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Empresas para las ciudades del mañana

La necesidad de paliar la contaminación, los atascos y el despilfarro de energía, entre otros problemas urbanos, impulsa un nuevo tejido empresarial en España

Imagen de la última edición del Smart City Expo World Congress de Barcelona.
Imagen de la última edición del Smart City Expo World Congress de Barcelona. Albert García

Vivimos en tiempos “inteligentes”. El dichoso adjetivo se ha hecho omnipresente en toda clase de productos y servicios, desde aviones a cepillos de dientes. Las ciudades, por supuesto, no podían dejar de ser “inteligentes”, “smart” en inglés, y desde hace unos años, las smart cities saltan como setas. En octubre, tras incorporarse Las Rozas (Madrid), Roquetas de Mar (Almería) y Talavera de la Reina (Toledo), 79 Ayuntamientos forman parte de la Red Española de Ciudades Inteligentes. En términos absolutos, España está en la vanguardia entre los países europeos, y en una posición de privilegio para lograr las economías de escala necesarias para el desarrollo de un incipiente sector industrial y de servicios.

“Hemos tomado un papel de liderazgo indudable en el concepto de ciudad inteligente y en la cadena de valor en torno al ecosistema urbano”, considera Luis Muñoz, catedrático del grupo de Ingeniería Telemática de la Universidad de Cantabria y una de las mentes detrás del proyecto de smart city de Santander, uno de los más avanzados del país. “La industria ha tenido que responder y lo ha hecho de forma bastante óptima con respecto a su competencia internacional”. “Es difícil a día de hoy encontrar una ciudad en España que no esté acometiendo o tenga previsto acometer algún proyecto”, confirman desde Telefónica, que apunta a las distintas áreas de negocio que se empiezan a beneficiar: “Fabricantes de sensores, desarrolladores de sistemas, proveedores de plataformas horizontales y centros de control y de conectividad, empresas instaladoras, prestadores de servicios urbanos y empresas de consultoría que participan en la generación de los planes estratégicos”.

No es solo por moda que las urbes inteligentes ganan predicamento. Al calor de la voluntad de la Unión Europea de impulsar el sector de alta tecnología del continente y apremiadas por la necesidad de reducir costes y a la vez mejorar los servicios públicos, cada vez más ciudades españolas están implementando esta clase de tecnologías.

Luis Tinoco

Los Ayuntamientos tienen la presión adicional de la ciudadanía: en un estudio elaborado por la consultora PwC, el 71% de los encuestados creía que los Ayuntamientos son los que deben liderar la modernización tecnológica de las urbes. “Las demandas ciudadanas son crecientes y los municipios que no apliquen estas tecnologías se van a quedar rezagados con respecto al resto de ciudades”, afirma Alicia Asín, consejera delegada de Libelium, una firma de Zaragoza especializada en sensores que facturó 4,2 millones de euros el año pasado.

Pero, al fin y al cabo, ¿qué es una ciudad inteligente? La definición más usual es la de una urbe que utiliza la tecnología para integrar toda la información que recoge sobre los distintos aspectos de la vida urbana para gobernar de forma más flexible, eficiente y sostenible. Las urbes captan información desde hace décadas: la diferencia la hace la capacidad de las modernas tecnologías de big data de darle sentido a todo eso. “El salto cualitativo es la creación de una plataforma tecnológica donde toda esa información se reúne, se recopila y se integra”, señala Íñigo de la Serna, ministro de Fomento, y, en el momento en el que se hizo este reportaje, alcalde de Santander y expresidente de la Red Española de Ciudades Inteligentes. “Si pasa algo en un servicio, eso debe repercutir en otros servicios: si se hunde el pavimento en una calle, no solo es que el sistema sepa lo que ha pasado y empiece a tomar medidas, sino que además reaccionen otros departamentos, como que haya más luz en la calle, o que se pase más la policía”.

Abuso de nomenclatura

El problema es que muchas iniciativas nominalmente de smart cities no incluyen esa plataforma. “Se ha abusado de la nomenclatura”, se lamenta por teléfono Carlos Monzo, profesor de un curso de posgrado sobre urbes del futuro en la Universitat Oberta de Catalunya. “Poner sensores a los aparcamientos ya es algo que se hacía de antes. “Creo que la expresión es más un tema de marketing que otra cosa”, considera Isabel Tejero, responsable de Desarrollo de Negocio para las Ciudades del Mañana de la eléctrica francesa Engie, parte de un proyecto de smart city en Barcelona. “No es más que a los servicios que llevan toda la vida en las ciudades a los que se añade un componente tecnológico”. “Me atrevería a decir que la idea ya estaba latente en cosas como la administración electrónica o las soluciones de movilidad”, confirma Héctor García, fundador de la start-up sevillana Geographica, que factura alrededor de un millón de euros al año fabricando cuadros de mando virtuales para la coordinación de datos urbanos. “Pero las palabras tienen importancia y crean un efecto positivo”.

Las divergencias entre lo que es y no es inteligente no son tema baladí. Para empezar, impiden tener un concepto claro sobre cuál es el mercado y su tamaño. Un estudio de dos profesores de la Universidad de Tesalia (Grecia) de 2012 calculaba al menos 26 modelos de negocio distintos relacionados con las ciudades inteligentes. “Tener un único modelo de negocio para las smart cities es una ilusión”, apuntaba Peter Manolescue, responsable de desarrollo de negocio M2M (máquina a máquina) de Vodafone, durante un congreso. Aunque eso no ha desanimado intentos como el de la consultora Frost & Sullivan, que ha estimado en algo más de 1,5 billones de dólares (1,35 billones de euros) el mercado global de las ciudades inteligentes para 2020.

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Ni grandes ni pequeñas tienen estimaciones públicas sobre qué va a suponer el mercado de las smart cities para su hoja de resultados. “Nuestras proyecciones de negocio van a depender mucho de la situación económica de los países y de las ciudades”, indica Jesús María Daza, director general de Building Technologies de Siemens. “Es muy difícil sacar un dato concreto, porque cada ciudad tiene su estrategia”, apunta Gonzalo Dié, responsable de Sector Público de Microsoft.

La palabra clave es atomización. Aunque se están desarrollando ciertos estándares, cada empresa, cada ciudad, busca desarrollar sus propios mecanismos inteligentes por su cuenta. Para algunos, esto es comprensible. “Puede haber ciertos criterios de diseño que sean comunes, pero cada ciudad aplica sus propias soluciones”, considera Daza. “Los problemas de movilidad en Madrid o Barcelona no son los mismos que en Valladolid o Málaga. Habrá diferentes modelos para diferentes tamaños y tipologías de ciudad”. “No es lo mismo cambiar todas las farolas en Madrid que en Rivas Vaciamadrid”, señala Monzo. “Las soluciones ad hoc existen porque hay problemas que algunas ciudades tienen y otras no”.

Competitividad

Pero, para otros, esta insistencia en las soluciones personalizadas es un lastre para la competitividad de la industria. “El mercado no puede convertirse en una selva de soluciones”, sentencia Muñoz. “Por simple economía de escala, tiene que ser interoperable”. Y la economía de escala es lo que permite el desarrollo de productos y servicios que pueden ser replicados y exportados. “El hecho de que la demanda aún esté muy orientada a servicios concretos implica que las soluciones que ofrecen están muy polarizadas”, apunta Muñoz. “Debemos romper con esa tendencia, porque estaríamos construyendo ciudades no conectadas. Es ahí donde los estándares cobran sentido; hacer que los sistemas sean interoperables con los de otras ciudades. Hay que fomentar la creación de grupos de trabajo que favorezcan esa ósmosis”.

Lo que sí es una certidumbre es que negocio hay. “Con toda la información podemos generar una nueva economía. No nos hacemos a la idea del tamaño de la demanda que va a tener esta clase de productos y servicios”, apunta Muñoz. “Está a un orden de magnitud de lo que estamos acostumbrados”. Los ejemplos abundan. “Está claro que la ciudad que no se digitalice será menos competitiva que la que sí”, proclama Alicia Asín. “La altura de los rascacielos se va a duplicar”, afirma Javier Sesma, director general del centro de I+D+i de ThyssenKrupp Elevator de Gijón. “Hay que tener en cuenta que el 30% de la población mundial va a ser mayor de 60 años en 2050. Hay que encontrar maneras de mover a toda esa gente de forma accesible y sostenible”. “Podemos mejorar la eficiencia energética integrando al edificio como si fuera una gran pila”, señala Jesús María Daza, de Siemens. “Hablamos de eficiencias energéticas de un 25% a un 30%”.

Ese futuro brillante tiene sus peros, pero Muñoz es optimista: “La demanda que se presagia va a ser tan brutal que compensa los pequeños valles a los que se va a encontrar”. En el caso español, esos valles son, sobre todo, las dificultades financieras de muchos Ayuntamientos, las Administraciones Públicas donde el impacto de la Gran Recesión ha sido más sangrante. El sector quiere más impulso por parte del sector público. El ejemplo son ciudades como Madrid, Barcelona, Valencia o Guadalajara, en las que el Ayuntamiento tomó la iniciativa hacia la modernización. “Debemos ser conscientes de que las smart cities son necesarias y que la tecnología existe”, considera Muñoz. “La inversión inicial, como muy tarde en el medio plazo, queda sobradamente compensada”.

Para acelerar aún más el proceso, hay proyectos como la Iniciativa Europea de Smart Cities que prevén una inversión (pública y privada) de 10.000 a 12.000 millones de euros hasta 2020, o el Plan Nacional de Ciudades Inteligentes, de 188 millones. “Estamos convencidos de que se ampliará el presupuesto en cuanto se valoren los rápidos retornos de inversión”, apunta Asín sobre este último. “Además, el nuevo Gobierno ha incorporado un Ministerio de Agenda Digital que confiamos en que servirá para impulsar las inversiones”.

Las ciudades inteligentes no se alimentan solo de tecnología. “De la ciudad se extraen millones y millones de datos. Intentar controlarlo todo es irreal”, explica Isabel Tejero, de Engie. “Tenemos que sacar la información y aprovechar las sinergias, y eso sin el componente humano no tendría sentido”. El resultado de todo esto, espera el sector, serán empleos de alta calidad y alto valor añadido, el sueño de la nueva economía europea ante la pesadilla de un proceso de digitalización apisonador que, según Dié, “se estima que destruirá siete millones de empleos en Europa”. No solo serán perfiles superiores. “En las ciudades inteligentes es habitual que interactúen tanto operarios especializados como ingenieros informáticos, ingenieros de telecomunicación, ingenieros industriales o analistas de datos”, señala Raúl Ripio, director de Administraciones Públicas de Indra.

Creación de empleo

¿Cuántos empleos proporciona el sector? ¿Cuántos empleos se crearán? ¿Serán nuevos empleos o una reconversión de los viejos? Una vez más, la imprecisión acerca de la definición del sector abre un abanico de distintas respuestas. “Habrá una transferencia de puestos de trabajo”, afirma Daza. “Limpiar ciudades y conservar parques y jardines será, como es hoy, intensivo en mano de obra, pero la sensorización de la recogida implica que hay que pasar menos veces con el camión”. “Creo que los perfiles actuales se pueden reciclar sin problemas”, señala Monzo. “Soy de la visión, quizás, más optimista: creo que esto va a forjar otros empleos”.

Lo que lleva a la pregunta siguiente: ¿se están formando los perfiles adecuados para los empleos por venir? Para Héctor García, la respuesta es no: “Hace 30 años, los teóricos escribían tochos que no servían. Ahora estamos en el lado opuesto: un pensamiento mecanicista, muy de ingenieros. El péndulo tiende al punto medio. Las máquinas nos van a resolver muchas cosas, pero para aprovechar esa información hace falta gente que sean a la vez ingenieros, geógrafos, filósofos, una mezcla entre razón y humanismo. Y el sistema educativo no está preparado”. “Se está generando un excedente de personas con una formación insuficiente”, coincide Daza.

Sánchez Cifuentes, de Siemens, no es tan pesimista: “Las nuevas generaciones ya vienen enseñadas en las tecnologías y en los dispositivos IT. Para ellas es algo natural”. “Yo creo que desde la universidad estamos respondiendo”, coincide Muñoz. “Tenemos cursos especializados que ya preparan a los técnicos”.

Alrededor de los grandes grupos, tanto nacionales como internacionales, poco a poco está surgiendo una industria auxiliar de pequeñas y medianas empresas que, según los expertos, es imprescindible para la salud del sector. “Los Ayuntamientos necesitan el apoyo de pymes y de start-ups, que ofrecen ese flujo de ideas nuevas que en una gran empresa no siempre fluyen a la velocidad adecuada”, afirma Daza. “La cadena de valor empieza por la pyme, que nutre a la gran empresa, y esta está en contacto permanente con el proveedor del servicio”, afirma Muñoz. “Las pymes pueden reaccionar de forma muy ágil a la demanda y desarrollar productos que cubren esa demanda específica y se integra en la cartera de servicios del proveedor”.

Pero no todo son buenas nuevas para las pymes de las ciudades del mañana. “No es cierto que cualquiera pueda hacerse rico con este negocio. Aquí la ciencia de los datos es fundamental y las grandes tienen mucha más potencia”, apunta, “pero sí es posible para las pequeñas empresas entrar en nichos donde las grandes no quieren entrar”.

Además, un sector tan dependiente de la Administración, sobre todo la municipal, sufre por los retrasos en los pagos, una lacra durante los años más duros de la crisis. “Las empresas más pequeñas no tienen liquidez para trabajar directamente con las Administraciones”, señala Héctor García. “Lo que acaba pasando es que la Administración paga a las empresas grandes y estas a las pequeñas, pero también tardan. Y, claro, lo comparamos con un proyecto en Minneapolis (EE UU) en el que trabajamos: nos pagan por PayPal y tardan 30 minutos”.

Una solución puede ser la formación de clústeres de empresas, como en otros sectores, como apunta el propio García. “Hay otros sectores que forman redes para avanzar. Mercadona paga en el mismo día. Eso le permite tener contratos a largo plazo y que su ecosistema de empresas, sus proveedores, puedan crecer”, continúa. “El problema de las empresas en España es que cada una va por su lado. Tampoco es que haya ningún mecanismo para que se formen esas redes”.

Las ciudades que se mueven

  • Huesca. El ayuntamiento de la ciudad aragonesa invirtió en 2005 700.000 euros en un sistema de gestión telemática de diversos servicios municipales. Según el ayuntamiento, esta clase de automatización ha permitido al municipio reducir cerca de 200.000 euros al año en gastos corrientes, especialmente en el alumbrado público.
  • Málaga. Al borde del Mediterráneo, en los terrenos de la antigua central térmica de la Misericordia, Endesa ha implantado tecnología de 'smart grids' (redes eléctricas inteligentes) para 11.000 familias y 1.500 empresas. "Hemos aplicado 25 millones de euros solo en empresas españolas", señala Jorge Sánchez Cifuentes, de la compañía eléctrica.
  • Barcelona. La capital catalana fue nombrada por la consultora Juniper Research la primera en su clasificación de 'smart cities' y alberga cada año la Smart City Expo, una de las mayores ferias del sector. En su página web, el municipio presume de una treintena de proyectos basados en datos, como el diseño de su discutida nueva red de autobuses urbanos.
  • Rivas Vaciamadrid. El 73% del alumbrado público de este municipio a las afueras de Madrid cuenta con luminarias LED de bajo consumo y baja contaminación lumínica, que se puede controlar a distancia desde dispositivos como portátiles y móviles y, en ciertos casos, se ajustan solos a la demanda.
  • Santander. El proyecto de la ciudad cántabra es uno de los más avanzados del país e incluye un centro de control para procesar y coordinar los resultados dos proyectos separados: uno de ellos incluye diferentes aspectos de la vida urbana como sistemas de riego inteligente y estacionamiento, y otro centrado específicamente en el alumbrado de las calles.
  • Madrid. El programa MiNT (Madrid Inteligente), un contrato por valor de 14 millones de euros firmado en 2014, prevé integrar, durante los próximos años, los grandes bloques de servicios urbanos, incluyendo movilidad, recogida y transporte de residuos, parques y viveros y limpieza y conservación de los espacios públicos de la capital.
  • Gijón. La ciudad asturiana ha sido una de las últimas en sumarse con un proyecto de iluminación pública que incluye la sustitución de 1.040 bombillas y la interconexión del sistema a través de un sistema informático centralizado. El Ayuntamiento calcula que el proyecto permitirá ahorrar a las arcas municipales alrededor de 100.000 euros al año.
  • Logroño. Tras varios retrasos, a inicios del año que viene tiene previsto empezar a funcionar la plataforma SmartLogroño. En una primera fase, las infraestructuras del tráfico, seguidas de las del teléfono de atención al ciudadano 010 y la iluminación urbana. El proyecto, cuando se presentó en 2013, preveía una inversión total de 6,3 millones de euros.
  • Hospitalet. El proyecto de municipio inteligente de la ciudad barcelonesa —el segundo municipio de Cataluña por población— se centra en dos áreas: por un lado, el llamado Smart Economic District, donde hay instaladas 200 empresas, y el Smart Social District, en los barrios Pubilla Casas y La Florida.

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