de cerrar sus despachos y necesitan el horario de tarde”, dice el director general. Cuando se le pregunta por los tipos de productos que comercializan, Cavallé responde: “Todo el abanico que tiene la banca, pero siempre pensando en el cliente. No se nos ocurriría poner cláusulas suelo a las hipotecas”.

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Sobre la firma

Íñigo de Barrón
Es corresponsal financiero de EL PAÍS y lleva casi dos décadas cubriendo la evolución del sistema bancario y las crisis que lo han transformado. Es autor de El hundimiento de la banca y en su cuenta de Twitter afirma que "saber de economía hace más fuertes a los ciudadanos". Antes trabajó en Expansión, Actualidad Económica, Europa Press y Deia.

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