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El desempleo en América Latina y el Caribe toca máximos en una década

La OIT también prevé que el año que viene será negativo para el mercado laboral del subcontinente

Ignacio Fariza

Las buenas noticias sobre el empleo en América Latina y el Caribe tendrán que esperar. La desaceleración económica que la región sufre desde hace un lustro se tornó en recesión desde 2015 e impactó con fuerza sobre el mercado de trabajo, hasta el punto de que la tasa de desocupación llegará a finales de año hasta el 8,1%, su máximo en una década, según el informe anual de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) presentado esta semana. El porcentaje de desocupados de este año supera en 1,5 puntos al registrado a cierre de 2015, después de que cinco millones de personas engordasen las filas del desempleo. Y las proyecciones no dejan mucho espacio para el optimismo: en 2017, el paro alcanzará el 8,4%.

En un contexto de crecimiento de la desocupación regional a niveles no vistos en más de una década, ni siquiera durante la crisis financiera internacional de 2008 y 2009, el número de personas fuera del mercado laboral que trataron de reintegrarse en el mismo para cubrir sus necesidades económicas básicas provocó un ligero aumento de la tasa de participación, del 61,9% al 62%, lo que junto con el acusado decremento de la demanda de trabajo por parte del sector privado explica el fuerte aumento del desempleo en actividades formales.

A diferencia de lo ocurrido el año pasado, en 2016 el aumento de la tasa de desocupación fue un fenómeno más extendido en toda la región: se produjo en 13 de los 19 países para los que la OIT cuenta con información de coyuntura. Dentro de ese grupo destacan, negativamente, dos casos: Brasil (+2,9 puntos porcentuales) y Ecuador (+1,2). El caso brasileño, además, condiciona la estadística dada su importancia relativa (representa la tercera parte del PIB regional) y su efecto arrastre sobre otras economías del área, como la argentina o la uruguaya, con las que está fuertemente integrada. En el lado contrario, los mayores descensos de la desocupación se registraron en Barbados (-2,5 puntos), Belice (-2,1) y México (-0,4), todos ellos pertenecientes al ramillete de países con mejor desempeño económico.

Aunque la desocupación regional aumentó con fuerza tanto para los hombres (+1,3 puntos porcentuales) como para las mujeres (+1,6), la desocupación sigue afectando más al sexo femenino, el colectivo que se ha llevado la peor parte del bache económico en términos de desempleo. Si se cumple la previsión de la OIT, la tasa de desocupación femenina cerrará el año en el (9,8%), al borde de los dos dígitos por primera vez en 10 años. En este sentido, el organismo la ONU subraya las diferentes dinámicas de las tasas de desocupación por sexos: mientras que entre las mujeres el aumento se debe a una caída en de la tasa de ocupación y un aumento de la tasa de participación (más mujeres tratando de ingresar al mercado laboral), entre los hombres los dos indicadores cayeron pero en mayor medida la tasa de ocupación que la de participación.

Otro colectivo especialmente damnificado, el de los jóvenes, sufrió un aumento del desempleo en los tres primeros trimestres de 2016, en los que pasó del 15,1% al 18,3%. “El incremento de la tasa de desocupación juvenil en ese período fue muy superior al aumento del indicador entre los adultos”, incide el informe. “Como resultado, la brecha de desocupación entre los dos grupos se amplió a 3,1 veces”. La desaceleración de la economía redujo más la demanda de trabajo de entre los jóvenes que entre adultos: mientras que en este último segmento la tasa de ocupación cayó en 0,6 puntos porcentuales, entre los de menor edad ésta disminuyó en 1,4. “Esto confirma la regularidad observada en otras regiones y en otros episodios de reducción de demanda: los jóvenes son los primeros en ser despedidos en la desaceleración y los últimos en ser contratados en la recuperación”, añade la OIT.

Más allá de la pérdida de puestos de trabajo, el organismo dependiente de Naciones Unidas destaca el deterioro de la calidad del trabajo en América Latina y el Caribe, con una reducción de los salarios reales (-1,3% en 2015); un repunte en la informalidad; una caída en la proporción de los asalariados sobre el total de ocupados y un aumento del empleo por cuenta propia. Particularmente “crítico” es, según los técnicos de la OIT, el aumento de la tasa de empleo informal registrado el año pasado, cuando al menos 133 millones de empleados se encontraban en la informalidad, casi el 47% del total. Sus estimaciones apuntan a que este año acabará con 134 millones de trabajadores sin contrato formal. Aunque los últimos datos en el ámbito de la informalidad no son especialmente halagüeños, en el medio plazo sí se aprecia una tendencia a la baja, con una reducción de 3,3 puntos en seis años. A los cambios directamente relacionados con una menor calidad del empleo, se suma la propensión regional creciente hacia el aumento del empleo en el sector de servicios, poco estable, y la reducción del empleo industrial.

Fuerte recesión en Brasil

“En 2016 también se ha observado una caída del empleo registrado y la pérdida de puestos de trabajo asalariados, particularmente en grandes empresas”, añade el ente de la ONU para asuntos laborales. La contraparte es el incremento del empleo por cuenta propia, generalmente asociado a puestos de trabajo con ingresos bajos y con menor acceso a la cobertura de la seguridad social.

“El contexto de incertidumbre en el mundo sigue afectando negativamente al crecimiento. Las expectativas de recuperación en los países desarrollados cambiaron a lo largo del año, particularmente en el Reino Unido y en EE UU, en donde los desarrollos políticos abonaron a una mayor incertidumbre respecto del devenir de las inversiones y el comercio”, subraya el documento de la OIT. El resultado de este aumento del desasosiego sobre la evolución económica, con unas tasas de crecimiento globales discretas y un comercio mundial flaqueando, ha sido mayor inestabilidad y un crecimiento menor al esperado en los emergentes, los que mejor superaron la debacle de 2008, pero también los que más están sufriendo en el periodo poscrisis.

En el contexto puramente latinoamericano, y aunque las diferencias entre países son notables —las fuertes recesiones de Brasil y Venezuela y las severas contracciones de Argentina y Ecuador contrastan con el vigor de Centroamérica, el Caribe y México—, el organismo de la ONU insiste, como prácticamente en cada informe sobre la materia, en la activación de “mecanismos de diálogo social”.

La economía de la región volverá a crecer en 2017

América Latina y el Caribe pondrán fin el año que viene a dos ejercicios seguidos de contracción económica, marcados por el severo abaratamiento de las materias primas, de las que la región es exportadora neta. La Cepal, el organismo de la ONU para la zona, proyecta en su balance preliminar un crecimiento del 1,3% en 2017 después de cerrar este año con una caída prevista del PIB del 1,1%.

Por subregiones, las diferencias son importantes. La que más retrocederá el ejercicio en curso será Sudamérica (-2,4%) —lastrada fundamentalmente por Brasil, cuya economía caerá un 3,6% en 2016, y Argentina (2%), sus mayores potencias económicas—, seguida por el Caribe (-1,7%). Centroamérica, en cambio, cerrará 2016 con una expansión del 3,6%, en una tendencia similar a la que sigue el empleo.

La mejora económica del año que viene —que, sin embargo, no se trasladará al empleo— descansará en un repunte de los precios de las materias primas, lo que beneficiará fundamentalmente a América del Sur (que registrará un crecimiento económico de casi un punto porcentual), y al incremento de la actividad turística, que será un aldabonazo para las economías caribeñas (+1,3% de PIB en 2017). Por su parte, Centroamérica prolongará su divergencia respecto a la tendencia del resto del subcontinente con un crecimiento del 3,7%.

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Sobre la firma

Ignacio Fariza
Es redactor de la sección de Economía de EL PAÍS. Ha trabajado en las delegaciones del diario en Bruselas y Ciudad de México. Estudió Económicas y Periodismo en la Universidad Carlos III, y el Máster de Periodismo de EL PAÍS y la Universidad Autónoma de Madrid.

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