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CLAVES
Columna
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Los agujeros de Aznar

Y el agujero de las radiales de Madrid, un disparate que solo el ministerio ignoraba que era un disparate

Xavier Vidal-Folch
El líder del PP, Mariano Rajoy, junto a José María Aznar, en la Convención Nacional que el Partido Popular celebra en Madrid.
El líder del PP, Mariano Rajoy, junto a José María Aznar, en la Convención Nacional que el Partido Popular celebra en Madrid. Claudio Alvarez

¡Hay que ver a Aznar embistiendo a la vice Soraya! Le recrimina que se autocritique levemente porque el PP fue antipático con los catalanes cuando boicoteó el nuevo Estatut. Recupera así la verdad maciza propia del vejestorio nacionalismo español: todo es culpa de Cataluña. Y de paso, tapa agujeros propios, de íntimos y de patrocinados.

El del juicio de la Gürtel, donde van incriminados destacados invitados a la famosa boda en El Escorial. Gloriosos días en que ejercía de gran anfitrión de Correa, del Bigotes, del Bunga-Bunga, y de otros corruptos como el exministro mallorquín Matas o los de la mafia valenciana. Emporio de elegancia, de glamur, de finura.

O el del simultáneo juicio a los de Bankia, con sus rutilantes tarjetas black y sus gastos en pijamas y comilonas que aún paga usted, querido lector. No se queje, que es a plazos: los 40.000 millones a devolver que tuvimos que pedir a la UE para sufragar dislates como el generado desde Caja Madrid por el compi de pupitre y de Inspección de Hacienda, Miguel Blesa, y sucesores.

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Y el agujero de las radiales de Madrid, un disparate que solo el ministerio ignoraba que era un disparate: autopistas en el desierto que jamás serían transitadas, que llenaron los bolsillos de algunos terratenientes, y amamantaron a benéficas constructoras.

La ruina pública ha sido en ese caso más sofis y alambicada. Deriva del aval del Estado aznarita garantizando a las concesionarias un mínimo de tráfico gratificador, así ganaban siempre. Si perdían —por poco tráfico—, se aplicaba la cláusula de responsabilidad patrimonial de la administración. O sea, pagarían los de siempre.

Como en toda obra del caudillaje, el viejo axioma infalible: privatizar beneficios, socializar pérdidas. Nos tocará a unos 5.000 millones, tanto como el ajuste presupuestario obligado por las alegrías del último año electoral. A sumar a los 6.000 millones excesivos de la T-4 y demás bagatelas de la “España va bien”.

Hay destrezas más personales. Su bonito empleo de consejero de Rupert Murdoch, el de los escándalos de las escuchas ilegales (¡a víctimas de atentados¡) de News of the World, putrefacto periódico que debió cerrar. Sus ataques a Montoro, a cuenta de una presunta sanción por su presunta evasión fiscal muy millonaria. Todo debe ser invento de Soraya. Catalanista infiltrada.

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