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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Confianza aplazada

Recuperación es que las rentas vuelvan al nivel de 2007. Hay que reconocer que eso está muy lejos

Debe existir un malentendido sobre lo que significa "recuperación económica". En términos estrictamente económicos, lo único que puede asegurarse desde 2013 es la que economía española ha salido de la recesión (crecimiento negativo). Recuperación apenas significa otra cosa que el que un país no está en recesión; nada nos dice la palabra sobre el grado de prosperidad relativa (por ejemplo, respecto a la fase anterior a la recesión) del país, su nivel comparado de rentas o el empleo, que son aspectos que afectan, estos sí directamente, al conjunto de los ciudadanos. Que una economía tenga un crecimiento del PIB del 3% no significa, ni mucho menos, que la situación de sus ciudadanos haya mejorado significativamente sobre el periodo en el que la economía crecía al 2%, al 1% o se deprimía al 0,1%. Sólo significa que su producción aumenta y que quizá una parte de los agentes económicos se beneficie de ello. Por eso, recuperación, cuyo uso político por parte del Gobierno es abusivo desde al menos dos años atrás, debería ser sustituido por la medida de lo que resta a los parámetros de rentas para llegar al nivel de 2007. Este concepto no tiene vocablo todavía, pero se puede asegurar que esa distancia es todavía considerable.

El Barómetro que hoy publicamos recoge la percepción del empresariado de que en 2016 no va a llegar la tan esperada recuperación; quizá ni siquiera llegue en 2017, si entendemos por recuperación exactamente un contenido político que equipare la situación de las rentas presentes con las vigentes en el periodo previo a la crisis. Lo que los empresarios detectan, y además correctamente, es que la demanda no está remontando con suficiencia para generar nuevas expectativas de inversión y empleo en los próximos trimestres. Hay más de una razón para explicar esta insuficiencia y, desde luego, no debe aceptarse sin más la imputación monocorde al Brexit de las amenazas que penden sobre la economía española. El referéndum británico es posterior al estancamiento virtual de la economía europea durante los últimos años; y la secesión británica de la Unión Europea, cuando llegue a producirse (habrá que contar dos años como mínimo) será compensada con otras negociaciones y acuerdos que tenderán a minimizar el daño económico a medio plazo.

La insuficiencia económica procede de decisiones más próximas. Procede del rechazo alemán a un plan de inversión pública en Europa financiado desde el BEI o con los colaterales de deuda del BCE; procede de la ceguera institucional europea para aceptar que la política monetaria agresiva está a 10 milímetros de agotar sus posibilidades y que, por lo tanto, es urgente recurrir a políticas fiscales agresivas si no queremos perpetuar un modo de crecimiento similar en la práctica al estancamiento que favorece tan sólo a Alemania y aliados; procede de una política económica nacional fundada única y exclusivamente en una depresión de las rentas salariales y de la precarización del empleo; procede de una gestión pésima del ajuste presupuestario practicado en España, que ha recortado sanidad, educación y protección social a cambio de nada, puesto que se ha incumplido el objetivo de déficit y sigue aumentando la deuda; procede, en fin, de una política económica que ha conseguido empeorar la productividad sin mejorar el entorno de funcionamiento de las empresas.

Entonces ¿cómo se explica el relativo optimismo de situar en 2017 una mejora sustancial de la economía española? Pues básicamente de la suposición de que si no se quiebra la línea de crecimiento en torno al 2%, no tardará en llegar una mejora de las rentas (esencial para sostener la demanda) y mejorar el flujo del crédito. Pero sólo es un deseo.

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