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Los qom argentinos se han hartado

Se intensifica la lucha de los indígenas argentinos por su reconocimiento Los qom, segunda etnia aborigen, tras los mapuches, de este país de inmigrantes europeos, han conseguido progresos, pero persisten penurias y retrocesos

Aborígen wichi de Techat, en El Impenetrable de la provincia de Chaco.
Aborígen wichi de Techat, en El Impenetrable de la provincia de Chaco.Ricardo Ceppi

Llevaban 25 días acampando a la vera de la carretera 3 de la provincia de Chaco, en el noreste de Argentina. Cortaban el tránsito varias horas por día. Eran cientos de qom, la etnia antes llamada toba por el hombre blanco. Los qom constituyen el segundo colectivo indígena de Argentina, son 126.000, la mitad que los mapuches. Son parte de los 955.000 aborígenes argentinos, que a su vez representan el 2,4% de la población de este país en el que más de la mitad es descendiente de ellos. Pero muchos se sienten europeos y hasta hace poco desconocían que aún persistiesen esas etnias después de la conquista española y las masacres posteriores a la independencia (1810). Y allí en el asfalto estaban los qom de los campos que rodean el pueblo de Pampa del Indio, hartos de sumar reclamaciones: viviendas dignas, empleo, la reciente muerte de un bebé quemado en una incubadora improvisada del hospital, la falta de agua potable y la decisión del gobernador chaqueño, el peronista Juan Carlos Bacileff Ivanov, de origen búlgaro, de dejar de repartir bolsas de comida y reemplazarlas por tarjetas de débito con 100 pesos (8,84 euros) mensuales.

“Pero el bolsín traía ocho artículos y con 100 pesos solo sacás azúcar y leche”, se queja Natalio Romero, de 32 años, integrante de la organización Cacique Pedro Martínez. Los qom suelen llevar apellidos españoles, herencia de antiguos patrones. Llegaron entonces, corría marzo, los policías provinciales. “Nos empezaron a gritar: '¡Indios de mierda, salgan de la calle! ¡Hay que matarlos!”, recuerda Romero. La Policía denunció que los qom comenzaron las agresiones y que hubo 29 uniformados heridos, incluso cuatro de bala. Los indígenas lo negaron y denunciaron que la fuerza policial los reprimió y dejó 30 heridos, algunos por armas de fuego. Mientras Romero lo relata entre el sonido de gallinas, pájaros y viento, una de sus cuatro hijas juega con cartuchos que recogieron de la carretera días después. Cinco qom fueron arrestados. Orlando Charole, el único indígena de los 32 diputados provinciales de Chaco, donde el 3,4% de la población es aborigen, se presentó para pedir la liberación de los detenidos. “Charole vino, pero fue la comunidad la que pagó la fianza de 7.500 pesos (663 euros)”, suelta Romero.

“El impacto occidental de más de 500 años ha destruido nuestra cultura, territorio, ha habido un genocidio sistemático, la imposición de la religión”, recuerda Charole después de un debate público sobre la reforma de una ley a favor del aborigen chaqueño en Castelli. Es una pequeña ciudad autodenominada portal de El Impenetrable, un bosque nativo que está sufriendo una lenta deforestación por parte de quienes quieren plantar soja transgénica, criar ganado o comerciar madera. Charole fue uno de los impulsores de la medida cautelar que dictó en 2007 la Corte Suprema de Argentina ordenándole a los Gobiernos federal y provincial la provisión de agua potable, alimentos y medios de transporte hasta los centros sanitarios a los qom. “El Estado nacional atacó la emergencia”, reconoce el peronista Charole, en alusión a la asignación universal por hijo, que reciben muchas familias pero no todas, o las pensiones a los enfermos de chagas, dolencia cardíaca que transmite un insecto llamado vinchuca. “Pero aún es insuficiente: hay deserción escolar, falta acceso a la universidad, hay emergencia alimentaria, hay que fortalecer la red sanitaria”, enumera Charole, rodeado de vecinos en un centro comunitario.

No muy lejos de allí, donde las calles asfaltadas del centro de Castelli dejan lugar a las embarradas, vive con su familia en una casa de ladrillos Diego Castro, uno de los cinco qom que se han graduado de médicos en Cuba, becados por ese país. Acabó la carrera en 2013 y pronto será destinado a El Espinillo, un pueblo de El Impenetrable. “Siendo pobres, ya somos excluidos y siendo indígenas…”, expone Diego en un país donde el 63,9% de la población total cuenta con seguro médico, frente al 52,6% entre los pueblos originarios. “En épocas electorales, los políticos te dan bola porque sos humano y votás. La oposición critica, pero nunca te ayuda”, se queja el joven médico.

En El Espinillo lo espera una plaza central donde se alzan la bandera argentina y la multicolor wiphala, que ya no solo identifica a los pueblos andinos o a la Bolivia de Evo Morales. El Espinillo eligió por primera vez intendente (alcalde) en 2011 y escogió a un qom, como el 80% de sus 3.000 habitantes. Antes de la llegada de Castro, solo atienden allí dos médicos. Uno de ellos es Carlos Faure, que llegó de Córdoba. “No veo muchas obras con el intendente nuevo, aunque sí más alumbrado público y se trazaron algunas calles”, reconoce Faure. En su centro sanitario no hay más que tres camas, pero no equipo de radiografías o laboratorio de análisis clínico. Eso sí: trabajan cinco auxiliares de enfermería y diez nuevos agentes sanitarios, todos qom, esenciales para traducir problemas de salud a una población que no suele aprender español hasta que ingresa en Primaria. De piel y delantal blancos, Faure atiende muchos casos de chagas, tuberculosis, sífilis y diarrea. “Hay sífilis por el hacinamiento, la promiscuidad. Hay diarreas porque juntan agua de lluvia en cualquier recipiente. A veces no tienen ni letrinas. No hay tratamiento de la basura y el excremento. Hay poca desnutrición, pero sí malnutrición, comen muchos fideos, pan y grasas. En los últimos años han implementado planes de vivienda y eso es bueno porque tienen baño y se evitan las vinchucas que anidan en las grietas de las casas de adobe, pero también detectamos agentes que no tenían veneno para fumigar contra la vinchuca o no tenía nafta (gasolina) para ir a fumigar”, lamenta Faure.

Enfrente del puesto sanitario está la comisaría y un predio con madera decomisada el año pasado. En 2006 el Congreso argentino aprobó una ley de protección de bosques nativos. “Antes había mucha tala y ahora es más o menos igual”, advierten fuentes policiales. “[Los madereros] estafan a los tobas: les dan 10.000 pesos (884 euros) para pedirles autorización para talar en sus tierras y después venden la madera por 80.000 (7.079). Los tobas aceptan por sus necesidades económicas”, añaden los policías en tierra de quebrachos, talas, urundayes y palos borrachos, por donde andan corzuelas, conejos, armadillos, osos hormigueros y pumas. En los ultimos meses las lluvias han frenado la tala al tornar casi intransitables caminos de tierra en los que los kilometros se alargan.

En algunos aspectos, los qom siguen mal o incluso han retrocedido, pero también en los últimos 30 años, el periodo más extenso de democracia ininterrumpida en Argentina, ha habido “avances, como el reconocimiento de los derechos indígenas por parte de la sociedad y la capacitación de los jóvenes”, señala el qom David Zacarías, director de la segunda escuela pública de Chaco bajo gestión indígena. Zacarías viene luchando por los pueblos originarios de Argentina desde un histórico congreso que organizaron en 1992, el año del quinto centenario de la conquista española. Aquel encuentro los impulsó a presionar para que en la Constitución de 1994 se los reconocieran como pueblos preexistentes al Estado argentino, con sus consiguientes derechos a la tierra, entre otros. Claro que no siempre se respeta la Carta Magna. “Hasta 1987 estaba prohibido hablar qom en la escuela. Ahora Chaco reconoce el qom, el wichi y el mocoví como lenguas oficiales”, destaca Zacarías, el único de 15 hermanos con carrera terciaria completa. Desde 1990 comenzó a haber auxiliares docentes qom. Pero en 2010 Zacarías visitó una escuela “donde los wichi recortaban figuritas y los criollos recibían la clase”. Él vive en un barrio de mayoría qom en las afueras de Sáenz Peña, la segunda ciudad más poblada de Chaco, donde sus vecinos se quejaban del bajo nivel educativo que recibían los niños en la escuela del lugar. Fue entonces cuando Zacarías propuso al Gobierno provincial pasarla a gestión indígena. “¿Hay tobas en Sáenz Peña?”, preguntaron algunas autoridades. En 2012 el proyecto fue aprobado y la cantidad de alumnos se ha elevado de 70 a 350. Antes casi todos eran indígenas y ahora la mitad no lo es. Cinco maestros son indígenas y otros cinco no. Algunas materias se dictan en qom. Es de la minoría de las escuelas públicas de Argentina con jornada completa, pero no se cumple porque carece de agua potable, al igual que el resto del barrio.

“Nosotros no entendíamos a nuestros maestros”, recuerda Diego Mauricio, uno de los maestros qom del colegio de Sáenz Peña. “Hoy los chicos entienden más el castellano, pero nosotros además entendemos sus gestos, miradas, los tabúes por lo que faltan”, añade Mauricio. Por ejemplo, por una creencia antigua, los hijos suelen quedarse en casa cuando sus madres menstrúan. Pero todavía quedan desafíos pendientes para la educación en qom, como la escasa cantidad de libros en esa lengua, según se queja Gabriela, la bibliotecaria de la escuela.

Zacarías rezonga también porque aquel día se bautizó con un nombre de un fundador del barrio, el qom Gregorio Maza, una guardería vecina, bilingüe desde 1993, pero la supervisora del distrito escolar se oponía a que el discurso de la directora se tradujera a la lengua indígena. Finalmente, se lo pronunció en los dos idiomas. Aquel día los pequeños alumnos cantaron en qom sobre antiguos cazadores, mientras sus hermanos mayores se paseaban con camisetas del Real Madrid o Violetta. “Quisieron eliminarnos, pero nunca desaparecimos y ahora estamos golpeando puertas. Es una lucha constante”, comenta en pleno acto el director de la nueva área aborigen del ayuntamiento de Sáenz Peña, Florencio Díaz.

Con el mismo tesón los qom consiguieron en Pampa del Indio edificar un complejo educativo bilingüe propio que imparte contenidos desde su cosmovisión y en el que 500 alumnos estudian desde la secundaria hasta carreras terciarias. Unos 90 además tienen allí albergue. El proyecto surgió del llamado Consejo Qompi en 1994 ante la deserción escolar tras la primaria, cuenta su coordinador, Feliciano Gutiérrez. En 2001 consiguieron la autorización y los fondos provinciales para pagar los maestros de una secundaria para adultos. En 2005 crearon las primeras carreras terciarias, de auxiliar docente y atención primaria de la salud. En 2009, la secundaria agrícola. Todas las clases se daban en diversos salones prestados. “Búsquense un lugar abajo del árbol”, les dijo una vez una autoridad. Entonces apareció la Fundación Artistas Solidarios, de la que participan los músicos León Gieco, Javier Calamaro (hermano de Andrés) y Gustavo Santaolalla y el artista plástico Milo Lockett, entre otros. Esta organización aportó dinero y organizó en 2011 una reunión de miembros del Consejo Qompi con la presidenta de Argentina, la peronista Cristina Fernández de Kirchner. Entonces el Estado envió también fondos para construir el complejo e inaugurarlo en 2012. En 1994, solo cinco qom había terminado la secundaria en Pampa del Indio. Ahora son más de 500. “Primero me siento qom y después argentino, porque nos impusieron esa nacionalidad”, advierte el secretario de la secundaria agrícola, Epifanio Lorenzo.

“Está bueno venir acá porque yo hice la primaria y la secundaria en Resistencia (capital de Chaco) y estaba perdiendo las costumbres y la lengua de mi pueblo”, cuenta Alfredo Melagrani, estudiante de la tecnicatura de comunicación. Varios de sus compañeros trabajan en una radio qom que se inauguró el año pasado con apoyo del Gobierno de Fernández. “Cuando yo decía en mi escuela que era toba, se me quedaban mirando, pensaban que no existíamos más o que éramos muy pocos”, recuerda Alfredo, que duerme en un galpón con cuchetas porque el albergue no da abasto.

Antes de abrir las puertas a la prensa, el Consejo Qompi delibera si es conveniente hacerlo o no. Uno de sus miembros, Aristóbulo Silvestre, conduce el cuestionario al periodista, pero de a poco confía. Él es además uno de los dos concejales indígenas de Pampa del Indio. Los otros cinco no lo son, pese a que la mitad de la población es qom. “Me inicié en política porque siempre criticamos, pero no solo servimos como votantes”, cuenta Silvestre, enrolado dentro del peronismo. “Descubrí que en política te pagan por los votos (en el consistorio). La comunidad tiene que tener un partido político propio a futuro”, declara camino a las 10.000 hectáreas de tierras ancestrales que su familia y otras 39 consiguieron recuperar tras desalojar a varios hacendados en 2007. Entre mosquitos y frente al marrón río Bermejo, que separa Chaco de Formosa, allí donde el qom Félix Díaz pelea por el territorio de su comunidad, Silvestre comparte las reclamaciones de sus hermanos por bolsas de comida, pero lamenta que por las urgencias “se descuiden” las peticiones por “la tierra, la agricultura y el medio ambiente”.

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