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Tribuna
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La moral católica y sus practicantes

El "y tú más" es una perversión de nuestras conductas y reflejos morales

Debo agradecer a El Confidencial y al diario El Mundo la pronta confirmación de alguna de las tesis que expuse en el artículo que se publicó en EL PAÍS (19/09/2013) con el título La moral católica. En el referido artículo yo opinaba que esa moral caduca tiene, entre otros efectos, el de haber hecho común en nuestra sociedad la costumbre del “y tú más”, que consiste en defenderse de las denuncias denunciando los pecados del otro, en lugar de dedicar el esfuerzo a desmentir las acusaciones o a justificar debidamente la propia conducta.

Aunque me refería ante todo a nuestros gobernantes y a la jerarquía católica, es obvio que también los órganos de prensa se pueden dar por aludidos, como ha ocurrido en este caso. En efecto, en El Confidencial del 29 de septiembre se me niega capacidad para criticar aduciendo como razones mi patrimonio en el extranjero, recientemente declarado; y, consecuencia de lo anterior, el no haber comunicado a la CNMV una parte de mi participación en el capital de Bankinter. En la misma línea argumental, El Mundo del 3 de octubre, en un artículo en primera página firmado por Carlos Segovia y en su página de editoriales, considera que los defraudadores no deben dar lecciones de moralidad y me tacha de defraudador por partida doble: fraude al mercado con engaño a los accionistas, y en especial al Crédit Agricole, y fraude fiscal.

Será difícil encontrar dos ejemplos que ilustren de manera más clara el “y tú más” a que me había referido en mi artículo antes citado y que no es, en mi criterio, sino una perversión de nuestras conductas y reflejos morales. Tal vez en algún otro medio de opinión, afín o no a la derecha, se hayan expuesto razones en contra de las que yo argumentaba y no ataques a la moral de Jaime Botín, pero no las he visto. Lo cual no sé muy bien cómo interpretar porque en el círculo de mis amistades he podido recoger, junto a numerosas adhesiones, no pocas discrepancias. Eso sí, nadie ha pretendido negarme el derecho a decir públicamente lo que pienso, pese a que conocen muy bien mis muchos errores y dudosa moralidad.

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Para terminar, tan solo dos precisiones:

1. En cuanto al engaño a los accionistas y, en especial, al Crédit Agricole. De engaño nada: el Crédit Agricole conocía desde la primera conversación conmigo de sus dirigentes, porque tuve buen cuidado de decírselo para que no se llamaran después a engaño, que yo tenía el control efectivo del banco y no solamente por mi participación accionarial, sino porque el management de la empresa y el accionariado también estaban de mi lado. En cuanto a los demás accionistas, mi impresión es que aprueban que el principal accionista del banco haya dedicado la vida a defender su independencia y prosperidad, comprometiendo en ese empeño la mayor parte de su fortuna, dentro y fuera de España.

2. En cuanto al fraude fiscal. Mi nombre no “encabezaba” la lista de Falciani, como se dice en El Mundo, porque ni figuraba en esa lista ni en ninguna otra de las divulgadas por otros delatores. La Administración tributaria nunca me preguntó, ni indagó, ni inició investigación alguna sobre mis bienes en el extranjero. Yo realicé en 2010 una declaración, totalmente voluntaria, de todos esos bienes cuyo origen se remonta a una época muy distinta a la nuestra, porque entendí que en la actual y en medio de la grave crisis económica que sufre el país, eso era lo que debía hacer.

Jaime Botín es alumno de la Escuela de Filosofía. Fue presidente de Bankinter entre 1986 y 2002.

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