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Panamá encara la recta final de la campaña electoral sin un ganador claro

La economía lideró en 2013 el crecimiento en Latinoamérica

Alicia González

Desde hace semanas, la televisión panameña se llena de anuncios electorales en formatos bastante agresivos y que recuerdan en parte a algunas de las campañas locales estadounidenses. También aquí, la influencia del poderoso vecino del norte se deja sentir. Los partidos lanzan duras acusaciones contra los candidatos rivales, seguidos de vídeos que presentan una imagen idílica y familiar de los propios. Los siete candidatos presidenciales han firmado un pacto ético en contra de las campañas sucias y a favor de una campaña de propuestas, pero de poco ha servido. Durante el Foro Económico Mundial que se celebró a comienzos de mes en Ciudad de Panamá, en el complejo de Playa Bonita, uno de los líderes de la oposición no dudó en asegurar en una de las sesiones abiertas a la prensa: “Miren, les voy a decir una cosa ‘off the record’, Martinelli es un ladrón y un corrupto. Ahora si quieren hablamos de lo demás”.

El próximo mes, Panamá celebra elecciones presidenciales y, a estas alturas, es difícil pergeñar un claro ganador. Pese a que el Gobierno que goza del respaldo del 60% de la población, el candidato oficialista, del conservador Partido Cambio Democrático, José Domingo Arias, no logra despegar en las encuestas y está prácticamente empatado con su principal rival, el líder del Partido Revolucionario Democrático, Juan Carlos Navarro. La mujer de Martinelli, Marta Linares, es candidata a la vicepresidencia del Cambio Democrático y muchos ciudadanos parecen contrarios a dar continuidad a la saga familiar, después del intento del propio Martinelli de cambiar la legislación para poder volver a presentarse a las elecciones. “Yo creo que el pueblo panameño no quiere que se acumule tanto poder en una misma familia y eso va a jugar en contra de la candidatura oficialista“, admite un miembro de su círculo cercano.

En sus cinco años de gobierno, la gestión del presidente panameño no ha estado exenta de críticas, a sus conexiones empresariales y a los escándalos de corrupción desatados en su entorno. Aaron Fredman, vicepresidente y ejecutivo senior de crédito en Moody’s, declaraba a la revista Latin Trade que “ahora cuando la gente mira a Panamá ve el signo del dólar. O no le prestan atención a la corrupción o la ven como el costo de hacer negocios en Panamá”. De hecho, Sir Martin Sorrell, director ejecutivo de WPP y uno de los directores del Foro Económico durante este año, aseguraba a comienzos de abril que, de seguir así, Panamá se va a convertir en un centro financiero y de transporte parecido al que representan países como Singapur, Estambul o Dubai. “Sin duda, Panamá ya está desafiando a Miami como centro de conexiones para toda Latinoamérica”, subrayaba.

Parte del atractivo inversor de Panamá es el creciente peso de los servicios financieros, concebidos a modo de centro bancario offshore. Los servicios financieros representan el 7,7% del PIB nacional y las 93 entidades que conforman el centro financiero internacional de la Ciudad de Panamá, con activos próximos a los 90.000 millones de dólares, lo que representa 2,5 veces el PIB del país, y explica así mismo que el crédito crezca a ritmos del 13% anual, impulsado por el auge del sector inmobiliario. “Panamá debe acelerar los esfuerzos para aumentar la supervisión y la transparencia de su sector financiero”, advertía el Fondo Monetario Internacional (FMI) en su último informe sobre el país.

Desde 2010, la economía panameña tiene grado de inversión según la calificación de las agencias de rating y es una de las que mayor crecimiento ha registrado en toda Latinoamérica. “La calificación de Panamá (BBB) se basa en sus fuertes perspectivas de crecimiento, una creciente diversificación económica y un entorno macroeconómico estable. Los retrasos en las obras de expansión del Canal no han afectado a la calificación soberana del país, aunque podrían tener un impacto negativo sobre el crecimiento futuro del PIB y los ingresos fiscales”, apuntaban los analistas de Standard & Poor’s (S&P) en uno de sus recientes informes sobre la región. El administrador del Canal, Jorge Quijano, aseguraba esta semana que el retraso en las obras le costaba al Canal unos 300 millones de dólares por año aunque la Autoridad del Canal estima que para 2025 estas obras contribuirán a duplicar los actuales ingresos de la infraestructura y alcanzar los 6.000 millones de dólares anuales.

Todos esos factores permitieron que en 2013 la economía panameña creciera un 8%, según las estimaciones del FMI y el incremento del PIB se ha situado de media en el 8,5% en la última década. El Gobierno ha apostado por la inversión y por convertir al país en un centro marítimo de servicios mediante grandes obras de infraestructuras, como la ampliación del sistema de esclusas del Canal de Panamá o la puesta en marcha del primer metro de Centroamérica, por unos 15.000 millones, que han transformado el superávit presupuestario heredado por Martinelli en 2009 en un déficit que ronda el 3% del PIB. Buena parte de este déficit está financiado con inversión extranjera y el FMI alerta de que el inicio de la retirada de estímulos monetarios en Estados Unidos puede afectar negativamente al país. Los expertos congregados por el Foro Económico han pedido al gobierno más reformas en materia educativa y en flexibilidad laboral. No en vano Panamá representa como pocos países el modelo económico que impulsa el Foro, que en 2015 celebrará su décima reunión regional en México.

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Sobre la firma

Alicia González
Editorialista de EL PAÍS. Especialista en relaciones internacionales, geopolítica y economía, ha cubierto reuniones del FMI, de la OMC o el Foro de Davos. Ha trabajado en Gaceta de los Negocios, en comunicación del Ministerio de Economía (donde participó en la introducción del euro), Cinco Días, CNN+ y Cuatro.

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