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La transición pasa factura a Egipto

La economía del país pugna por recuperarse tras el golpe que derribó al Gobierno islamista

Juan Carlos Sanz
Turistas visitan el templo de Abu Simbel.
Turistas visitan el templo de Abu Simbel. Ahmed Ismail Anadolu

“Egipto se va recuperando tras los años de crisis y muestra una relativa estabilidad. En 2015 el PIB aumentó un 4,2%, y este año el Gobierno ha previsto un crecimiento del 4,3%”, destaca la consejera económica y comercial de la Embajada de España en El Cairo, Cristina Santamaría. Con todas las cautelas, sostiene que “las reformas parecen estar empezando a dar frutos” después de la paralización que produjo la revolución de Tahrir, que derribó al presidente Hosni Mubarak en 2011, y el golpe de Estado que apeó del poder en 2013 al islamista Mohamed Morsi.

La bonanza económica había alcanzado un pico en 2010, año en el que el PIB aumentó un 7% y el país del Nilo recibió 14 millones de turistas, que aportaron un 10% de los ingresos del país. A partir de entonces, la tasa de crecimiento se situó en torno un 2% anual y la cifra de visitantes cayó más de un 50%. Ahora las reservas de divisas apenas alcanzan para cubrir tres meses de importaciones.

Con el desplome del turismo, las reservas de divisas apenas alcanzan para tres meses de importaciones

Amro Adly, profesor de Economía en la Universidad Americana de El Cairo e investigador del Centro Carnegie para Oriente Próximo, considera que el Gobierno del presidente Abdelfatá al Sisi ha regresado a las políticas liberales de Mubarak. “No ha cambiado mucho, se busca la creación de empleo y la mejora del nivel de vida de la población, pero la falta de formación genera desigualdad”, argumenta Adly. “El Gobierno intenta afrontar desequilibrios que son estructurales con simples medidas tácticas”, critica.

“Para dinamizar la economía y crear empleo intensivo, el Ejecutivo de Al Sisi ha lanzado una serie de megaproyectos”, puntualiza Santamaría. “El primero ha sido la ampliación del canal de Suez”. Hay otras grandes iniciativas ‘faraónicas’ en cartera, como la creación de una nueva capital administrativa en pleno desierto, a caballo entre El Cairo y el mar Rojo. “En Egipto siempre ha existido una cierta fascinación por el tamaño, pero a veces estos proyectos cuestan más del beneficio que van a reportar”, advierte el politólogo Mustafá Kamel el Sayed, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de El Cairo.

“La inflación se puede controlar pronto por debajo de los dos dígitos; ahora se sitúa en un 10,8%”, analiza la consejera económica española, “y con el programado recorte de los subsidios de la energía y los alimentos [que en gran medida son importados], se pretende reducir el gasto público en un 25%”.

El peso de la economía informal en Egipto, mientras tanto, sigue siendo muy elevado, con cerca de la mitad del empleo dependiente de empresas irregulares. Aunque la tasa oficial de desempleo está fijada en un 13%, resulta difícil evaluar esta y otras variables de la economía egipcia. El Gobierno devaluó un 13% la libra egipcia frente al dólar en marzo para ajustar su valor al del cambio ofrecido en el mercado negro. “Las economía egipcia no está creando empleo para las mujeres, con una tasa de actividad de solo el 26%, ni para los jóvenes, con un 60% de paro”, advierte el economista Adly. “Se produce un círculo vicioso en el que la falta de divisas esta impidiendo invertir para impulsar la recuperación”.

El desplome del turismo —que junto a las remesas de los inmigrantes en el Golfo y los derechos de paso por el Canal de Suez constituye la principal fuente de divisas— se agravó por las turbulencias políticas. El atentado contra un avión con pasajeros rusos sobre el Sinaí el pasado otoño y la caída al Mediterráneo en mayo de este año de un aparato de Egypt Air que volaba de París a El Cairo, han acabado de ahuyentar a los viajeros occidentales.

Por su peso demográfico y su situación estratégica, a caballo entre continentes, la estabilidad de Egipto pesa en toda la región de Norte de África y Oriente Próximo. La ayuda masiva de Arabia Saudí y los países del Golfo para sostener al Gobierno de Al Sisi ha alcanzado los 35.000 millones de dólares en apenas tres años. “Las monarquías del Golfo están cerrando grifo ante los bajos precios del petróleo. Pero van a seguir apoyando a Egipto mediante el suministro de crudo a precio reducido”, explica el profesor de Economía de la Universidad Americana de El Cairo.

Para sacar adelante su programa de reformas económicas, el presidente Al Sisi cuenta con las ingentes reservas de gas natural localizadas hace un año por la empresa italiana ENI en el yacimiento Zhor –en aguas territoriales egipcias situadas 180 kilómetros al norte de Port Said–, uno de los mayores del Mediterráneo. “El 93% de la energía que se consume en Egipto procede de los hidrocarburos”, precisa la consejera económica española. “Ahora el Gobierno se ha fijado como objetivo de que el 20% de la energía proceda de fuentes renovables, sobre todo de origen eólico y solar, en 2020”.

Medidas como la introducción del IVA en el sistema fiscal, la reducción del número de funcionarios o el recorte de los subsidios a productos básicos se encuentran, sin embargo, bloqueadas en el Parlamento. “La polarización de la sociedad es muy grande tras el descabezamiento de los Hermanos Musulmanes”, concluye el politólogo Kamel el Sayed, “y el papel del Ejército sigue siendo determinante para controlar el proceso de liberalización económica”.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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