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40 aniversario de la CEOE

El día en el que los empresarios aceptaron las reglas democráticas

La CEOE comenzó en 1977 a jugar un papel esencial en el desarrollo del país

Miguel Ángel Noceda
Acto de constitución de la CEOE el 29 de junio de 1977. De pie, desde la derecha: José Antonio Segurado, José Meliá, Manuel Martín, Ferrer Salat y Max Mazín, entre otros. En el centro, firmando, José Pablo Rodríguez Mantiñán. Félix Mansilla es el primero a la izquierda, sentado.
Acto de constitución de la CEOE el 29 de junio de 1977. De pie, desde la derecha: José Antonio Segurado, José Meliá, Manuel Martín, Ferrer Salat y Max Mazín, entre otros. En el centro, firmando, José Pablo Rodríguez Mantiñán. Félix Mansilla es el primero a la izquierda, sentado.

El 7 de junio de 1977 un nutrido grupo de empresarios se reunió a cenar en el restaurante Medinaceli de Madrid, a la espalda del hotel Palace hoy desaparecido. Habían acudido divididos, pero con el propósito de organizarse para vivir en democracia tras haber perdido la protección del sindicato vertical. Se habían quedado huérfanos tras la desaparición del sindicato vertical, con el que se sentían protegidos, mientras los trabajadores estaban mucho mejor estructurados en unos sindicatos que solo tuvieron que cambiar la clavija para dejar la clandestinidad.

A aquel encuentro estaba invitada una representación catalana, cuya presencia fue vital para el acuerdo final. Los empresarios catalanes se habían mantenido organizados durante el franquismo bajo el paraguas de la bicentenaria Fomento del Trabajo Nacional (entonces solo denominada en castellano). Eso hizo que, tras acordar la integración de Fomento, no fuera difícil designar a un empresario catalán, joven, deportista, con idiomas, ligado a la burguesía barcelonesa y dueño de una empresa exitosa. Se trataba de Carlos Ferrer Salat.

Y así, el 29 de junio, se constituía la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE). Tres meses después se juntarían 408 delegados de 89 organizaciones territoriales y sectoriales que representaban a más de 800.000 empresarios para aprobar los estatutos y los órganos de Gobierno.

Los empresarios estaban divididos y solo los catalanes estaban organizados

La gran patronal comenzaba a andar. Pero su primera frustración fue no participar en los Pactos de la Moncloa (tampoco los sindicatos). Por eso, pusieron en marcha asambleas para llamar la atención. Al final, Adolfo Suárez les recibió en La Moncloa en vísperas navideñas. Los empresarios pusieron sobre la mesa una serie de exigencias: defensa de la economía de mercado, petición de una ley de huelga, un marco laboral similar al europeo, reducción del sector público y rebaja de impuestos y cotizaciones sociales. La CEOE presume de que desde entonces se la tuvo en cuenta y la Constitución la reconoció como interlocutor social.

Celebración del 40 Aniversario de la CEOE el pasado lunes
Celebración del 40 Aniversario de la CEOE el pasado lunes

La interlocución no tardó en dar paso a la concertación social. El primer pacto, que firmó con UGT y con el rechazo de CC OO, fue el Acuerdo Básico Interconfederal (ABI), base del Estatuto de los Trabajadores. Un año después los mismos protagonistas firmarían el Acuerdo Marco Interconfederal (AMI), que redujo la conflictividad laboral un 60%. “Se trataba de organizar las relaciones laborales en un país que en 1979 había tenido 170 millones de horas de huelga (el año pasado se perdieron 11 millones)”, recuerda el actual presidente, Juan Rosell.

La manzana y el gusano

La gran patronal había entrado en la democracia, y se doctoraría al rechazar el golpe de Estado de 1981, como destaca Fabián Márquez, consultor y colaborador de la patronal durante años. Pero no les hizo mucha gracia la rotunda victoria socialista de octubre de 1982. Hubo que templar gaitas y, por eso, Felipe González y Miguel Boyer (ministro de Economía in pectore) se reunieron a cenar con una comitiva empresarial en El Parrillón para forjar un pacto de no agresión. Todavía escocía el cartel de una manzana con un gusano que los empresarios difundieron en la campaña electoral contra el PSOE.

José María Cuevas, que relevó a Carlos Ferrer, se mantuvo 23 años en el cargo

A aquel encuentro Ferrer acudió con Carlos Pérez de Bricio (dirigente del metal) y el secretario general, José María Cuevas, al que dejaría el puesto en 1984. Cuevas era un avispado ejecutivo, chaparro, que no hablaba idiomas ni jugaba al tenis y no era empresario, una característica que se convirtió en debate durante los 23 años que estuvo al mando y que sigue siendo objeto de polémica sin saber qué es mejor.

El dirigente palentino, bajo cuyo mandato se hizo el primer Congreso Nacional de Empresarios, esperaba que el mandato socialista fuera corto. Sin embargo, el PSOE se mantuvo 13 años largos, y él tuvo que hacer equilibrios entre el necesario diálogo con el Ejecutivo y los sindicatos (Pacto Social de Progreso, en 1991) y su apoyo al PP (y sobre todo a su tocayo Aznar). Fue por aquellas fechas cuando Felipe González le dijo: “Cada día me caes mejor, lástima que no me pueda fiar de ti”. Y cuando Aznar ganó al tercer intento en 1996, este le ninguneó todo lo que pudo.

Cuevas, no obstante, siguió su camino, estrechando lazos con los sindicatos (Acuerdo de Negociación Colectiva en 2002) y atendiendo las reivindicaciones de la empresa. Dos años después le encargó a Juan Rosell, que desde 1995 presidía la veterana Foment, un proyecto para modernizar la gran patronal.

Todo parecía indicar que había elegido delfín; pero el documento se durmió en un cajón y el relevo no se producía. Luego llegó el conflicto generado por una desacertada frase de Cuevas respecto a la opa de Gas Natural sobre Endesa. “Es una opa a la catalana, donde hay poco dinero y mucha política”, dijo. Rosell exigió una rectificación y las relaciones se deterioraron. Hasta el punto de que, en 2007, Cuevas se decantó por Gerardo Díaz Ferrán, de lo que no tardaría en arrepentirse.

Fue su segundo gran error (el primero fue haberse mantenido tanto tiempo). La elección de Díaz Ferrán, que apenas recibió rechazos, fue un fiasco. Aunque al empresario turístico se le reconoce que trató de cambiar la estructura, no tuvo reparos en aprovecharse del cargo en beneficio propio, lo que le llevó a dimitir en 2010 y, a la postre, a prisión. En su mandato, fue sonado el portazo que dio a Zapatero tras haber acordado apoyar la negociación colectiva.

Y entonces Rosell tuvo la segunda oportunidad, en plena crisis y con el proceso secesionista catalán al alza. Poca broma. Ganó las elecciones a Santiago Herrero, presidente de la patronal andaluza que se había opuesto al nombramiento de Díaz Ferrán (perdió 9 a 2 en la ejecutiva de Cuevas), y llegó con un librillo lleno de notas. De ahí surgió la regeneración plasmada en el Código Ético y de Buen Gobierno que, entre otras cosas, limita los mandatos a ocho años. Tras haber aplicado una renovación lenta, se ha preocupado por la innovación, la internacionalización y el tamaño de la empresa, así como buscar nueva financiación tras haber perdido la fuente principal que tenía con la formación.

Una sopa de organizaciones

M. Á. N.

Al igual que pasó con los partidos, durante la Transición brotaron movimientos empresariales, con tres organizaciones destacadas: la Confederación General de Empresarios (CGE), que encabezaba el vasco Luis Olarra; la Agrupación Empresarial Independiente (AEI), dirigida por Max Mazín, y la Confederación Empresarial Española (CEE), impulsada por Agustín Rodríguez Sahagún, que sería ministro con Suárez. A su alrededor destacaron otros dirigentes: Arturo Gil, José Antonio Segurado, Felix Mansilla, Enrique Kaibel, Celso García, Juan Manuel de Mingo, Ignacio Briones, Javier González Estefani, Javier Ferrer, el catalán Alfredo Molinas o el andaluz Otero Luna... En paralelo, se había formado el Círculo de Empresarios por iniciativa del exministro José María López de Letona.

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Sobre la firma

Miguel Ángel Noceda
Corresponsal económico de EL PAÍS, en el que cumple ya 32 años y fue redactor-jefe de Economía durante 13. Es autor de los libros Radiografía del Empresariado Español y La Economía de la Democracia, este junto a los exministros Solchaga, Solbes y De Guindos. Recibió el premio de Periodismo Económico de la Asociación de Periodistas Europeos.

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