_
_
_
_
_
ENTREVISTA

“Habría que cerrar los bancos suizos si mantienen el secreto bancario”

Decenas de miles de evasores fiscales, muchos españoles, dormirían tranquilos si Éric de Montgolfier hubiera mirado hacia otro lado Pero este fiscal francés decidió investigar a fondo la ‘lista Falciani’ y ha descubierto el mayor fraude fiscal en la historia reciente de la Unión Europea

José María Irujo
Eric de Montgolfier, el fiscal francés que investigó la 'lista Falciani'.
Eric de Montgolfier, el fiscal francés que investigó la 'lista Falciani'.BERNARDO PÉREZ

El fiscal Éric de Montgolfier se ha levantado a las tres de la madrugada en Bourges, en el centro de Francia, ha viajado hasta París para tomar un avión a Madrid y a las nueve de la mañana aguarda puntual su turno en San Fernando de Henares para declarar como testigo en la vista de extradición de Hervé Falciani, el exempleado del HSBC de Ginebra que se apoderó del tesoro más preciado de esta entidad: las cuentas secretas de 130.000 evasores fiscales, al menos 4.000 españoles. Su testimonio es clave porque este hombre de 65 años, casado con una abogada y padre de tres hijas, fue la persona que en 2010 descubrió en la casa de Falciani en Castellar, un pueblo de la Costa Azul (Francia), los archivos informáticos encriptados que han permitido a varios Gobiernos la mayor caza de evasores fiscales en la historia de la Unión Europea. Una investigación compleja que inició en solitario y que ha apuntalado aún más su fama de caballero blanco, de fiscal independiente que actúa sin pedir permiso, dice lo que piensa e incomoda a banqueros, políticos y a los ministros de Justicia franceses de sucesivos Gobiernos.

Acude a la fiscalía montado en su bicicleta, tiene un aspecto afable y sereno, pero ha sentado en el banquillo a una lista variopinta de personajes de las finanzas y la política francesa. Montgolfier acusó a Bernard Tapie, exministro, financiero y expresidente del club de fútbol Olimpique de Marsella (OM), de intentar comprar en 1993 un partido contra el Valenciennes. Casi toda la antigua directiva del OM, campeón de Europa en 1993, fue condenada por un tribunal a penas de cárcel. Tapie le llamó “majara” y apostilló: “Sin este asunto, Montgolfier sería un magistrado desconocido, siniestro. Si después de 25 años de carrera lo único que ha logrado es ser fiscal en Valenciennes, es que no debe ser…”.

Se equivocó. La credibilidad del fiscal creció en la misma proporción que lo hacía la mala fama del polémico empresario, implicado en sucesivos escándalos. Durante los diez años que permaneció como fiscal jefe de Niza investigó a miembros del Ayuntamiento y denunció las vidriosas relaciones de algunos de sus compañeros de judicatura con los poderes locales.

Un fiscal puede pregun­-tar lo que tiene que
hacer o hacer lo que cree”

Montgolfier acude al encuentro con el periodista, en un céntrico hotel de Madrid, después de declarar ante los magistrados de la Audiencia Nacional que deciden el futuro del enigmático Falciani, el exinformático del HSBC que ha puesto a esta entidad bancaria en la situación más difícil de su historia. El fiscal viste una americana cruzada azul marino, camisa de un tono más suave con finas rayas blancas, corbata burdeos, pantalones grises y zapatos marrones de estilo inglés. No parece cansado pese a que ya han pasado diez intensas horas desde que amaneció en su casa de Bourges, la histórica y apacible ciudad francesa de 100.000 habitantes, su último destino en la Corte de Apelación, un oasis comparado con el huracán que levantó en la efervescente Niza.

PREGUNTA: ¿Ha hablado con Falciani?

RESPUESTA: Me saludó y no lo reconocí. [El exempleado del HSBC acudió a la vista con peluca, gafas de pasta y maquillado].

P: ¿Cómo ha ido su declaración?

R: Bien, sigo vivo [sonríe]. Es la primera vez que estoy ante un tribunal español. Aquí los juicios son diferentes.

P: ¿Le sorprendió que Falciani le llamara a declarar como testigo?

R: No, porque soy uno de los que pueden decir cuál fue su papel en el descubrimiento de los documentos y en la ayuda que nos ha proporcionado.

P: ¿Cree que el futuro de Falciani está en parte en sus manos?

R: Primero depende de los jueces. He aportado algunos elementos, pero la vida de Falciani no va a acabar en los tribunales españoles. Ha traicionado los intereses de un banco muy grande y tendrá problemas para encontrar trabajo en el sector. Soy un testigo y nada más… A España se le pide una actitud moral. Cuando supe que había sido arrestado aquí por una petición de extradición de Suiza, me dije a mí mismo que no sería justo que fuera entregado.

P: ¿Es cierto que sin su ayuda no se habría podido recuperar la información secreta del HSBC?

R: Habría sido mucho más complicado. Nos ayudó a entrar en el ordenador porque estaba encriptado. Había partes que nosotros no habríamos encontrado. Falciani nos las proporcionó. Su ayuda fue preciosa.

La independencia por bandera

Éric de Montgolfier (Lyon, 1946) estudió en la Universidad de París II. Descendiente de los hermanos Montgolfier inventores de los primeros globos aerostáticos, estuvo destinado en el Ministerio de Justicia en París, donde investigó distintos casos económicos y financieros. Se ganó la simpatía de los ciudadanos por su actitud firme ante los poderes políticos y económicos. Una de sus hijas estudia para juez.

Miembros de la judicatura francesa reconocen que este hombre singular ha logrado con su trabajo y declaraciones públicas que distintos sectores de la sociedad francesa recuperen su confianza en la justicia. Su independencia y la complicidad con los medios de comunicación le han ayudado a cultivar su imagen de fiscal rebelde. Logró el récord de permanencia en su cargo de fiscal jefe de Niza, donde ejerció durante una década. Arriba, en una imagen de 1993, en el caso Valenciennes.

P: ¿Qué opina de Falciani? ¿Le parece más un héroe o un ladrón, como aseguran las autoridades suizas?

R: No sé cómo tengo que considerarlo. Al principio dije que tiene un temperamento mesiánico, que posee algo que aportar al mundo sumido en una crisis financiera. No estoy seguro de que sea tan simple. Hay seguramente una parte verdadera, pero hay aspectos poco claros antes de haber sido detenido en Niza. No sé lo que hizo, lo que quería hacer. Hay episodios en su recorrido que parecen discutibles.

P: ¿Me habla de una parte oscura?

R: Antes de ser detenido en Francia hay un episodio en Líbano que no sé bien en qué consistió. Creí comprender que pretendió vender [la información] a un banco libanés que rechazó el ofrecimiento. Sí, hay algunas zonas de sombra en esta historia. En Francia no intentó venderla. Si lo propuso en otros sitios, no lo sé. Si hubiera obtenido dinero, no estaría en la situación financiera en la que parece estar hoy. Sus abogados dicen que es difícil.

P: Cuando las autoridades suizas les pidieron un registro, no les informaron de lo que se escondía en la casa de Falciani.

R: Pensamos que era una petición banal. Al ver que asistiría el procurador federal, creímos que venía de vacaciones porque Niza es un sitio con sol y playa. Después supimos, no por Suiza, sino por Falciani, lo que había. Los suizos no fueron claros con nosotros.

P: ¿Qué pensó cuando la Gendarmería le informó que tenía en su poder los nombres de 130.000 evasores fiscales?

R: Pensé que era un asunto demasiado grande y que no podría tratarlo todo [sólo se han investigado las cuentas de personas físicas superiores al millón de euros]. Es una de las mayores evasiones fiscales de la historia. El presidente de la República acaba de anunciar la creación de la Fiscalía Nacional Anticorrupción. Viéndolo con distancia, pensé que habría sido mejor tenerla antes.

P: ¿Tuvo alguna presión o insinuación del Gobierno francés para que devolviera esos ficheros sin investigarlos?

R: Hay dos soluciones para un fiscal: preguntar al ministro lo que tiene que hacer o bien hacer lo que cree. No pregunté al ministro, abrí la investigación sin preguntarle su opinión. No sé si me hubiera dicho sí o no. Yo sabía que tenía que llevar a cabo esta investigación. No hubo presión. [El caso finalmente se puso en manos de la Fiscalía de París y Montgolfier se quedó con la parte de Niza].

P: ¿Y presiones de los bancos o de otras instituciones?

R: Los dirigentes del HSBC no querían que investigáramos las cuentas. Y Suiza también estaba en contra. Muchos suizos dijeron: no tenéis derecho… Del procurador federal [suizo] recibí correos desagradables, poco diplomáticos, pero, bueno, eso no es importante.

P: ¿Qué ha sido lo más difícil de sus pesquisas?

R: La sensación de ignorancia. Elegimos criterios para ordenar esa masa de información que en papel habría llenado los vagones de un tren, pero no sabíamos si estábamos dejando de lado cosas importantes. Y cuando tenemos una lista de 8.600 nombres franceses, no quiere decir que a través de sociedades o de fiduciarios no haya más franceses involucrados. Y lo mismo pasa en España. No creo que España tenga todo lo que hay, debe de tener la lista de los titulares españoles, pero puede que en la lista de franceses haya españoles escondidos, o detrás de las sociedades que quedan por investigar.

P: Un tren con los nombres de evasores de numerosos países.

R: Para un caso como este, con tantos países implicados, debería haber una fiscalía europea. Creo que sería factible. Hay muchos involucrados, y no solo europeos, de Canadá, de EE UU y hasta de países árabes. Cada país debería ocuparse de lo que le concierne. Es lo que justificó que Francia se quedara con la información y la distribuyera a los países afectados. La mandé también a los fiscales italianos y alemanes. No ha habido muchos países que los hayan pedido, y no entiendo por qué. Hasta llamé a un amigo en Bélgica y le dije que deberían interesarse, pero no me llegó ninguna petición.

P: ¿Qué sintió al tener en sus manos las cuentas secretas de tanta gente?

R: Es un caso bonito. En la vida de un fiscal hay muchas cosas pequeñas, accidentes, robos, sucesos. Te da la impresión de que realmente vas a ser útil.

P: Imagino que será una sensación parecida a la de un periodista cuando descubre una gran historia y cree que servirá para algo.

R: ¡Seguro! ¡Seguro! [Sonríe]. Estábamos fascinados por la importancia del caso, pero al mismo tiempo decíamos: ¡atención! Tiene que ser un caso real. Como en el periodismo, no hay que equivocarse. Le recuerdo el falso caso en el que se implicó al expresidente Nicolas Sarkozy. Y me dije: cuidado, hay que asegurarse de que todo esto es cierto.

P: Casi todos los casos de corrupción conducen a cuentas en paraísos fiscales, muchas veces en territorios bajo bandera británica. ¿Por qué cree que pervive este sistema tan injusto y escandaloso?

R: No estoy seguro de que los ingleses tengan una fibra muy europea. Su visión es muy egocéntrica. Me sorprende el hecho de que los países de Europa se comprometieran a no hacer nada que fuera en contra de los intereses de los otros. Los bancos son un elemento que pesa mucho en la economía de un país. En Suiza habría que cerrar los bancos si se mantienen en el secreto bancario. El problema es por qué se reemplazarían. Es como si les dijéramos a algunos Estados de Sudamérica que paren de cultivar droga. Si les pedimos que renuncien a esa parte de su economía, por qué la reemplazamos. Habría que darles otra forma de sobrevivir.

En el sistema bancario, más que los secretos, lo que hay es penumbra"

P: Hollande asegura que está decidido a combatir los paraísos fiscales. ¿Cree en esta declaración de intenciones?

R: [Se ríe]. ¡Es el presidente de la República! La crisis que atraviesa Francia es tan grande que hace falta hacer algo. El problema es que desde hace tiempo constato que las cosas funcionan por picos. Hoy se habla de la corrupción, de fraude fiscal, del HSBC. Se empieza a hablar, sube, sube, sube, y de pronto puff, se acabó, ya no se habla más. Me gustaría que no se dejara de hablar de algo tan importante como esto. Las instituciones deben tener verdadera fuerza, hay que dotarlas de medios y poner al frente a personas que tengan ganas de cumplir con su tarea. Hay que crear organismos que sirvan de verdad para luchar contra la corrupción. Y ahí la historia me hace ser más desconfiado.

P: El ministro de Hacienda socialista Jérôme Cahuzac, recientemente destituido por ocultar una cuenta en Suiza, y el banco Reyl son los últimos escándalos de la clase política francesa. ¿Se esconden en esta entidad más secretos inconfesables de personalidades francesas?

R: [Sonríe]. Secretos hay por todas partes, pero en el sistema bancario, más que secretos, hay penumbra. Lo vemos en nuestro país, en el que hoy preguntas a nuestros políticos cuál es su patrimonio y la mayoría no lo quieren dar. Yo estoy dispuesto a decir lo que tengo porque sé muy bien de dónde viene. Cuando alguien afirma: no puedo decir lo que tengo, yo sospecho que esa persona puede estar escondiendo algo. Soy fiscal. No es escandaloso tener dinero si se puede explicar su procedencia.

P: Usted es un fiscal incómodo para los poderes públicos. Seguro que el alcalde y el prefecto de Niza no le echan de menos.

R: No estaba al tanto de que las autoridades públicas no se sentían cómodas conmigo [sonríe]. Un fiscal no está para hacer favores, sino para combatir el crimen y recordar a los unos y a los otros que hay que respetar la ley.

P: ¿Cuál ha sido el momento más duro de su carrera?

R: [Silencio]. Cada vez que he visto que las injurias afectaban a los míos, pero fuera de eso no ha habido más problemas; al contrario, ciertas personas me han hecho un favor, me han dado la fuerza de resistirlos. Bajo presión, o cedes y te cuesta mirarte a ti mismo, o resistes y eres aún más fuerte.

P: ¿Su trabajo ha afectado muchas veces a los suyos?

R: Bastantes, pero estaban preparados. O bien agachas la cabeza, y si la agachas una vez, la agachas siempre, o bien te dices a ti mismo que tienes un deber que has elegido. No es una cuestión de valentía, sino de honestidad.

P:Algunos medios franceses le llaman ‘caballero blanco’. ¿No cree que todos los jueces y fiscales deberían serlo?

R: Que se limiten a ser jueces o fiscales estaría bien. Si les propones que sean caballeros blancos, te dirán: no, es demasiado duro para mí. Hay que pedirles que hagan lo que juraron que iban a hacer: justicia. En mi caso es solo una definición mediática. Conozco bastantes magistrados a los que no calificaría de caballeros blancos, pero que son rigurosos. Y eso es lo único que se les debe pedir. Cuando era joven magistrado, me decían: despacio, ya tendrás grandes funciones, pero si empiezas a relajarte, te relajas todo el tiempo. Un fiscal me dijo un día hablando de mi futuro: “Haz de chulo y todo irá bien”. Me indicaba que prostituyendo la justicia tenía todas las posibilidades de llegar a altas funciones. No es muy interesante… [Se ríe].

P: Pero los ciudadanos, en general, no confían en la justicia.

R: La justicia da miedo, no sabe hacerse accesible. Se obstina cuando los magistrados hablan un lenguaje incomprensible. La justicia no satisface a nadie. Desconfiar de la justicia me parece algo normal. Desconfiamos también porque no la conocemos. A veces los magistrados no son tan buenos como nos gustaría. Es un conjunto de cosas que explican por qué la justicia es poco apreciada. Admiramos a los médicos que nos salvan, pero no al que te mata. Y no estamos forzosamente en el lado bueno.

P: A veces le acusan de hablar demasiado.

R: Si a los ciudadanos no les gusta la justicia, lo mejor que se puede hacer es dar explicaciones. No podemos quejarnos de que no les gustamos si no nos molestamos en exponerles lo que somos y lo que podemos hacer.

P: En algunas cosas me recuerda usted al juez Baltasar Garzón, un hombre que combatió el terrorismo y la corrupción. Acabó expulsado por unas escuchas ilegales a abogados en prisión. Usted también fue acusado de atentar contra la libertad de un detenido.

R: Fui absuelto. Estar delante de un tribunal para responder de tus actos no es nada escandaloso. Lo habría sido si me hubieran condenado. He propiciado sancionar a mucha gente como para no aceptar que el sistema me juzgue a mí. Cuando salí a declarar dije: es una experiencia y desearía que todos los magistrados de Francia la vivan. Creo que no hizo gracia a nadie. [Risas]. El caso de Garzón demuestra que si molestamos a los poderosos, hay que ser rigurosos en extremo, y aun así no estamos seguros. No puedes tener el más mínimo fallo. Usted utilizaba antes el término de caballero blanco, es mejor el de zorro. Cuando me dicen que soy un magistrado mediático, digo: menos mal. Si tienes la voluntad de hacer algo y lo haces en la sombra, corres el riesgo de forzar algunas veces un poco la ley.

P: Le quedan unos meses para jubilarse. No le veo paseando en su bicicleta. ¿Ha pensado en dedicarse a la política?

R: [Cara de sorpresa]. ¡Jamás! ¡Jamás! Me lo han propuesto varias veces. Dicen que estoy preparando mi candidatura, pero no, no sabría hacerlo. He pasado mi tiempo diciéndole a la gente qué tenían que hacer, recordándoles la ley, como para transformarme en: ¿qué tal estás?, ¿puedo hacer algo por ti? No, no sabría hacerlo. Soy literalmente incapaz. Fuera de la justicia y de la política hay un montón de cosas que se pueden hacer: escribir, apasionarse. Hay muchas cosas, pero no la política.

P: ¿Y su bicicleta?

R: Ya no puedo ir a la fiscalía en mi bicicleta. Cuarenta y ocho horas después de llegar a Bourges me la habían robado. [Se ríe]. Y la policía no ha conseguido encontrarla.

P: Dígame lo mejor de Bourges y lo peor de Niza para un fiscal.

R: Lo mejor de Bourges es la tranquilidad provinciana, un poco alsaciana. Lo peor de Niza: nunca sabes con quién hablas. A veces hablas con gente en la que tienes confianza, aunque es difícil… Pero tengo amigos en Niza. [Se ríe].

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

José María Irujo
Es jefe de Investigación. Especialista en terrorismo de ETA y yihadista, trabajó en El Globo, Cambio 16 y Diario 16. Por sus investigaciones, especialmente el caso Roldán, ha recibido numerosos premios, entre ellos el Ortega y Gasset y el Premio Internacional Rey de España. Ha publicado cinco libros, el último "El Agujero", sobre el 11-M.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_