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Europa no espera un tirón alemán

La alianza CDU-SPD prevé más inversión, pero los expertos no creen que estimule la economía de la UE

Luis Doncel
El presidente del Consejo Europeo, Herman van Rompuy, y el presidente de la Comisión, José Manuel Durão Barroso.
El presidente del Consejo Europeo, Herman van Rompuy, y el presidente de la Comisión, José Manuel Durão Barroso.Yves Logghe (AP)

“Nuestro problema no es la competitividad de Alemania. Pero queremos verificar si su alto superávit afecta a la economía del euro en su conjunto”. El puñal lo lanzó hace dos semanas el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso. El movimiento era inusual. Alemania, que acostumbra a comportarse como la institutriz que reprende a los alumnos poco aplicados, era la que recibía el capón. Por primera vez, Bruselas abría un expediente a la primera economía del continente por sus desequilibrios económicos. El acuerdo logrado en la madrugada del miércoles por los tres partidos que mandarán en Berlín da algunos pasos en la dirección que le reclaman sus socios, pero quizá demasiado tímidos.

Habrá un plan inversor, pero de tan solo 23.000 millones de euros para toda la legislatura, lo que equivale, más o menos, a invertir cada año un 0,3% del PIB. Un anuncio que se queda muy lejos del Plan Marshall que se hartó de anunciar en sus mítines el candidato socialdemócrata ahora desaparecido de la primera línea, Peer Steinbrück. Habrá salario mínimo, que debería contribuir a aumentar la demanda interna: ese es el cambio de más calado, pero no está claro que la medida, que entrará en vigor en 2015, sea capaz por sí sola de impulsar la demanda interna. “Esta va a ser una década de crecimiento muy bajo. La contribución alemana para equilibrar la zona euro no será cero, pero sí muy baja”, sostienen los analistas del think tank Eurointelligence.

No solo es la economía. Los democristianos y socialdemócratas alemanes han discutido hasta la extenuación asuntos relacionados con el mercado laboral, los impuestos o la energía. Pero Bruselas echa de menos un debate más europeo, en el que la superpotencia del continente marque la pauta de por dónde va a ir la nueva UE y, sobre todo, la eurozona. “La palabra que mejor define el acuerdo es decepcionante. No veo por ninguna parte un texto que diseñe el futuro de Alemania o de Europa”, asegura Guntram Wolff, de Bruegel, un centro de estudios con sede en Bruselas.

A priori, aquellos que esperaban un giro radical en la política europea de Berlín tras las elecciones del pasado mes de septiembre tendrán que seguir esperando. Nada hace pensar que el nuevo equipo que acompañe a Angela Merkel en su tercer mandato como canciller aplicará recetas muy diferentes a la crisis de la eurozona. Solo la posibilidad de nuevos accidentes en el camino —¿tercer rescate a Grecia?, ¿segundo a Portugal?, ¿sorpresas que den los mercados a Italia o a España?— podría forzar a Berlín a tomar decisiones de mayor calado. La unión bancaria, por ejemplo, sigue poniéndose en marcha, pero al ritmo pausado que marcan Merkel y los suyos.

Hay un posible motivo de fricción entre Bruselas y Berlín: el peaje en las autopistas para turismos matriculados fuera de Alemania que metieron con calzador los socialcristianos bávaros de la CSU. Nadie duda de que un impueso que discrimine por nacionalidad iría en contra de los principios de la UE. Pero no está claro que pueda salir adelante: “No diremos nada hasta ver cómo se plantea la medida. El infierno está en los detalles”, dicen fuentes comunitarias.

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Sobre la firma

Luis Doncel
Es jefe de sección de Internacional. Antes fue jefe de sección de Economía y corresponsal en Berlín y Bruselas. Desde 2007 ha cubierto la crisis inmobiliaria y del euro, el rescate a España y los efectos en Alemania de la crisis migratoria de 2015, además de eventos internacionales como tres elecciones alemanas o reuniones del FMI y el BCE.

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