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Los eurófobos del UKIP desafían a Cameron en una elección parcial

La votación de Rochester muestra el avance del populismo en Reino Unido

Mark Reckless, del UKIP, vence en RochesterFoto: reuters_live | Vídeo: Reuters-Live
Pablo Guimón

La calle principal de Rochester era este jueves, en plena jornada electoral, una caricatura de la política británica en el último año de la primera legislatura de David Cameron. En un animado corrillo, un grupo de estudiantes de diversas razas y un puñado de señores de la formación xenófoba UKIP intercambiaban tópicos sobre la inmigración. Un poco más allá, la anciana Jane defendía que los británicos, cuando se van a vivir a Marbella tras jubilarse, "solo se dejan dinero y no cuestan dinero al Estado español", al contrario que los europeos que vienen aquí y no paran de embolsarse subsidios. Kelly Tolhurst, la joven candidata conservadora, recorría la calle estrechando manos y recibiendo palmadas de ánimo como si ya hubiera perdido. Dos hippies repartían panfletos de los verdes. Ni rastro de los liberales-demócratas. Los laboristas, salvo alguna tímida chapa en unas pocas solapas, ni estaban ni se les esperaba.

Los votantes de la circunscripción electoral de Rochester y Strood, en el sureste de Inglaterra, estaban este jueves llamados a elegir al diputado que les representará en Londres después de que el que lo hacía, el conservador Mark Reckless, dejara caer como una bomba en la víspera del Congreso de su partido en septiembre que les abandonaba para unirse a UKIP. Ahora es su candidato. Si pierde, podría pincharse la burbuja; si gana, como vaticinaban todas las encuestas, la bola de nieve seguirá rodando.

Hace 10 años, esta circunscripción del sureste de Inglaterra era laborista

Rochester y Strood era laborista hace 10 años. Ahora todo indica que dará su segundo escaño en Westminster a UKIP. Dos escaños. De 650. Y resulta que este partido, al que las encuestas más optimistas dan 30 diputados en la próxima legislatura, está marcando la agenda política a seis meses de las generales.

UKIP ha situado el discurso antiinmigración y la eurofobia en el centro del debate. Cameron lleva la segunda mitad de la legislatura gobernando en reacción a la formación de Nigel Farage. Si de las próximas elecciones vuelve a salir un Gobierno controlado por los conservadores —lo cual este viernes parece probable— habrá un referéndum sobre la permanencia en la UE.

Pero el seísmo de UKIP, que ha duplicado su intención de voto (del 8% al 16%) desde enero del año pasado, ya no sacude solo a la derecha. Al principio, UKIP robaba nueve votos tories por cada voto laborista; ahora, por cada nueve votos conservadores, seis son de la izquierda. El perfil del nuevo votante de UKIP se parece más al votante medio. Por eso el líder laborista, Ed Miliband (hijo de inmigrantes europeos), ha dicho que la inmigración está en lo alto de la agenda de su partido.

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Esto sucede en un país en que la economía y la sanidad, no la inmigración, son los asuntos que más preocupan a los ciudadanos. El discurso xenófobo ni siquiera es el que dio a UKIP la victoria en las europeas. Ganaron porque canalizaron el voto protesta: un 60% de los que votaron a UKIP lo hizo para expresar su descontento con su partido tradicional. Como Emmett, empresario de 32 años, que en la calle principal de Rochester explica que le atrae UKIP porque "es distinto a los partidos antiguos". "No estoy contento", añade, "y creo que la solución es votar a un partido nuevo".

“Son distintos a los partidos antiguos”, dice un joven empresario local

El mensaje de UKIP es claro: los males de Reino Unido los causan los inmigrantes y los burócratas europeos. Pero su desarrollo posterior tiende a la inconsistencia. El propio Reckless se metió esta semana en un jardín al apuntar que, si Reino Unido abandona la UE, habría que deportar a los trabajadores europeos del país tras un periodo de transición.

"El auge de UKIP tiene sus cimientos en la preocupación con la bajada de salarios y los recortes sociales", opina Neal Lawson, presidente del think tank progresista Compass. "UKIP ha sido capaz de girar brillantemente ese debate hacia la inmigración. Como si la culpa de esa situación la tuvieran los búlgaros y no los abusos de los bancos. Reino Unido es un país de inmigrantes. Claro que hay tensiones. Pero en vez de plegarse al discurso populista, habría que decir que es un problema del neoliberalismo, no de la inmigración".

Los vecinos que pueden dar su segundo escaño a la formación xenófoba no parece que sufran graves conflictos de convivencia. En todo caso, se diría que sí están un poco hartos de cierto tipo de visitantes: los enviados de Westminster y periodistas de medio mundo que llevan días llamando a sus puertas y parándolos por la calle. A la mujer de John Baldock, de la tienda de chucherías Dulces Expectativas, se le ocurrió una idea. Colocó en el escaparate seis botes con los nombres de los diferentes partidos. A cada cliente se le preguntaba por quién iba a votar y echaban un caramelo en el bote correspondiente. Ganaron los caramelos de UKIP. La idea les ha dado mucha publicidad, pero la venta es otra cosa. "Con tanta cámara", admite, "aquí no entraba a comprar ni dios".

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Sobre la firma

Pablo Guimón
Es el redactor jefe de la sección de Sociedad. Ha sido corresponsal en Washington y en Londres, plazas en las que cubrió los últimos años de la presidencia de Trump, así como el referéndum y la sacudida del Brexit. Antes estuvo al frente de la sección de Madrid, de El País Semanal, y fue jefe de sección de Cultura y del suplemento Tentaciones.

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