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Barroso pierde privilegios en Bruselas por su fichaje por Goldman Sachs

El expresidente de la Comisión será tratado como un lobista o cabildero más tras entrar en el gigante financiero con un contrato tachado de 'puerta giratoria'

Jose Manuel Durao Barroso EFEFoto: reuters_live | Vídeo: Quality
Claudi Pérez

Trabajar en Goldman Sachs ofrece enormes privilegios: un sueldo suculento, pero también influencia y relaciones al más alto nivel que han atraído desde siempre a primeros espadas de la política económica a esa entidad, en Estados Unidos (el exsecretario del Tesoro Henry Paulson, el más reciente) y en Europa (Mario Monti, Romano Prodi y el mismísimo Mario Draghi pasaron por lo que algunos llaman "El Banco" y otros "un calamar vampiro"). El expresidente de la Comisión Europea José Manuel Barroso ha sido el último en cruzar las puertas giratorias para irse a presidir Goldman, en un movimiento que ha levantado ampollas en Bruselas. En una decisión sin precedentes, el jefe de la Comisión, Jean-Claude Juncker, ha comunicado a la defensora del pueblo europea, Emily O'Reilly, que Barroso perderá "el acceso privilegiado" a la institución y será tratado como un lobista o cabildero más.

En medio del mayor bache que ha vivido nunca el proyecto europeo, el exmandatario se incorporaba a una firma sospechosa de haber contribuido a ese malestar, con su participación en el maquillaje de las cuentas griegas y su papel, como uno de los grandes bancos de inversión estadounidense, en la crisis financiera. Más allá del símbolo, las nuevas funciones de Barroso delatan cómo su cargo público le ha allanado el camino hacia el lucrativo sector privado: será presidente no ejecutivo del área internacional de Goldman Sachs y asesorará específicamente sobre las consecuencias del Brexit. La Comisión, más allá de retirarle la alfombra roja, tiene la intención de "pedir aclaraciones acerca de sus nuevas responsabilidades y detalles de su contrato", según una carta de Juncker a O'Reilly en la que el actual presidente de la Comisión Europea anuncia que "el señor Barroso será recibido en la Comisión no como un antiguo presidente sino como un representante de un grupo de interés".

Bruselas ha defendido siempre que Barroso cumplió las reglas: dejó pasar los 18 meses preceptivos antes de aceptar la oferta de Goldman. No hay nada ilegal en su conducta. Pero Francia le ha llegado a pedir que abandone el cargo. Un sindicato de funcionarios europeo ha reunido en torno a 100.000 firmas para que se le retire su jugosa pensión. Bruselas, en medio de un enorme bache en el que se mezclan una gran variedad de crisis y problemas de legitimidad institucional, se moviliza para que ese gesto, tan legal como moralmente dudoso, no quede impune: Juncker ha anunciado que el brazo ejecutivo de la UE investigará también el conflicto ético que genera ese fichaje, una especie de examen ético para dilucidar si el fichaje es compatible con los Tratados y no hay conflicto de intereses.

Barroso y Goldman Sachs guardan silencio desde hace semanas al respecto.

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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