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Columna
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El Brexit con los pies en el suelo

Los meses hasta abril de 2017, cuando Reino Unido comunicará oficialmente su salida de la UE ,van a ser tormentosos

Juan Ignacio Crespo

La cotización de la libra esterlina ha sufrido esta semana un caso de hundimiento súbito: en solo dos minutos perdió un 6% frente al dólar (un flash-crash). Como nadie sabe explicar el por qué, las interpretaciones van desde el uso delictivo de la negociación de alta frecuencia hasta el “dedo gordo” de alguien torpón que se equivocó al introducir sus órdenes de compraventa. También hay quienes buscan una causalidad diabólica y conspiratoria.

Lo esencial, sin embargo, es que la libra estaba destinada a depreciarse desde que los británicos optaron en referéndum por salirse de la Unión Europea (la misma Unión a cuya puerta estuvieron llamando mendicantes mientas al General Charles de Gaullle le quedó un hálito de vida para cerrarles el paso). Desde la víspera del referéndum la libra se ha depreciado ya un 16%. El juego del Brexit pareció muy peligroso al día siguiente de la votación; después pareció repentinamente inocuo, y ahora empieza de nuevo a desestabilizar al Reino Unido y, con un poco de mala suerte, al resto del mundo.

Los tres meses de tranquilidad del verano estaban desmintiendo todos los malos presagios sobre los efectos económicos y financieros del Brexit. Todos … excepto uno: que los británicos, que en apariencia habían votado no a Europa, en la práctica parecían haber votado que sí, hasta tal punto la reacción de la economía de Reino Unido y de los mercados financieros era de casi total normalidad. Una normalidad que solo podía interpretarse de una manera: nadie se creía que la salida del Reino Unido de la Unión Europea llegaría a producirse nunca. O no, al menos, en términos prácticos.

Solo hubo dos excepciones a ese comportamiento tan normal: la acelerada depreciación de la libra esterlina y la negativa de algunos fondos inmobiliarios a reembolsar el dinero a sus partícipes salvo aceptando pérdidas del 17%. Lo demás parecía sonreír: los indicadores adelantados de crecimiento económico lo situaban aún lejos de la recesión, mientras la deuda pública seguía subiendo de precio y la Bolsa de Londres acumulaba la mayor subida de todas las Bolsas en el año 2016 (aunque las pérdidas por la inversión en libras anularan toda esa ganancia para un inversor foráneo). ¡Ah! Y muy importante, la salida de capitales del Reino Unido, que es algo con lo que cabía contar como inevitable, se ha limitado, de momento, a una bajada de las reservas centrales de divisas del Banco de Inglaterra de apenas 1.700 millones de dólares en julio (sobre un total cercano a 150.000millones)

Y ahora, ¿qué va a pasar? La libra seguirá depreciándose. El alma europea del Reino Unido, tan hamletiana y torturada, hará que cualquier análisis parezca acertado en unos momentos y disparatado en otros. Pero los socios comerciales e industriales aprietan: el gobierno de Japón ya le ha preguntado al del Reino Unido qué es lo que va a pasar con el pasaporte comunitario para las empresas japonesas radicadas allí. Y otro tanto el Gobierno chino.

La tensión sube por momentos y, aunque el comercio es el pegamento de los pueblos también es propio de los pueblos el cometer errores. Los meses hasta abril de 2017, cuando Reino Unido comunicará oficialmente su salida de la UE van a ser tormentosos. ¿Habrá marcha atrás? Solo unas elecciones generales podrían detener un proceder sonámbulo. Más nos vale.

Juan Ignacio Crespo. Estadístico del Estado. Autor de ¿Por qué en 2017 volveremos a entrar en recesión? (Deusto 2016)

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