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La conjura contra América

La democracia al revés: se ruega que los incumplimientos de Trump sean numerosos

Joaquín Estefanía

En el año 1940, un aviador bastante iletrado, aislacionista y antisemita gana las elecciones presidenciales americanas a Franklin Delano Roosevelt, el demócrata vencedor de la Gran Depresión. EEUU empieza la era Lindbergh. Charles Lindbergh, que había cruzado en avión el océano Atlántico por primera vez sin escalas, era el portavoz de un comité llamado Estados Unidos primero y había manifestado sus simpatías por Adolf Hitler, que pocos meses antes había comenzado la Segunda Guerra Mundial.

La realidad supera a la ficción. Esta es la trama de una extraordinaria novela de Philip Roth, publicada hace ya más de una década, titulada La conjura contra América. Leída ahora, después de lo de Donald Trump, parece un texto de historia alternativa. Y sin embargo sólo es ficción. En el famoso párrafo inicial de El 18 Brumario de Luís Bonaparte, Karl Marx observa que todos los acontecimientos y personajes importantes de la historia ocurren dos veces: la primera como tragedia, la segunda como farsa.

Desde que fue electo, todas las novedades que llegan de Trump son espantosas: cada uno de los nombramientos, casi sin excepción (incluyendo el del vicepresidente que le acompaña), son motivo de preocupación relevante para los defensores de los derechos civiles. Todavía no conocemos quién será su zar económico (el secretario del Tesoro) ni el equipo de economistas asesores que le acompañará, por lo que en este campo habrá que suspender de momento el juicio. Síconocemos que no es santa de su devoción la presidenta de la Reserva Federal (Fed), Janet Yellen, y una gran parte de los analistas pone en duda la posibilidad de que este organismo siga teniendo la independencia que dicen sus estatutos y la que tuvieron los inmediatos antecesores de Yellen (Alan Greenspan y Ben Bernanke) que trabajaron tanto con presidentes demócratas como republicanos. El mandato de Yellen vence a principios de 2018.

Tampoco se conocen apenas más que trazos gruesos del programa económico de Trump (proteccionismo, antideslocalización obligatoria, partidario de la reducción de los impuestos y de la ampliación de las gastos, negacionista del cambio climático, restaurador del capitalismo de los años veinte, etcétera), por lo que hasta hoy se ha incidido mucho más en lo accesorio que en lo principal; por ejemplo, qué grado de ese programa genérico y de las reiteradas declaraciones que se han hecho querrá abrazar el nuevo presidente (que es como preguntarse qué número de promesas electorales incumplidas habrá, siendo en este caso ese incumplimiento más positivo cuanto más medidas tire a la basura) y qué capacidad tendrá para ponerlo en práctica (aislamiento internacional como el anunciado en Lima por los países del Pacífico, negativa del establishment del Partido Republicano a seguirle, resistencia de los demócratas, presiones de la banca de Wall Street y de las grandes multinacionales tecnológicas, de energías renovables y de otros sectores, etcétera).

Además de la novela de Roth, vamos a tener que releer algunos de los ensayos distópicos escritos en las últimas décadas para entender lo que puede significar una era Trump para el mundo. Entre ellos, los del gran historiador Tony Judt. En uno de sus últimos libros (Algo va mal, Taurus), el británico se pregunta por qué nos apresuramos muchas veces en derribar los diques que laboriosamente levantaron nuestros predecesores y si estamos tan seguros de que no se avecinan nuevas inundaciones. Nos equivocamos con Trump banalizándolo. Y ahora ha llegado la inundación.

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