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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Brecha generacional

Los poderes públicos han olvidado las necesidades de los más jóvenes

Un grupo de jóvenes se manifiestan bajo el lema "La juventud madrileña busca futuro. Juventud condenada al exilio".
Un grupo de jóvenes se manifiestan bajo el lema "La juventud madrileña busca futuro. Juventud condenada al exilio".Álvaro García

La crisis económica y la evolución social de los últimos años han creado en España una brecha generacional que está teniendo ya importantes repercusiones y que debemos afrontar con urgencia si no queremos que marque negativamente el futuro del país. Tras varias generaciones de fuerte progreso social y material, por primera vez la llamada generación de los millennials vive en peores condiciones que sus padres y tiene grandes dificultades para labrarse un futuro. La extensión de la educación y la modernización económica impulsaron a partir de los años sesenta un fuerte crecimiento económico y una transformación que culminó con la Transición y un profundísimo cambio social. España pasó de ser un país atrasado a convertirse en una sociedad moderna y dinámica, homologable en sus logros y pretensiones a las más avanzadas de Europa.

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Los jóvenes que ahora tienen menos de 40 años han nacido en democracia, así que carecen de esas referencias. Pertenecen a las generaciones mejor preparadas de la historia, pero han visto cómo la grave crisis económica que estalló en 2008 no solo ha parado en seco el ascensor social, sino que les ha golpeado en mayor medida que a los mayores. Transcurridos los años, la recesión, les dicen, ha llegado a su fin y, sin embargo, su situación no mejora. La tasa de paro juvenil sigue siendo muy alta y los que trabajan han de soportar altas cotas de precariedad. Todavía en 2015, con un crecimiento del PIB del 3,2%, los salarios de los menores de 39 años continuaron devaluándose, a diferencia de las franjas de mayor edad. Estas han resistido mejor a la crisis y su mejor posición relativa ha llevado incluso a invertir el sentido de la solidaridad intergeneracional: ahora son los mayores los que ayudan a los jóvenes.

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La brecha se refleja también en las posiciones políticas. Hasta 2011, la edad no servía para predecir el voto. Los grandes partidos tenían un apoyo similar en todos los grupos de edad. Pero ahora se observa un voto diferencial: los más jóvenes apoyan más a los partidos nuevos, mientras que PSOE y PP se nutren fundamentalmente del electorado de mayor edad. Los jóvenes -objetivo predilecto de la demagogia creciente- son muy críticos con el funcionamiento de las instituciones, la democracia y la economía de mercado; algunos incluso cuestionan la herencia de la Transición. Es algo que debe ser motivo de preocupación para todos. No basta consolarse con la evidencia de que algunos políticos irresponsables predican la destrucción del pasado como única forma de acceder al futuro. La Transición es la obra de una generación que luchó y logró sus objetivos: consolidar la democracia, modernizar el país y sentar las bases de un progreso económico sostenido. Fruto del éxito de esas políticas es el Estado de bienestar que ha permitido a los más vulnerables resistir la crisis. Toca ahora reconocer que existe una brecha generacional y aplicar las políticas que permitan cerrarla. Para ello hay que actuar sobre los factores que inciden en la situación de los jóvenes: políticas que terminen con la precariedad y garanticen su acceso a la vivienda y a un empleo en condiciones dignas. Hay que celebrar por ello que los jóvenes estén tomando el timón de su destino, participando en política y contribuyendo así a definir los cambios que el país precisa.

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