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“Nunca le he comprado ropa a mi hijo”

Lucía Cuesta, de 44 años, es madre soltera. Su vida cambió tras su último empleo fijo en 2009

Lucia Cuesta con su hijo Ibu, en un parque de la población de Paterna, Valencia.
Lucia Cuesta con su hijo Ibu, en un parque de la población de Paterna, Valencia.Monica Torres
Manuel Viejo

Después de vender todos los muebles de su antigua casa de alquiler de 120 metros cuadrados e irse a vivir a una habitación privada con su hijo, Lucía Cuesta, de 44 años, también tuvo que vender el coche. “Eso fue lo peor”, dice. “Me quitó libertad, me cerró”. De aquello hace ocho años. Los mismos que tiene su hijo Ibu. Y los mismos desde su último trabajo indefinido: jefa de obra. Lo que siempre quiso y para lo que había estudiado: un módulo de FP. Benditos 2000 euros al mes.

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“Lo primero que te dicen los agentes sociales cuando te quedas sin nada es que intentes tirar de tu familia, pero es que la mía también está jodida”, dice. “Por suerte o por desgracia a las familias españolas que tenemos estudios nos cuesta más obtener ayudas”. Cuenta que lo peor ya pasó, pero no la desigualdad. “No estamos hablando de una pobreza económica, que la hay, estamos hablando de una pobreza en la que mi hijo no puede asistir a clases extraescolares de mates o música. O no puedes ir a tomarte unas cervezas con amigos”. En resumen. “Antes era: me voy a meter a comprar algo porque sé que lo voy a pagar. Y ahora es: qué puedo permitirme a corto plazo”.

Hoy viven en una casa familiar en Paterna, Valencia. Es 2017. “Sobrevivir no cuesta tanto”. El inquieto renacuajo ya tiene ocho años y sabe que el dinero no sale de los árboles: comprende que no puede comprarse golosinas; entiende que la lavadora no se pone hasta que no esté hasta arriba; acepta que en casa solo puede estar encendida una bombilla e intuye que, cuando su madre saca las mantas en invierno, no hay calefacción. “Lo sabe porque está viviendo con ello desde que nació. Yo, no”. Lo que no sabe, por ejemplo, es que su madre aprovechaba sus clases gratuitas de natación para ducharse con agua caliente y poder ahorrar más. “Acabas acostumbrándote a vivir con 300 o 400 euros al mes”.

— ¿Le compras ropa?

— Nunca. Una amiga me la presta; es un dineral.

— ¿Tienes móvil?

— Sí, un mes me lo paga mi hermana y otro yo.

Audita todos los folletos de Carrefour, Mercadona, Lidl y Día. “Me gasto 100 euros al mes. Hago la compra a medias con un amiga y cuando hay 3x2 aprovechamos más”. Nunca se han ido de vacaciones. “Mi hijo ve fotos mías en la torre Eiffel y me dice: ¡Mamá, a ver cuándo nos vamos por ahí!”. Dice que solo salen de Valencia tres días al año. Se van a Barcelona para visitar a la madrina del pequeño. “Ella nos paga el billete, desconectamos. Yo, sobre todo.”

— ¿Vais al cine?

— Sí, cuando salen las entradas de 2,90.

Este mes ha vuelto a encontrar trabajo gracias a una bolsa de empleo del Ayuntamiento, aunque todavía está en fase de pruebas ingresa unos 900 euros. Antes ha trabajado repartiendo propaganda y limpiando casas. Siempre empleo temporal y con meses de “absolutamente nada”. Dice, con ironía, que es mejor no sacar el tema de la conciliación familiar si eres madre soltera y que, incluso, ha llegado a trabajar por dos euros la hora. “¿Qué vas a hacer? Tienes que dar de comer al chiquillo. He intentado buscar en otros sectores, pero si no tienes experiencia da igual los cursos que hayas hecho. Si no has trabajado nunca en limpieza, las empresas no te quieren. Si no has sido camarera, en hostelería no te quieren…”.

— ¿Tenéis televisión?

— Sí, hasta hace nada teníamos una de culo grande (Se ríe). Se estropeó y una vecina nos ha dado una que pesa menos.

— ¿Internet?

— No. Tuve en 2008. Mi hijo quiere porque le ayuda a hacer los deberes. ¡Ahora todo lo mandan por ahí!

Cuenta que el padre se marchó a los 18 meses de nacer su hijo, que ahora vive en Suecia, y que ella tuvo ofertas en el extranjero, pero que una orden judicial le prohíbe sacar al niño de España. También confiesa que de no ser por organizaciones como Save The Children, su familia y sus íntimos amigos no hubiera salido adelante en los momentos más duros.

Tampoco quiere imaginarse dónde estará dentro de otros ocho años. Su hijo, sin embargo, sueña con ser bombero. “Su comida favorita es el pollo a la Coca-Cola. Lo hace él, ¿eh?, que cocina muy bien, pero compramos la de marca blanca, que es más barata”. 

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Sobre la firma

Manuel Viejo
Es de la hermosa ciudad de Plasencia (Cáceres). Cubre la información política de Madrid para la sección de Local del periódico. En EL PAÍS firma reportajes y crónicas desde 2014.

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