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¿Qué pasa con la tripulación de los barcos ‘fantasma’ de navieras quebradas?

En el mundo hay 187 casos documentados de buques abandonados. Algunos quedan durante meses con marinería atrapada sin suministros hasta que son repatriados

Un barco de Hanjin la semana pasada frente a las costas de California, EE UU.Foto: reuters_live | Vídeo: LUCY NICHOLSON (REUTERS) / REUTERS-QUALITY

El Ocean Sparkle tendría que haber llegado desde Argelia al puerto de Málaga a finales de marzo de 2015. Pero nunca lo hizo. El día 23 de ese mes el buque cementero arribó al dique exento del Puerto de Algeciras. Se suponía que la escala en el Estrecho era temporal. Duraría el tiempo que el armador se pusiera al corriente del pago de las nóminas a la tripulación. Sin embargo, ese día no llegó y los 34 marineros se quedaron atrapados en un infierno que duró más de cuatro meses, con pocos suministros, sin cobrar y a la espera de ser repatriados a sus países de origen.

Hoy, el oxidado y ya deshabitado Ocean Sparkle sigue en el mismo dique, a la espera de una solución. Es el buque más reciente entre los abandonados en Algeciras, pero no será el último, ni en ese puerto, ni en el mundo. Cada año, decenas de ellos caen en un aparente limbo que deja a su tripulación atrapada entre la escasez y los farragosos trámites burocráticos. Oficialmente, en la actualidad hay 187 barcos abandonados en el mundo, aunque se cree que son muchos más.

De momento, los marineros de los barcos 'en suspenso' de Hanjin tienen provisiones y no se han registrado problemas

Desde hace días, la quiebra de la naviera surcoreana Hanjin Shipping ha despertado el peor de los temores. La mitad de sus 140 barcos de mercancías no han llegado a puerto, y están fondeados cerca de puertos o en medio del mar. En ellos, parte de los 1.500 trabajadores que tiene la empresa matan las horas a la espera de que se desbloqueen los permisos para poder llegar a los puertos. Temerosos de no poder cobrar, algunos operadores portuarios ni siquiera quieren ofrecerles combustible. Mientras que la empresa negocia por conseguir fondear los buques en puerto y descargar la mercancía, las alarmas se han encendido en la Federación Internacional de Trabajadores del Transporte (ITF). La organización lanzaba un mensaje a la red de inspectores que tiene en el mundo: estad atentos ante cualquier llamada de auxilio de la marinería de Hanjin.

A ellos les corresponde auxiliar a las tripulaciones de los barcos que se ven atrapadas en ellos. De momento, los marineros tienen provisiones y su situación dista de la de otros buques que quedan abandonados, pero desde la ITF no bajan la guardia. De hecho, gracias a las denuncias de la organización se sabe que existen 187 barcos abandonados en el mundo. En los últimos 15 años, la ITF ha denunciado 237 casos de abandonos, 40 de ellos ya resueltos. Sin embargo, José Manuel Ortega, coordinador de la organización en España, sabe que son muchos más: "En 2009 organizamos un congreso de inspectores en Estambul y descubrimos que, solo en el Bósforo, había 400 barcos abandonados".

Inspectores en los puertos

A Ortega le tocaría organizar el auxilio de la marinería de los buques de Hanjin que, en estos momentos, están fondeados cerca de España. Había llegadas programadas a los puertos de Barcelona, Valencia y Algeciras. Así lo hizo en multitud de casos anteriores, como el del cementero que aún sigue amarrado en el puerto gaditano. Después de ser marino mercante desde 1979 hasta 2000, se convirtió en inspector de la ITF en el sur español. Dirige un equipo de cinco inspectores en España en puertos como el de Las Palmas, donde existen multitud de abandonos. Se ha encargado de casos en Huelva, Cádiz, Algeciras, Málaga o Ceuta y sabe que, detrás de cada uno, hay un drama humanitario.

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Siniestros, averías o problemas económicos son algunas de las causas que llevan a los armadores a abandonar un buque, como explica la abogada especializada en Derecho Marítimo Laura Maniega. En los últimos años, la experta ha visto crecer los casos empujados por la crisis, "aunque ahora se han estabilizado". En todos se repite una constante: "Son procesos largos en los que el que más pierde, siempre, es el trabajador".

Que se lo digan a Ortega, que en estos años de servicio ha visto "de todo". "Recuerdo lo que me dijo el anterior inspector que me formó: 'Debes tener 50% de cerebro y 50% de corazón'. Cada caso te influye, pero tienes que ser pragmático y no dar falsas esperanzas", reconoce el también sindicalista de UGT. Porque cuando un barco queda a su suerte, su tripulación tarda de media dos o tres años en ver solventado su caso, si es que llegan a cobrar la totalidad de lo que les adeudaba su armador.

La ITF considera que un barco está abandonado cuando se cumplen una serie de premisas que resume Ortega: "Que no haya conexión alguna con el armador, que se acumulen más de dos meses de impago y que el buque no sea suministrado de agua, víveres y combustible". Entre tanto, el marinero se ve obligado a sobrevivir durante meses en el barco a la espera, al menos, de la repatriación. El Ocean Sparkle cumplía todos los requisitos de la ITF y su tripulación pasó a vivir en un barco fantasma. Subsistieron de marzo a julio de 2015 como pudieron, hasta que fueron repatriados a sus países de origen: Indonesia, Filipinas, Georgia, Grecia, Polonia y Paquistán.

El marinero pierde

En ese tiempo, entre la tripulación, "la tensión iba en aumento". "Fue duro. Tenía que ir a calmar los ánimos, estaban sin poder enviar dinero a sus familias, ni siquiera podían comunicarse con ellos", rememora Ortega. Una vez que el coordinador consiguió que las embajadas de los países de los marineros y la propia ITF costearan la repatriación, desde la organización optaron por recurrir a la Justicia. Interpusieron una demanda de embargo el pasado mes de junio de 2016 ante el Juzgado Mercantil de Cádiz. El armador ya tiene más de 13 acreedores con una deuda total de 600.000 dólares.

Según la Ley de Navegación Marítima se puede sacar a subasta un barco abandonado, siempre que se cumplan una serie de requisitos, entre ellos un informe de Capitanía Marítima, como explica Maniega. Otra opción es que la Autoridad Portuaria en la que quedó el buque pase a ser la propietaria del mismo por usucapión si, después de tres años, no ha tenido movimiento. Las subastas (que, a veces, ni cubren todas las deudas contraídas) contemplan que el primer acreedor que cobrará es el trabajador. Sin embargo, la abogada no niega que se trata de "procesos farragosos y largos". Ortega recuerda otro caso que lo confirma, el del buque MV Katerina, abandonado en Cádiz. La tripulación se marchó del barco en 2012, el Juzgado lo inmovilizó en 2013 y a finales de 2015 salió a subasta. "Todavía los 16 tripulantes están esperando a que les abonen la deuda", ataja Ortega.

Un procedimiento dilatado

Pese a que la Ley de Navegación de 2014 ha aclarado algo el camino, Maniega cree que aún quedan avances por introducir para agilizar los trámites. "No estoy satisfecha con el proceso, no es ágil para las circunstancias personales de los implicados en él", apunta la letrada. Y añade: "El problema está en el procedimiento, no en la finalidad. Se dilata a sabiendas que el propietario no va a aparecer". Ortega coincide en su percepción: "Es un sistema demasiado garantista, en Reino Unido es mucho más eficaz".

Con todo, Ortega espera que las enmiendas que se piensan introducir en el Convenio sobre el Trabajo Marítimo (aplicado también en España desde 2013), en enero de 2017, sirvan para ayudar a la tripulación de estos barcos. Obligarán a los armadores a poner en marcha un sistema de garantía financiera que asegure una indemnización a los marineros y a sus familias en caso de abandono, muerte o discapacidad. Entre tanto, sigue vigilante ante cualquier nuevo caso que pueda presentarse en España, entre ellos, los posibles de Hanjin. Tanto Maniega como él, creen que el hecho de que sus barcos estén repletos de mercancías facilita el proceso. "Un barco cargado, es un barco ganado", sentencia Ortega. Pero añade: "Otra cosa es lo que ocurra con las tripulaciones una vez se desembarque la mercancía".

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Sobre la firma

Jesús A. Cañas
Es corresponsal de EL PAÍS en Cádiz desde 2016. Antes trabajó para periódicos del grupo Vocento. Se licenció en Periodismo por la Universidad de Sevilla y es Máster de Arquitectura y Patrimonio Histórico por la US y el IAPH. En 2019, recibió el premio Cádiz de Periodismo por uno de sus trabajos sobre el narcotráfico en el Estrecho de Gibraltar.

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