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Una osada gasolinera ‘low cost’

La firma Ballenoil impulsa un ambicioso plan de crecimiento de estaciones de carburantes y autolavado

Camilo S. Baquero
Estación de Ballenoil en el centro de Barcelona
Estación de Ballenoil en el centro de BarcelonaALBERT GARCÍA

Hay servicios surgidos en la ebullición de la crisis económica que han cambiado tan profundamente las costumbres de consumo que sobrevivirán incluso tras la recuperación. Es el caso de la gasolinera low cost, un concepto cada vez más presente en el paisaje español. Ballenoil, hija de la empresa de origen francés especializada en limpieza de automóviles La Ballena Azul —propiedad del grupo Progeral—, es una de las caras más visibles de esta tendencia y espera serlo aún más. Para ello cuenta con un ambicioso plan de expansión: espera aumentar en un 50% tanto su número de estaciones (llegar a las 114 en dos años) como su facturación (calcula que ingresará 180 millones de euros este año).

Progeral España, empresa familiar con sede en Cataluña y propietaria de la franquicia Ballenoil en la Península, decidió, en línea con la casa matriz, emprender un cambio estratégico ante un panorama complicado. Hasta hace seis años, la empresa se dedicaba exclusivamente a la limpieza a presión de vehículos, un negocio que empezó a perder fuelle tras 18 años de recorrido. “Nuestro cliente era de clase media-media baja y sufrió mucho la crisis. La facturación cayó a menos de la mitad en muchos de los centros de lavado andaluces; en Cataluña bajó un 50%”, explica David Querejeta, socio y director de expansión de la compañía.

Giro de supervivencia

Los propietarios decidieron entonces dar un giro e incluir también el servicio de repostaje, aprovechando la experiencia en el mundo de las petroleras de uno de los socios, y así crear un producto híbrido. “Era vital buscar un complemento al servicio del lavado”, explica Querejeta. La respuesta del mercado ha llevado a que la empresa, con sede en la localidad barcelonesa de Gavà, incluso tenga estaciones donde sólo ofrece carburantes y dos marcas propias de gasóleo.

La crisis disminuyó el negocio del lavado e impulsó la extensión del negocio al repostaje

El modelo que la empresa plantea es de apertura de 24 horas, 365 días al año. La estación cuenta con uno o dos trabajadores durante la jornada laboral diurna, pero el control del negocio se puede hacer a distancia mediante cámaras de seguridad, un teléfono inteligente o una tableta, a través de un programa propio llamado Ballenoil Eye. La domotización ya se ha desplegado en el 40% de la red de la firma. “Que no haya personal en la estación no quiere decir que esté desatendida”, asegura el directivo de la empresa.

Mediante unos altavoces, el equipo que controla las estaciones puede avisar a un usuario de que apague las luces mientras reposta o pedirle que no fume, entre otras cosas, o métodos digitales para proveer las hojas de reclamación o las probetas. Y si no obedece, se le corta el suministro del carburante. Querejeta es muy crítico con la posición de algunos lobbies y Gobiernos autonómicos que abogan por restringir las gasolineras “desatendidas”. “Obligaciones como tener a alguien durante el día no tienen sentido. ¿Acaso después de las diez de la noche no se presentarían los mismos problemas?”, asegura.

Desde Ballenoil defienden que tener o no personal responda a una decisión comercial, no a una obligación. En España, solo el 1% de las estaciones de servicio están totalmente automatizadas, es decir, el pago se hace de manera directa en el surtidor mediante tarjeta de crédito o billetes en efectivo, tecnologías que hace una década no existían. “Este modelo existe desde hace años en Alemania, Francia y Holanda. Nuestras estaciones son mucho más seguras que algunas que tienen seis o siete años de antigüedad”, defiende Querejeta.

El grupo prevé ampliar la red de franquicias en España a más de un centenar en dos años

La automatización, calculan desde Ballenoil, reduce los costes de explotación e inversión, lo que redunda en bajar los precios entre un 5% y un 10% con respecto a los competidores más cercanos, permitiendo así más relevancia en el mercado. “Hay zonas rurales que están abocadas a sistemas domóticos de atención; por mucho que bajes el precio, el volumen es el que hay, y será la única manera de garantizar el servicio”, explica el directivo.

La compañía facturó el año pasado 120 millones de euros con sus 80 gasolineras, si bien desde la empresa recuerdan que gran parte de esta cantidad corresponde a impuestos indirectos y el margen no es tan generoso. “El 65% del precio que aparece en el monolito corresponde a los impuestos”, aclara. La mayoría de sus puntos de servicio están en Madrid (con 28 centros), Barcelona y Tarragona (con 15 en cada provincia), aunque también hay en poblaciones de Alicante, Toledo, Sevilla o Málaga, entre otras.

La franja cantábrica, Madrid y Málaga son las zonas a las que Ballenoil quiere dirigirse en su expansión. “Hemos elegido estas nuevas ubicaciones por razones geográficas y de competencia”, dice su máximo responsable. La inversión necesaria para poner en marcha una estación ronda los 600.000 euros, algo que depende de si se compra o alquila el suelo. Querejeta explica que una estación tipo tiene una superficie de mil metros cuadrados, con un par de surtirdores dobles y un total de cuatro puntos para dispensar gasolina.

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Sobre la firma

Camilo S. Baquero
Reportero de la sección de Nacional, con la política catalana en el punto de mira. Antes de aterrizar en Barcelona había trabajado en diario El Tiempo (Bogotá). Estudió Comunicación Social - Periodismo en la Universidad de Antioquia y es exalumno de la Escuela UAM-EL PAÍS.

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