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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Abrumador optimismo en Sintra

Draghi planea un “ajuste prudente”, un aterrizaje suavísimo, no disruptivo, “gradual”

Xavier Vidal-Folch
Mario Draghi, presidente del BCE
Mario Draghi, presidente del BCERafael Marchante (REUTERS)

“Predomina la incertidumbre política”, nos declaraba en noviembre el presidente del BCE, Mario Draghi (EL PAIS, 30/11/2017). Era en pleno e infausto éxtasis de ciertos populismos, de pesar por el Brexit, de dudas sobre la capacidad de las economías europeas para autorreformarse, de europesimismo.

Este martes, solo siete meses después de aquella confesión, Draghi certificó en su tradicional alocución de Sintra que aquellos pesares son arqueología. “La escena política de la eurozona ha experimentado un cambio considerable”; la “nube de incertidumbre” que actuaba como “un freno” ha dado paso a una nueva “confianza”; de modo que “los vientos políticos se están convirtiendo en vientos de cola” que empujan el crecimiento y combaten el paro. Miel sobre hojuelas. Más aun para una economía tan sensible a los vientos de cola exteriores (el petróleo sigue portándose bien) como la española.

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Ante la optimista encíclica laica del papa de Fráncfort, los obispos —banqueros centrales, profesores de macro, euroexpertos— aplauden sin reservas. Si acaso, alguno matiza que, tras Austria, Holanda, y Francia, queda aún una asignatura pendiente para la estabilidad “de la política y de la economía del euro”, apunta un profesor británico. Es Italia (la tierra de origen de Draghi): una caja de sorpresas, con sus agitados bancos, su crecimiento plano, su astenia reformista, sus cincoestrellados, sus berlusconi-boys.

También aplauden los mercados, que disparan hacia arriba la cotización de la moneda única. Quizá interpretan que con esos datos políticos (y los económicos en línea, 16 trimestres consecutivos de crecimiento y seis millones largos de nuevos empleos desde hace tres años) se avizoran pocas oportunidades para una política monetaria aún más expansiva.

Y es que a diferencia de los consumidores —que adoran los bajos tipos de interés y la abundancia de dinero—, a los mercados financieros les place hacer su agosto con los tipos altos, que dan más margen sobre el que cargar su intermediación.

Esta es la hermenéutica sobre Draghi de un banquero central mediterráneo: que la baja inflación se debe a “factores temporales”, que el BCE debe “atravesarlos”; que la “adaptación” de la política monetaria solo puede orientarse hacia menos heterodoxia. “Acompañar la recuperación” es el lema.

Con cautela. Draghi planea un “ajuste prudente”, un aterrizaje suavísimo, no disruptivo, “gradual”. Este martes entonaba aleluyas. Pero tiene memoria: hace un año debió escaparse con urgencia de Sintra para hacer de bombero monetario por el referéndum del Brexit.

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