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Toshiba sacrifica sus joyas

El gigante japonés se ve forzado a vender sus negocios más rentables para sanear sus cuentas

La historia y crecimiento de Toshiba se estudió durante años en las escuelas de negocios. El grupo japonés se convirtió en una de las marcas de electrónica de consumo más reconocidas del planeta y en referente en innovaciones tecnológicas: llevó a Japón los radares, televisores, neveras, microondas o reproductores de DVD. Fuera de su país de origen, fue responsable en 1985 del primer portátil comercial del mundo. Parte de este éxito se atribuía a la cultura corporativa de la compañía, la misma que la ha llevado ahora a sufrir el peor bache de sus más de 140 años de historia.

Toshiba prevé registrar pérdidas por unos 8.300 millones de euros en el último año fiscal. 
Toshiba prevé registrar pérdidas por unos 8.300 millones de euros en el último año fiscal. AP Photo

Toshiba debe hacer frente a un agujero financiero gigantesco derivado de la quiebra de su filial de energía nuclear en Estados Unidos, Westinghouse Electric. El conglomerado prevé registrar unas pérdidas aproximadas de un billón de yenes, unos 8.300 millones de euros, en el último año fiscal, que en Japón terminó el 31 de marzo. De confirmarse, se trataría del peor resultado obtenido nunca por un fabricante japonés.

Origen de los males

¿Cómo ha llegado Toshiba a esta situación? Lo primero son los citados problemas de Westinghouse, que arrastra retrasos en sus proyectos de reactores nucleares en Estados Unidos. Pero los analistas consideran que la propia compra de la empresa, realizada en 2006 y por la cual el gigante japonés desembolsó 4.500 millones de euros, fue un error. Toshiba se embarcó en la expansión de su división de energía atómica en un momento en que las perspectivas del negocio eran buenas, pero la crisis financiera internacional y sobre todo el accidente nuclear de Fu­kushima supusieron un mazazo para el sector (dos reactores de la central fueron construidos por el grupo, que se encarga ahora de su desmantelamiento).

“Westinghouse era el objetivo equivocado, el precio que se pagó fue claramente excesivo, no hubo una apropiada auditoría de venta y la gestión posterior ha sido ineficaz”, resume Masao Hirano, profesor de la Facultad de Empresa y Finanzas de la Universidad de Waseda.

Es este último punto, la gobernanza ejercida por la alta dirección de la empresa japonesa, de donde surgen los mayores males de Toshiba. En los últimos años, y con la excepción de algunas líneas de negocio como los semiconductores, la compañía se ha visto superada por sus competidores más directos. Mientras, sus responsables continuaron estableciendo objetivos de ventas y beneficios que satisfacían a los accionistas, pero eran difíciles de cumplir.

La rigidez, jerarquización y la estructura vertical tan presente en las empresas japonesas hizo el resto: las presiones derivaron en el maquillaje de las cuentas de la compañía durante años. Prueba de que no se ha tratado solamente de una cuestión de algunas personas, sino de algo más arraigado, es que esas malas prácticas sucedieron, como mínimo y que se sepa, con tres consejeros delegados distintos.

Para hacer frente a la crisis actual, Toshiba ha anunciado que escindirá sus cuatro principales áreas de negocio (infraestructura social, energía, dispositivos electrónicos y servicios de información y telecomunicaciones) en compañías distintas para ganar en flexibilidad. También está confirmado que se desprenderá de su negocio de semiconductores y memorias, quizás el más rentable de todos, para conseguir el dinero suficiente para tapar el agujero existente.

Para el profesor Hirano, perder esta unidad de chips es una mala decisión. “No entiendo la prisa para vender este negocio. Es probablemente el único competitivo que les queda y su valor es muy alto. Simplemente con los beneficios y el efectivo que genera podrían sanear su balance”, explica. Más del 80% de los beneficios de la empresa procede de esta unidad, sobre todo de las memorias NAND, imprescindibles para la fabricación de teléfonos móviles y tabletas. Entre más de las 10 ofertas recibidas están las de Foxconn, Apple, Google, Amazon o la surcoreana SK Hynix, según medios locales. No está claro si se venderá toda la unidad o solo una participación minoritaria; Toshiba prevé decidirlo en las próximas semanas.

Alivio económico

Con esta operación, el grupo tiene garantizada su continuidad. Según adelantó Reuters, Foxconn estaría dispuesto a desem­bolsar hasta 27.000 millones de dólares por el negocio, casi tres veces más que los números rojos que registra la problemática unidad nuclear. “Mi suposición es que hay una presión de los bancos para que se venda este negocio y que se paguen los préstamos pendientes lo antes posible”, dice Hirano. A finales de septiembre, la deuda de ­Toshiba ascendía a los 6.650 millones de euros.

Aunque tal vez se trate también de una cuestión de gestión, de simplificar la estructura del grupo para hacerla más controlable y evitar futuros escándalos financieros. “La dirección tratará de revivir a Toshiba como una empresa centrada en la división de infraestructura social —tratamiento de agua, logística, ascensores, escaleras mecánicas, aire acondicionado, ferrocarril, etcétera— una vez haya desconsolidado su unidad de energía nuclear y de memorias”, apunta Masaya Yamasaki, analista de electrónica industrial de Nomura. Esta reestructuración dejará, según Hirano, una empresa “más pequeña, compacta y estable”. La supervivencia de Toshiba parece garantizada; si se recuperará algún día esa aura de referente en excelencia no está tan claro.

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