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Lisboa se queda con la ‘web summit’

Arrebata a Dublin la celebración de la mayor conferencia internacional de nuevas tecnologías

Michael Dell interviene en la Websummit celebrada en Dublín en 2015
Michael Dell interviene en la Websummit celebrada en Dublín en 2015NIAL CARSON (ZUMA PRESS)

Mil charlatanes en tres días. Se trata de la Web Summit, la mayor conferencia tecnológica del mundo que por primera vez abandona Dublín, su lugar de nacimiento, para instalarse en Lisboa entre la crítica del Gobierno irlandés y la excitación del portugués. A un día del inicio de la conferencia (del 7 al 10 de noviembre) ya se han registrado 49.000 personas (el pase completo cuesta 900 euros), de las que 7.000 son máximos ejecutivos de las 15.000 compañías asistentes, llegadas de 165 países, números todos ellos un 15% superiores a los de la edición del pasado año.

El milagro de la Web Summit es obra del irlandés Paddy Cosgrave (Wicklow, 1983). La historia de la conferencia no es la más antigua, pero sí la más exitosa del mundo de la tecnología. Mientras muchas otras nacidas al calor de las puntocom no aguantaron la madurez, Web Summit se multiplicó por diez en seis años. Si la primera edición cabía en un hotel dublinés, la que comienza este lunes ocupa el Parque de las Naciones de Lisboa. De aquellos 400 curiosos a los cerca de 50.000 de ahora. En Dublín comenzaron hablando una docena de bloggers y periodistas, ahora son inversores, visionarios, banqueros, empresarios y científicos lo que acuden; hasta completar una lista de oradores que supera el millar, entre ellos los jerifaltes de Cisco (John Chambers), Tinder (Sean Rad), Renault (Carlos Ghosn) o Booking (Gillian Tans), aunque también hay minutos para Ronaldinho o la modelo transexual Andreja Pejic en alguna de las 21 secciones de la Web Summit, de la biotecnología al diseño.

Crisol de intereses

Esa mezcla de intereses y discursos es el secreto del éxito de Cosgrave quien, de entrada, dedica el primer día a programar rutas nocturnas por los bares de Lisboa, el pub crawl. Según el avispado irlandés se firman más acuerdos entre copas que en las mesas de negocios. “Lo que hacemos en Web Summit es conectar a la gente, facilitar el encuentro entre personas que tienen intereses comunes”, señala.

Web Summit es a las start ups lo que el móvil a la World Mobile de Barcelona y como tal un caramelo para el mejor postor. Después de seis ediciones, el pasado año Cosgrave decidió trasladar la sede de su conferencia. El motivo que dio fue la falta de interés del Gobierno irlandés, las abusivas tarifas de los hoteles, los problemas de tráfico y de wifi, aunque detrás siempre hay dinero. Si el el Gobierno irlandés le pagó 700.000 euros en tres años por mantener la sede en Dublín, Portugal dará 3,9 millones por su sede en Lisboa hasta 2018.

El cambio le ha sentado bien a las finanzas de la Web Summit, que vive sobre todo de vender entradas, espacios y tiempo en las tribunas de oradores, entre otras muchas y variadas fuentes de ingresos. Los precios son una de las críticas que suele recibir Cosgrave. Oficialmente la tarifa plana cuesta 900 euros, aunque según él hay gente importante que paga diez veces más por conseguir que le escuchen en un palco distinguido. Tan importante son los consejeros delegados como las nacientes start ups, con más ideas que dinero. “Hemos dispuesto de 6.000 entradas para jóvenes a un precio de 9 euros, otros ni eso pues han sido seleccionados en las universidades para que asistan gratuitamente”.

El impacto económico es enorme en una ciudad. Según el Gobierno irlandés, la pasada edición dejó 100 millones de euros en Dublín, ahora, según Paula Oliveira, directora de Turismo de Lisboa, dejará 200 millones. El 90% de las plazas hoteleras de la Gran Lisboa están ocupadas, pese a que han doblado precios (de 73 euros a 163 de media); Airbnb ha triplicado reservas respecto a las mismas fechas del pasado año (por este sistema se hospedarán 15.000 personas); el metro duplicará su frecuencia, Uber estrena su servicio Carpool para que la gente comparta coche y, en Google, la segunda búsqueda más popular de Lisboa es ‘Web Summit’.

Cosgrave se ha enamorado de la capital portuguesa. Todo comenzó cuando su hermano se mudó de Berlín a Lisboa y le avisó a Paddy de lo bien que se vivía y la de start ups que estaban brotando a la orilla del Tajo; después lanzó por las redes su campaña para buscar otra ciudad a la Web Summit y el activismo portugués le acabó por decidir (también contribuyó el activismo del ex vice primer ministro Pablo Portas, que le prometió dinero y más horas de sol que Dublín).

El éxito de la Web Summit es que no es solo un encuentro de tecnólogos y de puntocoms. “Las primeras ediciones sí que eran exclusivamente tecnológicas “, recuerda Cosgrave, “pero ahora acuden directivos de bancos, de fabricantes de coches. La mitad de los asistentes trabajan en negocios tradicionales, pero quieren aprender cómo mejorar su negocio con la utilización de la teclogía”.

Un extraño camino para llegar a gurú

Nació para ser ovejero, creció para cura, estudió para economista y ha acabado de excepcional casamentero en el mundo tecnológico. Paddy Cosgrave agradece a su padre que no insistiera con la granja y que le mandara a estudiar al Trinity Collegue, previo paso por Glenstal Abbey. En el Trinity se licenció en Económicas y Políticas, pero quizás le han dejado más huella sus tres confesiones semanales en el colegio benedictino. Paddy Cosgrave, irlandés por los cuatro costados, ha construido un gran confesionario donde la gente más diversa cuenta sus inquietudes y sus ambiciones sin tener que guardar penitencia alguna.

Desde muy joven al creador de la Web Summit lo que le gusta es conocer gente. Fue presidente de la University Philosophical Society, “por la posibilidad de encontrar gente interesante”, según contaba en la revista universitaria; también dirigió el panfleto satírico ‘Piranha’ hasta que se lo prohibieron. En su activismo incansable promovió la iniciativa Rock the Vote para convencer a los jóvenes irlandeses a no pasar de las urnas; después creó la ‘web’ MiCandidate, que distribuía contenidos de políticos, que vendió en un año.

Se fue para California a sacudirse la lluvia dublinesa, invitado por compatriotas de Facebook. En el delirio de Silicon Valley, Cosgrave fue invitado a un ‘networking breakfast’ a las 7 de la mañana y, como era chico despierto, aún a esas horas se le encendió la bombilla. “Silicon Valley no funciona porque los ‘techis’ estén delante del ordenador 24 horas al día, siete días a la semana; funciona porque van de fiesta donde se juntan con grandes conversadores. Es allí donde tu arrancas ideas. Ese es el ecosistema, así funciona!”, dijo a una revista tecnológica.

A base de insistencia y paciencia, Cosgrave consiguió que le recibieron todos los santones de San Francisco, de Zuckerberg a Dorsey, de Facebook a Twitter, y más difícil que eso, que viajaran a Dublín para propagar un evangelio desconocido en la tradicional Irlanda.

Seis años después de la primera edición de su conferencia nacida sobre un sofá, Cosgrave es una de las personas más influyentes del mundo. Este admirador de Noam Chomsky y de Bertrand Russell, afirma que “Lisboa es hoy el Berlín de hace unas décadas”.

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