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TORMENTAS PERFECTAS
Columna
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Cabezas cortadas

Los únicos lideres que se mantienen seguros están en Moscú y Pekín. Allí las urnas no dan sustos.

Lluís Bassets

La ristra de los decapitados es memorable: Yorgos Papandreu, Brian Cowen, José Luis Rodríguez Zapatero, Silvio Berlusconi, José Sócrates, Nicolas Sarkozy… Ahora la cabeza de Mariano Rajoy está también encima de esa mesa de póquer donde se juega la partida del euro. David Cameron, aunque está fuera, teme también por la suya. Todos se la juegan en esta endiablada partida. No se entiende la obstinación de Angela Merkel si no anduviera por medio la integridad de su cuello en el próximo año electoral.

Las únicas cabezas seguras están en el Kremlin y en Zhongnanhai. Allí las urnas no dan sustos: se usan de otra forma, bajo estricto control y sin márgenes ni veleidades para que se exprese la diversidad, y menos todavía para que se introduzca la indeterminación, es decir, la libertad, entre las palancas de quienes detentan el poder soberano. El año de elecciones y cambios que es 2012 tenía unos signos fijos, sin oxígeno para imprevistos: Vladímir Putin ha ejecutado su gambito con Dmitri Medvédev, y Xi Jinping y Li Keqiang tomarán en otoño el relevo como presidente y primer ministro respectivamente de Hu Jintao y Wen Jiabao en la quinta sucesión generacional después de Mao Zedong.

El vendaval es de tal fuerza que el temor se extiende incluso entre quienes tienen más sólidamente asentadas sus testuces. No todo ha sido un camino de rosas para Putin, a quien le creció la rebelión ciudadana contra sus pucherazos electorales y sus modos despóticos. Tampoco los dirigentes chinos han escapado a unas turbulencias políticas que revelan el creciente nerviosismo de una casta dirigente temerosa de perder sus privilegios y tan ávida de dinero y lujo como muchos de sus homólogos occidentales.

El huracán que está trastocando la geometría del poder en el mundo es político, pero su ojo más devastador es económico. A sus efectos letales se debe esa magnífica colección de cabezas cortadas que se nos ofrece, probablemente incompleta, como expresión de uno de los momentos de cambio más espectaculares de la historia. No olvidemos que también caben en la exposición las cabezas de la cosecha árabe de 2011: Ben Ali, Hosni Mubarak, Muamar el Gadafi y Alí Abdulá Salé, a la que pronto habrá que añadir Bachar el Asad.

Ahora la principal incógnita del momento histórico consiste en saber si a esta exposición de cabezas insignes decapitadas por la guillotina de la crisis se añadirá la mayor y más apreciada de todas, la de Barack Obama, el primer presidente afroamericano y el más estimado por los europeos. La lenta recuperación de la economía estadounidense nos dice que le será difícil sostenerse sobre su cuello. Y la crisis bancaria española nos añade que la puntilla puede llegarle precisamente de Europa, donde más se le admira.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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