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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Sin multas puede haber paraíso

Tres ideas que pueden servir para reformar el tosco Pacto de Estabilidad del euro

Xavier Vidal-Folch
Luis de Guindos, con el comisario Moscovici.
Luis de Guindos, con el comisario Moscovici.ERIC VIDAL (REUTERS)

Tras la cancelación de las multas de Bruselas a España y Portugal por violar sus techos de déficit —ayer mismo se cerró definitivamente el proceso—, ¿queda todo felizmente resuelto? De ninguna manera. Queda pendiente la posible sanción congelando fondos estructurales europeos. O el retorno a la amenaza de nuevas y peores multas si los ibéricos incumpliesen los últimos acuerdos con los socios. Es el capítulo hispano/ibérico de la batalla. Se verá en las próximas semanas.

Luego está el capítulo euro/europeo. La cancelación de las multas ¿entierra el elenco de medidas correctivas, sancionadoras, del Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC) de 1997?, ¿supone su definitivo descrédito?, ¿la necesidad de sustituirlo por otra norma? Así lo sostienen quienes subrayan que las consideraciones políticas (no apretar más a una población ya sacrificada, no complicar tras el Brexit) se han impuesto sobre las técnicas. Y que si ha sido imposible multar a incumplidores recurrentes, impertinentes y de tamaño pequeño o mediano, lo será aún más sancionar a los más influyentes (Francia, Italia). Así que RIP para el PEC.

Otros subrayan que al hacerse más flexible con cuatro reformas (2005, 2011, 2013 y 2015) y una aplicación más prudente, las normas del PEC se han convertido en “más inteligentes”. Quizá, pero dudoso. Lo indudable es que aún no lo son bastante y que son muy farragosas, susceptibles de arbitrariedad: el manual de interpretación holandés suma 650 páginas.

Sin multas puede haber paraíso. En el mercado de las ideas actuales para mejorar o sustituir el PEC destacan estas:

1.- Recuperar la propuesta delorsiana de la “regla de oro de la inversión”. Que la inversión pública productiva no compute en la contabilización del déficit. Se justifica en que la inversión es la primera víctima de la política de austeridad, pues a los Gobiernos les es más fácil recortarla que sajar otros gastos. Pero si cae la inversión se dificulta la recuperación, así que la austeridad se revela procíclica: en tiempos recesivos empeora lo que va mal, agrava la coyuntura en vez de voltearla.

2.- Hacer hincapié en la “regla de gasto” incorporada al PEC en 2011. Que los ajustes para que el gasto público se acompase al ingreso se practiquen a lo largo del ciclo. Como instruye el Reglamento 1175/2011 (considerando 20): “La tasa de crecimiento del gasto público no debería exceder normalmente de una tasa de crecimiento potencial del PIB a medio plazo”, y habría que contrarrestar “los aumentos que excedan de esta tasa con aumentos discrecionales de los ingresos públicos y compensándose las reducciones discrecionales de los ingresos con reducciones del gasto”. Calcular el crecimiento potencial es complejo, pero la Autoridad Fiscal Independiente española (AireF) es entusiasta de la fórmula para hacer sostenibles en el tiempo las finanzas públicas.

3.- Reemplazar el PEC por un sistema de reestructuración automática de la deuda, para que la vigilancia de los mercados y sus amenazas sobre la prima de riesgo (como en 2010) aprieten más a los Gobiernos que cualquier reglamento: Wolfgang Schaüble acaricia esta alternativa.

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