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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Visado de oro y playa

La mayoría de los permisos de residencia a extracomunitarios que ha concedido España corresponde a compradores de casas

SOLEDAD CALÉS

Ahora que a los empresarios les llamamos emprendedores resulta menos antipático contar a la opinión pública unas medidas cuyo noble fin —reactivar la anémica economía— se apoya en controvertidos medios. Bajo el paraguas de la bautizada Ley de Emprendedores, el Gobierno dio luz verde en verano a la concesión de los visados de residencia a ciudadanos extracomunitarios a golpe de talonario. Los requisitos pasaban por: o bien comprar viviendas de al menos 500.000 euros (sin contar los impuestos); o bien desembolsar dos millones en deuda pública; o un millón en acciones o depósitos bancarios. También abría la puerta a aquellos que invirtiesen en un proyecto empresarial “de interés general”, que nunca se sabe bien si se refiere a un laboratorio de nanotecnología o Eurovegas: debían crear empleo o estar vinculados a la innovación científica o tecnológica. ¿Se puede poner precio a algo que tanto se valora, como el permiso de residencia de un país? La respuesta podría estar en la prioridad de atraer inversiones, de convertirse en destino de referencia para firmas punteras…

Siete meses después de la entrada en vigor de la ley, tenemos noticias para los españoles: no ha llegado ningún nuevo modelo económico a lomos de un corcel blanco. Pero los detractores de la ley pueden estar tranquilos: tampoco ha habido un aluvión de millonarios a la caza de visado europeo. De los 81 que España ha concedido, la mayoría corresponde a señores que han comprado casa en la soleada España. El Gobierno no ha sacado pecho. Porque, mientras todos esos expedientes se tramitaban, se recrudeció la polémica por la inmigración ilegal: pelotas de goma que lanzó la Guardia Civil y extranjeros que murieron ahogados.

El contraste puede invitar a rasgarse las vestiduras. Aunque entonces también se las podría rasgar uno en Reino Unido, Portugal, Chipre o Malta, con fórmulas del estilo que dan un buen resultado. Y en EE UU hay visados para emprendedores.

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El pero que puede ponerse no es atraer inversión, ni captar negocios: es que se trata de inversión no productiva vinculada al eterno ladrillo. Siempre acaba asomando el sol y la playa, aunque ahora el empresario sea emprendedor.

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