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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Nuevos horizontes para la financiación del desarrollo

Se debe abordar con urgencia cómo se soportará económicamente la implementación de la nueva agenda de los Objetivos de Desarrollo Sostenible

Cuando los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) expiren al final de este año, el mundo habrá realizado importantes avances en la reducción de la pobreza, el suministro de agua potable y saneamiento y otros importantes objetivos. Para que la próxima agenda de desarrollo, la de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), produzca avances aún mayores, los dirigentes mundiales deben mejorar algunos aspectos de los ODM, en particular, aquellos relacionados con la financiación.

Los ODM propiciaron el consenso entre los gobiernos, las organizaciones multilaterales y las ONG para apoyar la implementación de programas y políticas fundamentales encaminados a lograr las metas, a través de alianzas globales para la obtención de recursos. Para lograr la máxima eficiencia, se financió cada objetivo de forma particular, en lugar de todos conjuntamente como una unidad. Y se han llevado a cabo nuevas iniciativas cuando no se ha logrado alcanzar alguna meta concreta. Pero ese método ha creado algunos desequilibrios, pues los proyectos relacionados con la salud y la educación han atraído más financiación que otros puntos de la agenda.

Se debe revisar ese modelo sectorial de financiación antes de que se lance el próximo programa de desarrollo para que no se repitan esos desequilibrios. Resulta particularmente importante hacerlo si se tiene en cuenta, además, que los ODS propuestos pretenden abarcar las dimensiones social, económica y medioambiental del desarrollo sostenible, haciendo que sean más amplios e interdependientes entre sí que los ODM.

Los dirigentes mundiales tendrán tres oportunidades decisivas para abordar esta cuestión de manera integral. En el mes de julio, la ONU organizará una conferencia sobre la financiación para el desarrollo en Addis Abeba (Etiopía). En septiembre, la Asamblea General se reunirá para lanzar los ODS y en diciembre, los dirigentes mundiales asistirán a la Vigesimoprimera Conferencia de las Partes (COP21) en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, donde se espera que aprueben un acuerdo mundial vinculante sobre la reducción, a largo plazo, de las emisiones que provocan el efecto invernadero.

La salud y la educación han atraído más financiación que otros objetivos de la agenda de desarrollo

Dada la importancia decisiva de la financiación para apoyar las iniciativas en pro del desarrollo, esta debería ser una de las primeras cuestiones que aborden. Los dirigentes mundiales deben procurar no cometer el mismo error que con los ODM —cuya aplicación se retrasó dos años hasta que se acordó la financiación en el Consenso de Monterrey de 2002—, formulando un programa de inversiones eficaz y transparente en la más temprana oportunidad: la conferencia de Addis Abeba.

La urgencia se debe, en parte, a la magnitud de los fondos que serán necesarios para apoyar los ODS y que superarán con mucho los recursos que fueron necesarios para aplicar los ODM. Además de la financiación de iniciativas encaminadas a erradicar la pobreza y el hambre, mejorar la salud y la educación, fortalecer la gestión de los asuntos públicos y fomentar la igualdad de género, se deben hacer inversiones en infraestructuras, energía y agricultura. Los ODS requerirán también financiación para la protección medioambiental y las medidas para luchar contra el cambio climático y mitigar sus consecuencias.

Como los gobiernos y los países donantes no podrán hacerse cargo por sí solos de los costes, deberán formular programas y políticas para encauzar una mayor de los ahorros mundiales, que ahora ascienden a 22 billones de dólares anuales, hacia los ODS. Concretamente, los gobiernos nacionales y locales, así como las instituciones financieras internacionales, deben aprovechar sus recursos para desplegar líneas presupuestarias específicas, incluidos instrumentos basados en el rendimiento, asociaciones público-privadas y una diversidad de garantías crediticias y políticas contra riesgos. Esa gama de medidas financieras, ajustadas a las necesidades y las virtudes de cada país, puede contribuir a reducir los riesgos y mejorar la colaboración.

Todo esto será particularmente importante para las economías emergentes de países de renta media. A medida que esos países fortalezcan su solvencia y mejoren su capacidad para gestionar la deuda y las medidas para mejorar la equidad, contarán con más opciones de instrumentos de financiación con los que atraer recursos del sector privado.

Aprovechando los recursos privados, las economías emergentes pueden liberar una parte de la ayuda oficial para el desarrollo (AOD), que pueden destinar a la reducción de la pobreza y a países que los fondos privados e internacionales suelen dejar de lado —y, por tanto, tienen una menor capacidad para recaudar recursos nacionales—. Se deben examinar las soluciones financieras viables atendiendo a las características particulares de cada caso, según los países y los sectores.

Para que la conferencia de Addis Abeba produzca las resoluciones necesarias, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y varios bancos de desarrollo multilaterales y regionales (BDM) están preparando un método común para la obtención de miles de millones de dólares en donaciones y fondos de AOD con miras a contribuir a la recaudación de los billones necesarios para financiar la Agenda post-2015.

Los BDM ya ayudan, individual y colectivamente, a aprovechar la escasa ayuda oficial para atraer capital suficiente con miras a financiar proyectos de desarrollo. En realidad, hacer de palanca es inherente a su estructura: son fundamentalmente entidades financieras, financiadas de manera eficiente por cantidades pequeñas de capital, que cuentan con el respaldo de garantía de los accionistas.

Los BDM tienen también una importante influencia operativa, que se debe a su capacidad para establecer –mediante la innovación, la intermediación y la creación de mercados– condiciones atractivas para el sector privado, con lo que aportan soluciones sostenibles y oportunidades de inversión. Además, aportan insumos integrados e intersectoriales, invirtiendo en los sistemas, las instituciones y las capacidades necesarias para alcanzar los objetivos de desarrollo.

Para apoyar ese método común, el Banco Mundial va a aportar un análisis, basado en once estudios de casos, de cómo pueden utilizar los países, en diversas circunstancias y de la forma más eficaz, una combinación de fuentes de financiación pública, privada, nacional e internacional para programas relacionados con los ODS. En dicho análisis se recomendará asimismo un método pragmático para evaluar las necesidades de financiación de los ODS en el nivel nacional.

Los BDM examinarán su método común en una ronda de reuniones del FMI y el Banco Mundial que se celebrarán el próximo mes de abril. Su capacidad para determinar soluciones financieras tangibles será decisiva para preparar la conferencia de Addis Abeba, que se celebrará en julio y, sobre todo, para la aplicación con éxito de los ODS y del programa de desarrollo en el período posterior a 2015.

Mahm oud Mohieldines Secretario Corporativo y Enviado Especial del presidente en el Grupo del Banco Mundial. Marco Scuriatti es Auxiliar Especial en la Oficina del Enviado del presidente para el programa posterior a 2015 en el Grupo del Banco Mundial.

Copyright: Project Syndicate, 2015. www.project-syndicate.org

Traducido del inglés por Carlos Manzano.

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