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Economista y profesor del MIT

Daron Acemoglu: “El tejido institucional español necesita una reforma radical”

El coautor de 'Por qué fracasan los países' recoge el premio BBVA Fronteras del Conocimiento

Manuel V. Gómez
El economista Daron Acemoglu durante la entrevista
El economista Daron Acemoglu durante la entrevistaJaime Villanueva

Daron Acemoglu (Estambul, 1967) está acostumbrado a las entrevistas. Desde que en 2012 publicara junto con James A. Robinson Por qué fracasan los países, se ha convertido en uno de los economistas más mediáticos del mundo. La respuesta que dan en el libro a la pregunta que formulan —la existencia de instituciones “inclusivas”, las capaces de garantizar oportunidades económicas y asegurar la propiedad privada, que propician el éxito o la de instituciones “extractivas” que abocan a lo contrario—, tuvo mucho éxito en España y muchos autores han tratado de hispanizarla.

Acemoglu ha viajado a España para recoger el Premio BBVA Fronteras del Conocimiento de Economía. La adaptación de la tesis que hace para este país, vistos los casos de corrupción, es contundente: “Las instituciones españolas no son completamente inclusivas. La corrupción que se está viendo es el síntoma de un problema institucional más grave. No se puede comparar con las instituciones de Venezuela, por supuesto, que la han llevado a un fracaso total. Pero no cabe duda de que el tejido institucional español no es suficientemente inclusivo, necesita una reforma radical”.

La ausencia de instituciones inclusivas no solo se refleja en la corrupción. Según el profesor de economía del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés) también se ve en uno de los problemas endémicos de España: el paro y la falta de empleo. “El entorno institucional general no deja espacio para empresas con alta productividad, que son las que van a crear trabajo. Esa baja productividad, que es la regla de España, va vinculada a la baja tasa de creación de puestos de trabajo. Si quieres tener más empleo, tienes que tener mejores empresas, más competitividad”, señala.

A diferencia de lo que opinan instituciones internacionales, la solución no pasa, o al menos no solo, por una reforma laboral: “No se trata solo de cambiar un aspecto de la legislación de la legislación del trabajo, sino de en un sistema político abierto. Un sistema legal eficiente que trate a las empresas de la misma forma”.

Limpieza del sistema político

Su reforma pasa por “limpiar el sistema político y que las empresas se vean sometidas a una mayor presión competitiva”.

Acemoglu es turco y pone como ejemplo a su país de que el camino hacia la creación de instituciones que garanticen el desarrollo no tiene un solo sentido, tiene dos: el de ida y, en ocasiones, el de vuelta. Además, no cree que organismos internacionales como la Unión Europea o el FMI aseguren el avance: “No pueden impedirlo. No hay estructura suficiente para que estas instituciones supranacionales sean fuertes o democráticas. La Unión Europea es una solución de compromiso que ha funcionado bien, pero no es suficientemente fuerte ni democrática. No puede hacer nada en cuanto al problema institucional de Hungría o Polonia. No pudo con Grecia antes de la crisis financiera”.

¿Por qué? “Las instituciones inclusivas, base del Gobierno en Alemania o Reino Unido, son fuertes porque se ven sometidas al control democrático y la Unión Europea no está sometida a ese control. Ahí reside el problema. El FMI es aún peor porque es mucho menos democrático y tiene menos capacidad de rendir cuentas por nada”.

La carrera de Acemoglu no solo se mide por un libro. Sus trabajos e inquietudes van más allá. Y ahí aparece en alguno de sus últimos artículos la tecnología, la robotización y sus consecuencias. Su conclusión es que por cada nuevo robot que se incorpora a la producción se reduce el empleo y bajan los sueldos. “Las nuevas tecnologías tienen la capacidad de aumentar la productividad, pero a la vez muchos trabajadores van a perder sus puestos de trabajo y otros tendrán una disminución de su sueldo”.

¿Cómo evitar las consecuencias negativas? “Una red de protección social con mucho de lo que ya hace el estado de bienestar, el seguro de desempleo, de salud y oportunidades educativas para todos: redistribución de la riqueza mediante la carga impositiva y otras políticas del mercado laboral que permiten los ajustes (formación adecuada y políticas activas para que los trabajadores encuentren nuevos puestos de trabajo)”.

Vive en Estados Unidos desde hace años, y cree que allí para reforzar esa red social de la que habla como forma de amortiguar las consecuencias sociolaborales de la revolución tecnológica hay que aplicar políticas contrarias a las de Trump: “Debemos tener una alta carga impositiva, porque se necesita una red social más moderna y esto necesita fondos”. ¿Y eso será posible en el futuro? “Creo que sí”.

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Sobre la firma

Manuel V. Gómez
Es corresponsal en Bruselas. Ha desarrollado casi toda su carrera en la sección de Economía de EL PAÍS, donde se ha encargado entre 2008 y 2021 de seguir el mercado laboral español, el sistema de pensiones y el diálogo social. Licenciado en Historia por la Universitat de València, en 2006 cursó el master de periodismo UAM/EL PAÍS.

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