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Columna
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Estrés bancario a la europea

Comparar el Popular con el rescatado Monte dei Paschi es tentador, pero desacertado

Santiago Carbó Valverde
Cartel del Banco Popular en una calle de Madrid.
Cartel del Banco Popular en una calle de Madrid. Andrea Comas (REUTERS)

Resulta algo inoportuno y desgraciado lo que está ocurriendo con el Banco Popular, una de las entidades españolas con mayor raigambre institucional y un importante valor de franquicia, al menos hasta hace poco. Como en tantos otros casos documentados de estrés bancario, se vuelve a poner de manifiesto la dificultad de ejercer una resolución temprana que evite males mayores. Los vaivenes en el precio de la acción son un escaparate del juguete especulativo en el que nunca debe convertirse un valor bancario, por el desasosiego que transmite al conjunto del sector. Algunos hablan de una resolución “abrupta” desde Fráncfort lo que sorprendería después de otras soluciones adoptadas en la Eurozona últimamente.

Ironías del destino —u oportunidad para reivindicar una cierta autonomía española para resolver esta situación— la intensidad que ha adquirido el castigo a la acción del Popular coincide con el acuerdo para la resolución del italiano Monte dei Paschi de Siena (MPS). Comparar estas dos entidades sería tentador, pero desacertado. Más aún, cuando MPS no ha sido, en puridad, intervenido, sino que el supervisor único parece que se ha acabado sumando a un plan eminentemente italiano.

A diferencia de Popular, en el caso de MPS el agujero es (sigue siendo, en parte) difícilmente abarcable. Una segunda diferencia es que el camino seguido por el sector bancario español en términos de sacrificio —tanto autoimpuesto como infringido, y que quizás haya que continuar— es mucho mayor que el italiano. El problema de los activos deteriorados allí es mucho mayor que el de España.

En nuestro país se ha realizado un esfuerzo de reestructuración y de transparencia aumentada, por lo que la diferencia puede ser aún mayor. Asimismo, la economía española ofrece un soporte macroeconómico y un crecimiento que en Italia no se divisa desde hace muchos años y que compromete aún más el balance del sector bancario transalpino. Incluso teniendo en cuenta todas estas diferencias, se ha tardado dos años en llegar a un acuerdo visado por el BCE para la resolución de MPS, con un plan que se supone que infringe pérdidas a accionistas y bonistas aunque, de partida, prevé que el propio banco compense a buena parte de ellos. Esto deja gran parte del bail-in (que paguen los inversores antes que los contribuyentes) disfrazado de bail-out (se inyecta dinero público finalmente).

Las opciones del Popular parecen pasar inevitablemente por una solución privada. Para cerrarla, se está ultimando una nueva tasación de los activos. Hay diferentes opciones. Eso sí, hacen falta noticias (del ámbito público y privado) que reduzcan la incertidumbre, que sirvan de certificación. Si hay una adquisición, el uso de instrumentos de deuda para amortiguar pérdidas transformándolos en acciones (CoCos) podría ser más limitado pero, si no, lo cierto es que ese es su propósito llegados al extremo. En España ya se impuso el bail-in cuando no era norma europea. Hay que acotar las posibles soluciones y decidir pronto para no perder el control totalmente.

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