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La recuperación en América Latina será más débil de lo esperado

El Fondo Monetario Internacional recorta tres décimas el crecimiento para Brasil y seis el de México este año

Operarios trabajan en el montaje de unas gradas
Operarios trabajan en el montaje de unas gradasEFE

El Fondo Monetario Internacional trata de ser más optimista al afirmar que el crecimiento gana vigor tras un 2016 decepcionante. Según la última revisión de las cifras de la economía global, América Latina superará así la recesión, al expandirse un 1,2% este año. Pero será también más débil del esperado. Lo recorta cuatro décimas respecto a lo que se proyectó hace tres meses y advierte del impacto adverso de la incertidumbre política en un escenario de baja productividad, débiles inversiones y un comercio internacional sin garra. México sufrirá especialmente por la amenaza proteccionista de Estados Unidos.

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Las economías latinoamericanas despidieron el año con una contracción del 0,7%, una décima peor de lo que se anticipó en otoño. Entonces, ya adelantó que se tocaría fondo y que rebotaría dos puntos porcentuales a lo largo de 2017. El de 2018 se mantiene en el 2,1%. El crecimiento para la región este año se queda así a menos de la mitad de camino del 3,4% que espera para la economía global. Las economías emergentes y en desarrollo lo harán un 4,5%.

El Banco Mundial publicó la actualización de sus proyecciones hace una semana. El organismo calcula que la expansión de la economía global se acelerará al 2,7% este año. El crecimiento en el grupo de los países emergentes y en desarrollo repuntará del 3,4% en 2016 al 4,2% en 2017. América Latina lo hará un 1,2%. Pero advierte que pese a la mejora, domina la incertidumbre.

El equipo que lidera Maurice Obstfeld, el economista jefe del FMI, hace un análisis similar. La coyuntura global afronta un panorama cambiante. “Los riesgos son significativos y difíciles de predecir”, indican. Citan expresamente el impacto de las políticas aislacionistas y proteccionistas. En América Latina, apuntan, la revisión a la baja refleja una menor expectativa de recuperación a corto plazo en Argentina y Brasil y el viendo en contra para México desde EE UU.

La salida de la recesión en la región se atribuye al salto que da la economía brasileña, la mayor del subcontinente. Las tensiones internas se moderan y ayuda que se haya recuperado el mercado de las materias primas. Eso permitirá que de contraerse un 3,5% crezca un tímido 0,2% este año y se acelere al 1,5% el que viene. Pero la expansión es tres décimas más débil de lo esperado. Y aunque no se toca para el próximo, el organismo pide incentivar la inversión para apuntalarlo.

Represalias comerciales

México, por el contrario, se frena. La expansión pasará del 2,2% en 2016 al 1,7% en este año. Es un recorte de seis décimas en la previsión, el segundo mayor tras el de Arabia Saudí. Se atribuye al pesimismo por la victoria de Donald Trump y a que las condiciones financieras son más restrictivas por el debilitamiento del tipo de cambio. La misma rebaja se hace para 2018, al 2%. A la espera de que las reformas estructurales empiecen a dar frutos, el temor es el impacto de la nueva dirección de la política comercial en EE UU.

Los efectos del cambio de gobierno en Washington irán en dos direcciones. Por un lado, el incremento de las inversiones en infraestructuras y el recorte de impuestos pueden acelerar el crecimiento de EE UU. Eso, en principio, es bueno para los que países hacen negocio con la mayor economía del mundo. Pero el proteccionismo de Donald Trump puede comerse ese impulso y crear tensiones, a lo que se suma una aceleración del alza de tipos de interés.

El impulso del plan económico del presidente electo tardará aún dos años en notarse y dependerá, en cualquier caso, de lo que se adopte en el Congreso. La mayor potencia del planeta pasará a crecer un 2,3% este año, desde un anémico 1,6% en 2016. Es una revisión al alza de una décima respecto a lo que se anticipó hace tres meses. De ahí volverá a subir dos décimas en 2018, hasta el 2,5%, casi medio punto más.

El FMI vuelve a insistir en que las reformas estructurales son la prioridad a la vista del pobre ritmo con el que crece la productividad. En la mayor parte de los casos ve posible apoyarlas con incentivos fiscales. Al mismo tiempo, defiende una mayor integración económica por vía de la formación de los empleados para así hacer al reto de la globalización y del cambio tecnológico, que se intensificarán en el futuro.

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