_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Esperando a Draghi

Las dos personas más poderosas de España son Angela Merkel y el presidente del BCE

El presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi.
El presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi.LISI NIESNER (REUTERS)

El día 12 comparece en el Congreso de los Diputados Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo (BCE). Lo hace a voluntad propia y con el objetivo de dar a conocer su institución y explicar mejor las medidas que ha venido tomando en los últimos meses. Aunque el gesto le honra, el formato de la comparecencia, sin actas, taquígrafos, ni grabaciones, plantea numerosas dudas desde el punto de vista democrático. ¿Por qué?

Seguro que a estas alturas de la crisis ya se han dado cuenta de que las dos personas más poderosas de España son Angela Merkel y Mario Draghi. La primera tiene en su mano las soluciones políticas, el segundo las soluciones económicas. En manos de la primera está la extensión, calendario y profundidad del proyecto de unión bancaria, tan necesaria para configurar una verdadera unión económica; también lo están los eurobonos o cualquier otro mecanismo de mutualización de deuda, imprescindible para que vayamos a una auténtica unión fiscal; o los pasos hacia una verdadera unión política.

En manos del segundo están los tipos de interés, cruciales para fijar los incentivos al consumo y la inversión en toda la zona euro; también el tipo de cambio, la liquidez del sistema bancario europeo y las primas de riesgo de las deudas de los Estados de la zona euro. Esto, que parece algo abstracto, tiene implicaciones muy directas sobre la vida de la gente: las decisiones del BCE pueden hacer fracasar o triunfar una iniciativa empresarial, crear o destruir puestos de trabajo, alimentar o desinflar una burbuja crediticia. Hablamos de su empresa, su empleo o su hipoteca.

¿Qué ocurre cuando alguien con tanto poder se equivoca? O peor, ¿cuando desborda su mandato y se desvía de sus competencias? No es una pregunta teórica. Al BCE se le atribuyen tres errores directamente relacionados con esta crisis. El primero, mantener durante una década unos tipos de interés que siendo adecuados para estimular las economías francesas y alemanas, eran excesivamente bajos para España y el resto de países del Sur, lo que fomentó la burbuja inmobiliaria cuyo estallido nos ha traído hasta aquí. El segundo y tercero, equivocarse al elevar los tipos de interés en julio de 2008 y abril de 2011, temiendo presiones inflacionistas precisamente cuando la economía europea necesitaba exactamente lo contrario.

Más grave aún es la acusación de haber desbordado su mandato al haber forzado en agosto de 2011 a los Gobiernos español e italiano a adoptar reformas de gran calado como condición para aliviar la presión de los mercados sobre las primas de riesgo de estos dos países. El BCE y los Gobiernos en cuestión siempre negaron la existencia de la “carta secreta” de Trichet, pero una copia acabó en manos del Corriere della Sera, que la publicó, mientras que por petición de un ciudadano español, el Defensor del Pueblo Europeo pudo ir a Fráncfort y comprobar su existencia. La carta, cofirmada por Draghi, sitúa al BCE a años luz de su mandato de controlar la inflación y facilitar la llamada “transmisión de la política monetaria”. “Faciliten el despido, reduzcan los salarios de los funcionarios, privaticen los servicios públicos, descentralicen la negociación colectiva, liberalicen los servicios profesionales, reduzcan las pensiones y disminuyan el tamaño del sector público”, aconseja el BCE en su carta del 5 de agosto de 2011 a Berlusconi y (presumiblemente) a Zapatero. Además, el BCE recomienda que estas medidas se adopten urgentemente por decreto-ley en el mes de agosto, obviando así su negociación parlamentaria. Como broche, el BCE afirma considerar “apropiada” una reforma constitucional que refuerce las reglas de control de déficit. Todo un programa político y una agenda legislativa con una condicionalidad disfrazada de acuerdo: usted es libre de hacerme caso, yo soy libre de comprar su deuda aunque, como ambos sabemos, si no me hace caso su Gobierno caerá.

El resto es conocido. Unos días después, el BCE interviene masivamente en los mercados para aliviar la presión sobre la deuda española e italiana. Por parte española, Zapatero cumple su parte y pone en marcha las reformas en cuestión, incluida una polémica reforma exprés de la Constitución en pleno mes de agosto para añadir el control de déficit (artículo 135). Berlusconi, tramposo por naturaleza, intenta zafarse de la presión una vez ha pasado lo peor en los mercados, pero en noviembre de 2011 cae empujado por los mercados.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Así pues, señores diputados, cuando el día 12 hablen con Draghi no piensen que es un banquero central con un mandato técnico. Tampoco es que sea un malvado. Al contrario: sus medidas heterodoxas salvaron a España de la quiebra en 2011 y al propio euro de su colapso en 2012. Es simplemente su sustituto como legislador. Así que, como ustedes son ya simples ciudadanos sin poder, pregunten con toda libertad.

Sígueme en @jitorreblanca y en el blog Café Steiner en elpais.com.

Esperando

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_