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Columna
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La metáfora del globo y la caja

Por más que lo intenten, los republicanos no pueden reformar la asistencia sanitaria sin encarecerla

Imagínense a un hombre que por alguna razón está decidido a embutir a toda costa un globo en una caja. Una caja que, aparte de tener una forma inadecuada, sencillamente no es suficientemente grande. El hombre empieza trabajando en una esquina, colocando el globo en posición. Pero entonces se da cuenta de que el aire se ha comprimido en uno de los extremos y ha hecho que el globo se expanda por otra parte. Así que lo intenta por la otra esquina, lo cual deshace su trabajo original.

Si es lo suficientemente necio u obsesivo, puede pasarse un buen rato repitiendo la maniobra, intentándolo desde diferentes ángulos, y tal vez hasta se convenza brevemente de estar consiguiendo progresos. Pero se engaña: haga lo que haga, el globo no va a entrar en esa caja. ¿Entienden ahora lo que les ocurre a los esfuerzos republicanos por revocar y reemplazar la Ley de Atención Sanitaria Asequible?

Los republicanos se han pasado muchos años tachando la reforma sanitaria del presidente Obama de ley terrible, horrible e inútil, e insistiendo en que ellos lo pueden hacer mucho mejor. Lograron convencer a muchos votantes de que podían conservar las cosas buenas —la drástica expansión de la cobertura, que ha llevado a un mínimo histórico el porcentaje de estadounidenses sin seguro sanitario— y al mismo tiempo reducir las primas, bajar los copagos y, por supuesto, eliminar los impuestos a las rentas altas que financian el programa.

Esas promesas definen básicamente la caja en la que intentan meter la atención sanitaria. Pero la atención sanitaria cuesta dinero. En concreto, si se quiere ponerla a disposición de aquellos ciudadanos con afecciones médicas preexistentes —incluida la condición de no ser rico, ser relativamente viejo y no poder entrar aún en el Medicare [programa de atención sanitaria para mayores]— hay que encontrar una forma de subvencionarlos. El Obamacare costea en parte dichas subvenciones con financiación pública directa y en parte con reglamentaciones que emplean implícitamente las primas pagadas por los sanos para cubrir los costes que supone la atención a los menos sanos. Hay otras formas posibles de alcanzar el mismo objetivo, pero el dinero tiene que salir de algún lado. Eso básicamente dice cuánto aire hay en el globo, y lo hace demasiado grande para la caja.

Ahora entenderán ustedes por qué en el asunto de la atención sanitaria hay un ritmo predecible y repetitivo. Una y otra vez, leemos noticias de prensa afirmando que los republicanos están concluyendo un plan que romperá el punto muerto político. ¡Eliminarán los impuestos del Obamacare y financiarán el Medicaid [atención sanitaria a personas sin recursos]! ¡No, abaratarán el seguro eliminando las exigencias de cobertura! O —la idea más reciente que han puesto en circulación— dejarán que las aseguradoras suban los precios a personas con dolencias previas y lo compensarán creando fondos para grupos especiales de alto riesgo.

Y una y otra vez, el plan acaba teniendo un error garrafal. Millones de personas perderán su cobertura; o conservarán la cobertura, pero tan fragmentada que resultará prácticamente inútil; o las primas se dispararán para los más necesitados, a no ser que se dediquen enormes cantidades de dinero –cientos de miles de millones de dólares– a esos grupos de alto riesgo.

Lo que es importante recordar es que estos problemas no siguen surgiendo porque las personas encargadas de diseñar los planes sean descuidadas, y sigan olvidándose de cuestiones cruciales. Siguen surgiendo porque el Partido Republicano está intentando embutir un globo grande en una caja pequeña, y siempre que lo aprietan por un lado se infla por otro.

Y como la tarea que los republicanos se han impuesto a sí mismos es básicamente imposible, su actual debacle por culpa de la atención sanitaria no es cuestión de táctica política ni de liderazgo. Incluso aunque Donald Trump fuese el gran negociador que afirma ser, o Paul Ryan el genio de la política que pretende ser, esto no podría funcionar.

La única forma de que los republicanos lograsen hacer lo prometido sería que encontrasen un método para obtener una atención sanitaria mucho más barata. Eso lograría desinflar un poco el globo, y tal vez permitiría después de todo meterlo en la caja. Pero no lo han encontrado. La verdad es que, a pesar de que los republicanos lo han tachado de plan demencial e ineficiente, la reforma sanitaria ha logrado contener los gastos mejor de lo que sus defensores esperaban. Podríamos hacer algunas cosas para abaratarlo aún más, pero todas implicarían un giro a la izquierda, como por ejemplo introducir una aseguradora pública, o instituir un sistema de pagador único, es decir, que es el Estado el que paga a las aseguradoras por la asistencia sanitaria que reciben los ciudadanos. El Partido Republicano, que está decidido a girar a la derecha y reducir la participación del sector público, no ha ofrecido ninguna razón para que cualquiera crea que podría hacerlo mejor.

Todo esto plantea la cuestión evidente: si los republicanos nunca han tenido una alternativa verosímil a la Ley de Asistencia Sanitaria Asequible, si esta debacle era tan inevitable, ¿de qué iba el constante lema de "revocar y reemplazar"?

La respuesta, sin duda, es que empezó como una estratagema cínica; al principio, los republicanos esperaban matar la reforma sanitaria antes de que se pusiera verdaderamente en marcha. Y ahora han caído en su propia trampa. No pueden admitir que no tienen ideas sin admitir de hecho que han estado mintiendo todo este tiempo. Y el resultado es que siguen intentando meter el globo en esa caja.

Paul Krugman es premio Nobel de Economía.

© The New York Times Company, 2017.

Traducción de News Clips.

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