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El 'feng shui' llama a la puerta de casa

La milenaria técnica oriental busca crear entornos armoniosos que generen bienestar

Sandra López Letón
Los espacios no deben de estar sobrecargados con objetos que limiten el paso de las corrientes energéticas.
Los espacios no deben de estar sobrecargados con objetos que limiten el paso de las corrientes energéticas.

Armonía, equilibrio y bienestar del individuo con su entorno. Son solo algunos de los beneficios que se consiguen aplicando principios de feng shui en las viviendas. Este arte ancestral tiene su origen en China y según algunos expertos acumula unos 3.500 años de antigüedad.

En los años noventa toca suelo español y el concepto empieza a ocupar publicaciones y seminarios. “En algunos países asiáticos tiene mucha más aplicación que en Occidente, pero en Europa encontramos cada vez más escuelas, algo impensable hace años”, dicen en la Escuela Feng Shui Natural. En Hong Kong, por ejemplo, es prácticamente obligatorio consultar a un experto titulado antes de diseñar un edificio. Incluso algunos arquitectos de renombre, como Norman Foster y el estadounidense de origen chino Ieoh Ming Pei, lo han aplicado en algunas de sus obras.

En España es otra cosa. En ocasiones su uso es simplista y no está asesorado por un experto. “Muchos de los interioristas tienen conocimientos vagos y utilizan esta herramienta sin poder sustentarla, un motivo de peso para que muchos clientes lo terminen viendo como algo superfluo y poco exacto”, opina el arquitecto Rafael Ricardo Guarín, asesor de feng shui.

En ocasiones tan solo es necesario cambiar la cama de sitio o poner un cabecero

A simple vista una casa con feng shui no se distingue en nada de otra que no lo tenga. “Es una sensación que no tiene nada que ver con el lujo o con la decoración, sino con cómo nos sentimos en un lugar determinado”, explica Marilen Mancebo, profesional en feng shui. Tampoco tiene que ver con colocar objetos chinos para la buena suerte ni se identifica con un estilo decorativo determinado, como el zen o el minimalista.

“En cualquier construcción hay unas energías más favorables y otras que no lo son tanto. Lo que hace la técnica es desvelarnos dónde están y cómo actúan para potenciar lo mejor y bloquear o debilitar lo que no es tan favorable”, aclara Mancebo.

Los informes de feng shui indican la mejor manera de usar la vivienda, así como los colores y formas más apropiadas para cada espacio. Son estudios en los que el maestro tiene en cuenta la fecha de nacimiento del propietario y el año de construcción de la vivienda. Se sirve de brújulas, varillas y hasta de un detector de radiación electromagnética.

Algunas pautas básicas son no tener la casa sobrecargada ni vacía de muebles y deshacerse de los objetos inútiles y rotos. “El primer consejo es el orden natural, esto es, una distribución sin demasiados objetos inservibles, bloqueos o sin espacio útil; esto es similar a encontrar un intestino bloqueado y provoca un espacio sin dinamismo y oportunidades”, señalan en la Escuela Feng Shui Natural.

Colores claros

Ojo con los colores muy fuertes, ya que “son como sazonar mucho una comida e impiden jugar con otros ingredientes”, añaden. Por ejemplo, “el color rojo, muchas texturas y objetos afilados generan adrenalina en exceso y esta promueve las peleas”, avisa el arquitecto Guarín. Para este experto, una buena casa con feng shui es simétrica en su forma, sin añadiduras extrañas, y está lejos de cementerios y torres eléctricas.

Importante es el dormitorio y la colocación de las camas. Si el cabecero no está apoyado en un lugar firme provoca sensación de desprotección. La consecuencia puede ser que el propietario no consiga descansar. Y lo mismo con la disposición de ventanas, puertas, luces y objetos.

Una vivienda sin armonía es fácil de detectar: “Los errores más habituales son realizar ampliaciones y ubicar espejos sin control, utilizar el color blanco en la totalidad, puertas enfrentadas, ventanas enfrentadas a la puerta principal, cabeceras de cama hacia la ventana…”, enumera Guarín.

Si las cosas se hacen bien, una vivienda podría venderse más cara, “como ocurre en algunos países del mundo donde las inmobiliarias piden más por las casas o negocios que están sanos”, dice Rafael Ricardo Guarín. Además, en el caso de salir al mercado se venden muy rápido, apunta.

No tiene por qué ser caro. “No suele ser necesaria mucha obra o ninguna, excepto en casos donde la distribución es absolutamente caótica e insensata. Pueden servir los elementos que ya tenemos a nuestro alrededor”, exponen desde la Escuela Feng Shui Natural. A veces basta con cambiar la cama de sitio. “Puede que el cliente esté durmiendo con la cabeza hacia una dirección desfavorable o que estemos pegados a una pared que nos debilita”, dice Marilen Mancebo.

Los cambios se pueden efectuar tras un análisis realizado por un experto que valore las diferentes energías del terreno donde está construida la vivienda, la distribución de espacios, la orientación magnética, los colores y objetos y la salubridad de materiales como la pintura y el mobiliario.

“La última visita es la más larga, puesto que debemos explicar al cliente cómo se utiliza cada uno de los cinco elementos (fuego, tierra, metal, agua y madera), a qué colores y formas corresponden y las modificaciones en el uso del espacio”, cuenta Mancebo.

No hay un baremo para fijar el coste de un informe, pero en el caso de una vivienda de hasta 150 metros un estudio básico podría costar unos 450 euros. El precio va aumentando según el trabajo. Por ejemplo, hay que añadir 100 euros más si el cliente quiere colocar agua, indica Mancebo.

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Sobre la firma

Sandra López Letón
Redactora especializada en el sector inmobiliario, del que informa desde hace más de dos décadas. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional en EL PAÍS. Actualmente, escribe en el suplemento de información económica 'Negocios'. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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