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El Eurogrupo rechaza el estímulo de 50.000 millones que planea Bruselas

Solo Francia, España, Irlanda, Portugal y Grecia apoyan a la Comisión en su giro hacia las políticas de expansión fiscal

Claudi Pérez

La crisis del euro partió Europa en dos: norte y sur, acreedores y deudores. Y esa fractura no mengua. Alemania dio este lunes un serio revolcón al plan de la Comisión Europea de recomendar una tímida expansión fiscal de 50.000 millones en 2017 ante los riesgos políticos asociados a la mediocre recuperación. El FMI, el G20 y la OCDE creen que Bruselas da en el clavo: la eurozona debería virar su política económica, que viene de un lustro de austeridad. El Eurogrupo, capitaneado por Berlín, rechazó ese plan: solo Francia, España, Irlanda, Portugal y Grecia apoyan a la Comisión. Con Italia ausente del debate por su crisis política, los acreedores ganan la partida: la política fiscal del euro será "neutral" en 2017. En plata: nada de estímulo.

El ministro francés de Finanzas, Michel Sapin, saluda al español Luis de Guindos. A la derecha, el comisario Pierre Moscovici
El ministro francés de Finanzas, Michel Sapin, saluda al español Luis de Guindos. A la derecha, el comisario Pierre MoscoviciVirginia Mayo (AP)

Bruselas cree que los países con mayor margen fiscal —Alemania, Holanda y Luxemburgo— tienen que gastar más ante las incertidumbres por la débil recuperación europea. El FMI, el G20, la OCDE y el resto de organismos internacionales dicen lo mismo desde hace tiempo. Pero Berlín, que ha dominado con mano de hierro el Eurogrupo (la reunión de ministros de Finanzas de la zona euro) desde que empezó la crisis, confirmó este lunes lo que apuntaba desde hace días: no acepta que Bruselas reclame estímulos. Puede que gaste algo más por la crisis de los refugiados y los nuevos planes en seguridad y defensa, pero en el plano de las ideas económicas Alemania no se ha movido ni un centímetro en toda la crisis. La negativa de los ministros fue rotunda: "Tomamos nota de la recomendación de la Comisión", aseguró Jeroen Dijsselbloem, "pero la posición fiscal de la eurozona en 2017 será neutral". "No estamos a favor de un estímulo del 0,5% del PIB [algo más de 50.000 millones]", subrayó.

A solo unos meses de sus elecciones, Alemania se muestra inflexible con la política económica, con la crisis de Grecia y prácticamente con cada propuesta que procede de Bruselas. Y ni siquiera levanta el pedal del freno con Italia metida en líos y una crisis política y bancaria en ese país que puede contaminar a la zona euro.

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Lo paradójico es que el análisis de fondo de la Comisión coincide con el del Eurogrupo. "La recuperación es frágil. La debilidad del comercio internacional y los riesgos a la baja en la economía global subrayan la importancia de impulsar fuentes internas de crecimiento", aseguraron los ministros en un comunicado. Pero eso no tiene nada que ver con los estímulos: "Necesitamos políticas fiscales prudentes para cuando vuelvan las inevitables subidas de los tipos de interés".

El tono del debate fue amable y las conclusiones del Eurogrupo están redactadas en el habitual lenguaje de cartón piedra. Pero la Comisión recibió de lo lindo en el interior de la reunión, según las fuentes consultadas. Solo el Sur —Francia y los países rescatados: España, Irlanda, Portugal y Grecia— apoyó al comisario Pierre Moscovici. Visiblemente afectado por el rapapolvo, Moscovici calificó el debate de "franco y constructivo". Defendió que todos los organismos multilaterales le dan la razón. Explicó que hace falta una política fiscal más expansiva ante el desempleo y la desigualdad. Y admitió la derrota como un mal menor: "El debate sobre la política económica más adecuada para la zona euro está avanzando".

Pero ese debate avanza en una dirección que puede no ser la más favorable para Bruselas. Tanto Berlín como el Bundesbank lanzan mensajes desde hace meses para reducir las competencias de la Comisión en materia económica: básicamente, para quitarle la vigilancia en materia fiscal. La Comisión evitó las multas a España y Portugal e incluso la congelación de fondos estructurales, y las quejas han sido continuas entre varios socios del Eurogrupo.

Pero hay otras sensibilidades. "Las reglas europeas son asimétricas: los países deficitarios tienen obligaciones y los socios con superávit tienen opciones", apunta una alta fuente europea. En otras palabras: Alemania y Holanda registran superávits comerciales del 8% del PIB, por encima de lo que permiten las reglas, y Bruselas no puede aprobar siquiera una recomendación para limar ese desequilibrio.

Berlín bloquea las medidas de flexibilidad para Grecia

El Eurogrupo acordó este lunes aplicar, a lo largo de las dos próximas semanas, varias medidas —de mínimos— de reestructuración de la deuda griega a corto plazo, que permitirán recortar el endeudamiento del país en torno al 20% del PIB hasta 2060. Las medidas más ambiciosas "no se discutirán hasta el final del tercer rescate, a mediados de 2018", aseguró el jefe del Eurogrupo, el holandés Jeroen Dijsselbloem.

El debate sobre las medidas de alivio de la deuda griega estaba sobre la mesa desde hace semanas, pero Berlín ha dejado claro que no quiere entrar en ese asunto hasta después de las elecciones, en otoño de 2017. Alemania bloquea también las medidas para flexibilizar las metas fiscales: Berlín y otros socios rechazaron que el Eurogrupo reduzca los objetivos presupuestarios de Grecia, que debería alcanzar un superávit fiscal del 3,5% del PIB en 2018 y mantenerlo a medio plazo. Bruselas apuesta por rebajar esa cifra, o al menos limitar ese medio plazo a cuatro o cinco años. El Eurogrupo parecía favorable a incluir al menos esa limitación temporal: tampoco eso salió adelante.

Dijsselbloem dio la bienvenida a los “considerables progresos” alcanzados por Grecia, pero apuntó que no hay acuerdo político para cerrar la segunda revisión del rescate. Eso es fundamental para que el FMI siga a bordo y aporte financiación al programa. Dijsselbloem apuntó que el Fondo seguirá en Grecia, pero descartó cualquier anuncio “hasta 2017”.

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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